El 30 de marzo de 1982 una multitudinaria marcha, organizada por la CGT Brasil, que entonces conducía el joven líder de los trabajadores cerveceros, Saúl Ubaldini, copó la Plaza de Mayo y las calles aledañas. La consigna, en ese contexto revolucionaria, era "Paz, pan y trabajo".
El gobierno dictatorial, para nada acostumbrado a esa clase de desafíos, desató de inmediato una feroz represión y una cacería de manifestantes (algunos pasaron hasta un mes presos), que seguramente sirve de inspiración a los dispositivos de la actual ministra Patricia Bullrich.
Sin embargo, esa brutal represión no pudo corregir la percepción del conjunto de la sociedad, porque nadie puede tapar el sol con la mano. Fue el punto de inflexión, el turning point, el principio del fin de la dictadura. Ese día, diría la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner, se dio vuelta el reloj de arena.
Claro que a ciertos gobiernos, especialmente los de signo antipopular, con independencia de su origen, les cuesta entender las melodías que interpeta la multitud, la más maravillosa música. O, más que entenderlas, aceptarlas, sobre todo cuando le cantan game over.
Apenas cuarenta y ocho horas más tarde, el gobierno dictatorial en cabeza de Galtieri anunciaba la recuperación de las islas Malvinas, un plan que se barajaba para la primavera, porque el clima era un factor para nada menor, y al que a todas luces le faltaba trabajo, maduración o ambos factores.
Sin embargo, ese 2 de abril, otra multitud, similar en número a la del 30 de marzo, acudió a la plaza, ahora para vivar al dictador. En el corto, cortísimo plazo, el gobierno parecía haber salido de las cuerdas y recuperado el centro del ring. Pero la historia no terminaba ese día y pronto se vieron los hilos mal cosidos. No hace falta enumerar en esta contratapa lo que está a disposición de los lectores en el Informe Rattenbach.
La política no es como la naturaleza ni como la magia. Acá los conejos no son tiernos ni inofensivos. Pueden venir recargados de odio y muerte, como ilustra el ejemplo. Lo que importa es ilustrar el concepto. Cuando un gobierno empieza su declive, los trucos le resultan cada vez más costosos y su rendimiento, decreciente. Hasta que, en algún momento, tarde o temprano, indefectiblemente se agotan.
El 14 de febrero pasado Javier Milei tuvo su propio 30 de marzo. Se lo hizo a sí mismo, solo o ayudado por su mesa chica. No tiene a quién culpar por $Libra. El daño autoinflingido es comparable al generado por la foto del cumpleaños de Fabiola Yañez en tiempos de Alberto Fernández. En el caso de Mauricio Macri, puede citarse como ejemplo el mes de diciembre de 2017, cuando encadenó una victoria pírrica en el Congreso a la hora de aprobar una reforma previsional con la famosa conferencia de prensa en la que anunciaron las nuevas metas de inflación.
¿Y ahora? Un gobierno sin dólares anunció media docena de veces un acuerdo con el FMI, con el único objetivo de disuadir a los que apuestan contra el peso, como hizo el propio Milei candidato en 2023. Hace apenas una semana, en un Congreso militarizado en estado de sitio de hecho, en una sesión escandalosa, el gobierno logró aprobar el DNU de la infamia. La idea subyacente era que ese sacrificio conmovería a los dueños de los verdes. Pensamiento mágico.
El miércoles el board del Fondo Monetario Internacional se reunió para terminar repitiendo en su comunicado oficial el mismo concepto de los últimos meses: las conversaciones están avanzadas. El acuerdo está en camino. Pero lo más importante es lo que no dice: lo trae el General Alais. Hay un desfasaje sustancial entre los plazos que maneja la institución y las necesidades y urgencias del gobierno por contener artificialmente la divisa estadounidense.
El gobierno intenta amenizar la espera, entretener a su público. Eso explica el video de ¡19 minutos! del ¡intelectual! Agustín Laje. Explica también la vandalización del monumento a Osvaldo Bayer en la entrada de Río Gallegos y el favorcito con el que Victoria Villarruel intenta congraciarse con sus ex socios: el intento de derogar la Interrupción Voluntaria del Embarazo.
Todas estas iniciativas confirman que el gobierno, mal que le pese al autopercibido Mago del Kremlin, íntimamente enemistado con su contrafigura femenina, entró en la fase de rendimiento decreciente de los trucos. Por eso se suceden de manera cada vez más alocada y vertiginosa, en un diálogo de sordos con el humor social.
¿Esto augura buenas noticias o tiempos felices? De ninguna manera. Por un lado, conviene recuperar una máxima bélica según la cual los ejércitos son más peligrosos en retirada, porque están desesperados. Esta, a su vez, se complementa con una frase popular en el conurbano que nos recuerda que plata y miedo, nunca tuvimos. Ellos no pueden decir lo mismo.