Hasta este fin de semana se mantendrá en cartelera Sons - Ser o no ser, la flamante obra de la compañía de teatro catalana La Fura dels Baus. Este Hamlet post moderno, estrenado el pasado 13 de febrero, tuvo tanto éxito que, lo que inicialmente era una experiencia de pocos días, estableció una residencia en la Sala Sinpiso (Julio Argentino Noble 4100). Así, confrontó a ese imaginario post pandémico que sostiene que las artes escénicas redujeron su corte de tickets a raíz del enorme crecimiento que tuvieron los shows en vivo. “El teatro es un arma cargada de futuro porque reúne a todas las otras disciplinas”, sentencia Carlus Padrissa, cofundador de La Fura y director artístico de la obra. “Ahora puede haber una crisis, y en mi vida ya vi varias. Pero siempre se superaron”.
Al justificar la elección de Buenos Aires para este debut, Padrissa afirma: “Es la potencia mundial del teatro en castellano, así como del teatro físico. A Carla Juliano, discípula de Lino Patalano, le debemos esta vuelta. Ella trabaja en Madrid, en el Teatro del Canal, y contactó con la productora Foggia, que apostó por traer a La Fura”. A diferencia de sus anteriores desembarcos, esta vez el laboratorio de creación colectiva armó una compañía paralela compuesta por actores y actrices argentinos. “Estuvimos un mes en Buenos Aires e hicimos tres castings. Buscábamos gente que hiciera teatro físico, pero que también se prestara para el texto. El teatro de choque, teatro inmersivo o teatro de impacto, como lo llamamos nosotros, evolucionó. Por eso incluimos la fuerza de la palabra”.
Sons es una versión deconstruida de Hamlet. “En unas vacaciones, el departamento que alquilamos tenía una ejemplar de Hamlet. Ya lo había leído en el colegio, pero en esta ocasión vi la oportunidad de deconstruirlo. En La Fura los cuatro elementos (tierra, agua, aire y fuego) son fundamentales, y en Sons están presentes. Ponemos a trabajar los siete sentidos. Algo muy interesante de nuestros espectáculos es que la gente actúa, y no se siente contenta con su propia actuación. Y entonces repite”. Esta adaptación del clásico de Shakespeare es tan libre que yuxtapone pasajes de La vida es sueño, de Calderón de la Barca. “Fue para dar esa idea de que no sabes si lo que está pasando es realidad o fantasía”, explica. “Nunca en La Fura usamos los clásicos de esta manera”.
Según el director artístico, la obra es como la oración que la inspiró: “Estás o no estás, luchas o no luchas, estás vivo o estás muerto”, dice. Debido a la fuerza del relato, algunas de sus escenas fueron resignificadas para abordar preocupaciones contemporáneas como la guerra del agua. “Ahora mismo, Trump quiere ocupar Groenlandia por su agua. El plástico también forma parte de la guerra, porque es un derivado del petróleo y por los intereses que hay en torno a ello. A eso tienes que sumarle que hoy es común que encuentres restos de plástico dentro de los pescados. Difícilmente encontraremos una época tan de plástico como la nuestra. A partir de todo esto, nos gustó la idea de que haya un actor envasado al vacío, así como los pollos cuando están para ser comidos. Ésta es una metáfora de este mundo”.
La puesta en escena tiene en el steadycam a uno de sus soportes, lo que convierte a la obra en una suerte de road movie. “La gente hace más caso a un televisor que a lo que sucede en la vida real. Si sales ahí, existes. Forma parte del hándicap de nuestra sensibilización”, reflexiona Padrissa. “La cámara es la herramienta de manipulación más grande que hay. La usamos en nuestras obras desde 1994, cuando creamos MTM. Nunca usamos tecnología de punta, sino más bien doméstica o popular”. Sons también utiliza a Hamlet para bajar línea sobre la cultura pop y su descomposición. “Ese monólogo es como hacer teatro dentro del teatro. Ahí se dice: ‘Tengo tanta tensión que me gustaría meterme en uno de sus ataúdes para relajarme’. Lo que da pie a otra escena interesante: la del enterrador”.
Padrissa estuvo a cargo igualmente de la banda de sonido de la obra. “La música de Sons la hice yo, y te puedo decir que para esta ocasión trabajamos ambientaciones y sonidos. Es música que incluso si pones al revés tiene mucho sentido, suena muy bien”, revela. “Igual, en el pasado, hacíamos lo mismo en casete. Hay mucha música hecha por mí, y lo que no es de mi autoría lo tomamos de grabaciones y de cosas que encontramos por ahí. Como lo de las ballenas, que es muy bonito porque es la manera que tienen de procesar las palabras. De la misma forma que las personas. Es una comunicación que algún día entenderemos, tiempo al tiempo. La parte rítmica es muy potente, hay mucha expresión y también abundan los graves. Te entra por la barriga”.
Si bien nació como una compañía de teatro (una bien atípica), La Fura del Baus se probó en otros géneros, como el cine y la ópera. “De los cinco creadores de la compañía, uno se dedica más a la ópera. Pero nuestro fuerte es ese ‘teatro fuerero’ que inventamos (adjetivo que nació a partir del nombre de la compañía). Esto surgió en nuestra primera época, cuando éramos unos niños, a mediados de los '80. Comenzamos haciendo música en la calle, pero para hacerla más atractiva empezamos a colgarnos en una cuerda, saltando desde los balcones. El laboratorio de la calle es lo más parecido a un examen diario. Si no lo pasas, la gente se aburre o no ganas dinero. Así aprendimos a hacer teatro. Arrancamos con música, luego con la palabra, más tarde con lo físico, luego la poesía y por último sumamos los cuatro elementos”.
Esta vuelta a Buenos Aires de la compañía coincide con los 40 años de su primer contacto con el público argentino. “En 2000, hicimos un acto en Puerto Madero, algo de un día (se refiere a la obra Ombra). Y antes de eso estuvimos en 1996 haciendo Zuznozuz, que es uno de los espectáculos más internacionales que hicimos. Nació en 1985, imagínate tú. Es un espectáculo muy vital, en el que la gente no para de saltar. Me acuerdo de que esa vez en el equipo vino una masajista”, evoca quien también estuvo en la ciudad, en 2005, con la obra Obit. “Para hacer teatro ‘furero’ tienes que estar muy fuerte, muy energético. Esto es como el fútbol o como los deportes de élite: empiezas a los 15, a los 25 triunfas, y eso sucedió en nuestro caso en 1994, y cuando teníamos 34 o 35 ya no podíamos jugar como delanteros”.