Los pueblos originarios son maestros del Comercio Justo, un movimiento que renació en Europa con para promover intercambios más justos para los pequeños productores. La idea es lograr una distribución más equitativa, minimizar la cadena de intermediarios, cuidar el medio ambiente y preservar la cultura material e inmaterial. En lo que nos toca en las grandes urbes, estas fiestas pueden ser una oportunidad de inclinarse por este tipo de consumo. Se trata de piezas que dan la oportunidad de rendir tributo al hacedor y a quien recibe la energía particular de estas cosas hechas a mano. El jueves 14 y el viernes 15 dos organizaciones de las pioneras abren especialmente sus puertas para ofrecer exquisitos trabajos en fibra de chaguar, palma y palo santo.
Arte y esperanza
En 1985 un grupo de voluntarios conectados con el Equipo Nacional de Pastoral Aborigen (ENDEPA) de la Iglesia Católica comenzó a visitar periódicamente a los pueblos indígenas del Gran Chaco, en el norte argentino. De esos primeros viajes surgió el deseo de comprometerse con la vida de estos pueblos, organizando un equipo de voluntarios que apoya desde entonces comercial y asistencialmente a numerosas comunidades. En estos más de treinta años se logró una ambulancia para la zona del este del Chaco Salteño, computadoras para los chicos wichi de Salta, paneles solares para escuelas kollas de Iruya, tanques y acoplados cisternas para acopio de agua, entre otras cosas. Pero el logro mayor fue justamente la comercialización sin fines de lucro y en condiciones de Comercio Justo de las artesanías producidas por las comunidades.
Se trata de “36 comunidades de ocho etnias diferentes y varios grupos de artesanos criollos. Lo que significa un apoyo social y económico a más de 500 familias de las comunidades kolla, wichi, qom-toba, mbya-guaraní, pilagá, chané, diaguita calchaquí y mapuche”, resumen Mercedes Marsal, fundadora y presidenta de la organización, y Sebastián Homps, vicepresidente y encargado de la comunicación junto a Claudia Muller y Alejandro Michaux.
“En 1995 se tomó contacto con Cáritas Comisión Nacional y se planificó la realización de un proyecto en conjunto. Así surge la primera tienda Arte y esperanza en el edificio de Cáritas en la calle Balcarce, en San Telmo. Superando las expectativas, se convirtió en un lugar de verdadero encuentro permanente y de transmisión de culturas, además de ser un excelente espacio para el comercio solidario de las producciones indígenas. En 2003, con el apoyo de la cooperativa italiana Chico Mendes se logró abrir una nueva tienda en San Isidro para extender la oferta de artesanías y lograr un espacio de oficinas, depósito y stock para futuras exportaciones”, agregan.
Algunas perlitas para dejarse tentar en estas fiestas son los contenedores en chaguar, la fibra natural que extraen de forma sustentable, tratado con diferentes técnicas de tejido por las comunidades wichi. También las bandejas de palo santo que se hacen con la madera muerta o que cae de los árboles, y los cestos pigalá, ideales para el boom botánico que es tendencia en el mundo, entre otros. Las tiendas están en Balcarce 234, San Telmo, y en Cabay Pedro de Mendoza 587, San Isidro.
Siwani
En las mismas fechas otra organización con años de trabajo en las comunidades, Siwani, dependiente de la Fundación Niwok, abre un showroom en la Capital para ofrecer bellezas como las carteras chismosas –a través de sus redes se ve el contenido–, todo tipo de bolsos, carteras, contenedores, porta-notebooks y caminos e individuales y almohadones monocromos o de colores en chaguar, además de muñecas y cestería en fibra, entre otras.
La Asociación de Mujeres Wichi, integrada por 450 mujeres artesanas de El Potrillo, Ramón Lista, Formosa, nace por la vocación de Lola Llorente, que elige esta región como su hogar y hace años fomenta el crecimiento sostenible de estas comunidades que realizan un virtuoso trabajo a partir de la planta de chaguar, la madera de palo santo y las semillas del monte. Este emprendimiento de economía social y solidaria, que adhiere a los principios de Comercio Justo, permite a las mujeres mejorar su calidad de vida, romper el aislamiento del ámbito doméstico y elevar su autoestima, con miras a una mayor equidad, detallan.
“Siwan’i significa en la lengua wichi ‘arañita que no para de tejer’ y por eso resume su labor”, comenta Lucía Cardini. Las mujeres toman esta bromelia del monte del que extraen las fibras que transforman en hilos y luego tiñen con corteza, hojas y frutos del lugar. El Potrillo se encuentra a 580 kilómetros de Formosa capital y es una zona siempre relegada, con un sinfín de necesidades, que se maneja como cuenta Lucía, con los tiempos del sol. La tienda se abre en Austria 1934, piso 1D.