El gobierno de Horacio Rodríguez Larreta dio otro paso importante en su política de privatizar tierras nacionales en la ciudad, habilitar torres en altura y crear negocios para su industria mimada. La Legislatura porteña, con votos macristas y de sus aliados exclusivamente, aprobó este jueves el cambio de zonificación del enorme predio que ocupa el Easy/Jumbo de Palermo en Cerviño y Bullrich. El objetivo del proyecto enviado por el Ejecutivo es doble, ya que provee títulos firmes a lo que es una habilitación de facto que ya cumplió 21 años, y permite a futuro la construcción de torres en ese lugar.
El terreno afectado tiene algo más de 44.000 metros cuadrados en una zona de alto valor inmobiliario que articula Las Cañitas con una zona residencial de Palermo. Lo de articular también es doble, porque la larguísima cuadra del shopping es un espacio muerto -el centro comercial no tiene ni vidrieras a la calle- y esa vereda es el cambio de alturas entre un barrio saturado de torres y uno de edificios bajos. El enorme lote es el final de la sede del Regimiento de Patricios y originalmente fue una de las sedes de la exhibición del Centenario, en 1910. Justamente, la parte “progresista” de la ley es la que menciona la restauración del único pabellón sobreviviente de esa muestra.
El lote en cuestión va de Bullrich a las vías elevadas del Mitre a lo largo de Cerviño, y está ocupado en un sesenta por ciento por el centro comercial. De hecho, el cuarenta por ciento que se considera “no ocupado” en este cálculo es usado por el centro comercial como jardines cerrados, patio de carga y espacio de circulación para los estacionamientos. El pabellón del Centenario está encerrado en un rincón del shopping, no es visible desde el exterior y no puede ser visitado por órdenes de la seguridad privada del lugar.
El lugar fue creado con una ordenanza de 1996, cuando el entonces presidente Carlos Menem donó el enorme terreno que todavía ocupa la mezquita y la escuela operadas por la embajada de Arabia Saudita, un país que evidentemente no necesitaba ni necesita donaciones. La ley busca permitir que se construya en altura en un 35 por ciento del terreno, por un total de 75.000 metros cuadrados. El resto del terreno, incluyendo el pabellón histórico, sería de uso público.
Este mecanismo, llamado “35-65”, se transformó en un argumento sistemático para privatizar terrenos nacionales en Buenos Aires. Primero son transferidos a la Ciudad y luego vendidos en parte, siempre con zonificaciones que permitan torres. El mecanismo ya se usó en propuestas similares con tierras públicas en Colegiales y Catalinas Sur II, y este miércoles se realizaron las audiencias públicas para proyectos en Mataderos, Palermo, Saavedra, Villa Urquiza y Retiro.
El pabellón del Centenario que sobrevive casi en ruinas en el lugar fue en 1910 una de las sedes de la Exposición Ferroviaria y de Transportes Terrestres, parte de las celebraciones de 1910. El edificio tiene el más alto grado de catalogación porteña, el integral, por la ley 4165, y es además Monumento Histórico Nacional. La última vez que se intervino en el lugar se consolidó la fachada perimetral en 1996, durante la construcción del centro comercial. Luego fue completamente abandonado y sólo se dejó de usar como depósito por la sistemática protesta de preservacionistas como los Croquiseros Urbanos.
El pabellón estaba coronado por un globo luminoso sostenido por cuatro esculturas femeninas, elementos hoy perdidos junto a los mástiles y las estatuas que remataban los laterales. El edificio es en rigor un amplio salón con una alta cúpula, más vidrio que muro, con salas laterales y una bella entrada con una columnata. Lo que se preserva muestra un ornamento Art Noveau con máscaras femeninas y motivos florales. El que logre acercarse en un descuido de la seguridad privada podrá ver pisos hundidos, pinoteas podridas, paredes chorreadas y una falta de vidrios que permite la entrada de lluvias y pájaros. En las grietas de techumbres y muros crecen yuyos.
El pabellón es una de las obras de esa adquisición de la inmigración a la Argentina, el italiano Virginio Colombo, un maestro muy original del modernismo ecléctico con fuerte influencia del Art Noveau. Colombo llegó a Buenos Aires en 1906 contratado para dirigir y realizar parte de los interiores del Palacio de Tribunales, diseñado por Norbert Maillart. En 1909 diseña el pabellón que sobrevive en Palermo y otro demolido, el de Festejos y Actos Públicos, con el estudio Vinent, Maupas y Jáuregui.
Es el comienzo de una larga carrera argentina que le permite desplegar un estilo realmente personal, muy centrado en el ornamento artístico de una calidad inusual. El primer ejemplo es la poco conocida Casa Calise, en Hipólito Irigoyen al 2500, que deslumbra con sus esculturas en piedra. La sigue la muy famosa Casa de los Pavos Reales en Rivadavia al 3200. Otras piezas de primer orden que sobreviven a las constantes demoliciones porteñas, son la Casa Grimoldi de Corrientes al 2500, y el petit hotel de la familia Lagomarsino en Azcuénaga al mil, hoy Casa de San Luis en la Capital.
Como se sabe, la ley aprobada este jueves en primera instancia debe ser votada en segunda vuelta y debe pasar por audiencias públicas, todavía no convocadas. El texto menciona y valoriza el pabellón de Colombo, pero no ordena que se lo restaure. Apenas se avisa que en el lugar “sólo podrán desarrollarse usos culturales, y de formación no permanente, exposiciones, conferencias, y otras actividades de exclusivo interés público”. Ya en abril, la presidenta de la Comisión Nacional de Monumentos, de Lugares y de Bienes Históricos Teresa de Anchorena avisó que el edificio estaba en muy mal estado y “hay riesgo de que caigan pedazos de mampostería”.
En Floresta
Una vieja reivindicación de los vecinos del barrio es que el Corralón de Floresta sea un espacio público, verde y participativo. El lugar, donde hace añares hacían base los carros de basura a caballo de la Municipalidad, alojó todo tipo de ONGs e iniciativas populares hasta el desalojo, que permitió declararlo “predio abandonado” y arrancar una de esas licitaciones que le encantan a los municipales. En fin...
Los vecinos vienen pidiendo un centro cultural y espacio verde desde 2002, pero recién en febrero del año pasado lograron que alguien preste atención. El proyecto tiene una escala que, comparado al de Bullrich y Cerviño, deja clarito las prioridades del macrismo en funciones. Como acá no interesa privatizar nada, la manzana de Gaona, Gualeguaychú, Morón y Sanabria va a recibir 64 millones de pesos. Este dinero es para parquizar tres mil metros para el público, una parte bajo unas estructuras metálicas viejas (es una moda macrista, su idea de patrimonio) y la parte del león para ellos: 6400 metros cuadrados para las actividades deportivas de la escuela vecina. ¿De quién es la escuela? De la Ciudad.
Con lo que apenas un tercio de la manzana será espacio realmente verde y abierto al público, lo que no impidió que el secretario de Atención y Gestión Ciudadana Facundo Carrillo se pavoneara afirmando que “esta obra nos permite sumar casi una hectárea de espacio público”. Lo que en rigor, es una mentirijilla.
De bicicletas
Los urbanistas norteamericanos tienen un chiste sobre los intendentes y las bicisendas que dice que a esos funcionarios les encantan estas sendas porque con una lata de pintura y unos carteles quedan como ecológicos. Pero como mostró el macrismo en la sesión legislativa del jueves, en todo se puede hacer un denario. El bloque propio y alguno que otro despistado o vivo, como los de Suma+, le proveyeron a Larreta 41 votos para poder concesionar el sistema de bicicletas públicas, construido y operado hasta ahora con dinero del contribuyente. Se trata de doscientas estaciones y 2500 bicicletas que forman un sistema realmente fracasado que apenas registra 8000 viajes por día.
Es tan poco atractivo el negocio que la idea es privatizar la operación por diez años, pero sin cobrarle al usuario. Por eso se permite la idea de alquilar espacios publicitarios en las estaciones y en las bicis. La idea invita a una apuesta: el sistema de uso de bicicletas va a salir más caro que antes en el exacto instante en que pase a manos privadas.
Errores
Por un error de edición, la tapa impresa de este suplemento mostraba una escultura de la artista argentina Alicia Herrero. La imagen no tenía relación alguna con el contenido de la nota de tapa, dedicada al Estudio Churba, con el que Herrero no tiene relación.