El diálogo con Carlos Nahuel Porcel de Peralta amanece cálido, en la sonoridad de una voz que congrega a muchas otras: Caíto Díaz, Lilia Vera, Mercedes Sosa y Alfredo Zitarrosa, por ejemplo. Canciones suyas -“Será posible el sur”, “Y la milonga lo sabe”, “Pájaro de rodillas”- surcan el imaginario colectivo, entre discos propios y ajenos. Oriundo de Cañada de Gómez y radicado en México, el guitarrista y compositor se presenta hoy a las 21 en El Aserradero (Montevideo 1518). “Es necesario estar entre la gente y agruparse, para romper el cerco con el que nos hacen creer que estamos solos”, comenta el músico a Rosario/12.

-La canción popular permite ese amucharse, a través de una palabra poética en la que sé que confiás.

-Totalmente, en tiempos en que a la palabra la han ahuecado, banalizado y violentado. Siempre digo que nuestros padres y abuelos crecieron con una palabra de alto vuelo, la del repertorio de la música popular. En mi caso, viviendo en México hace 43 años, siempre llevo cargando como dos mochilas: mi patria natal y mi otra patria elegida; las dos me han mezclado un montón de influencias y cosas que han sido para bien, y con esas cosas juego. Pero cuando voy a mi raíz, a mi ADN, aparece ese repertorio que tiene una sustancia, un mosto en el fondo de la botella, que permanece más allá de tiempos y fronteras. Estoy hablando desde el género del tango y del folklore en general, desde aquel primer tango con letra, “Mi noche triste”, que grabó Gardel en 1917. Era natural que el poeta y el músico se juntaran, para bellezas como “San Juan y Boedo antiguo y todo el cielo; Pompeya y, más allá, la inundación; tu melena de novia en el recuerdo, y tu nombre flotando en el adiós”. Y luego Dávalos, Falú, Petrocelli, Tejada Gómez, Hamlet Lima Quintana. A mí, la canción y la palabra me salvaron de ser un lumpen. Digo esto porque yo provengo de extracción popular, realmente. Mi familia era gente de campo, inmigrantes italianos; nací en Cañada de Gómez, viví en pensiones, fui obrero de la carpintería, toqué desde los 13 o 14 años; y cuando llegó el momento de responder a la pregunta “¿Qué vas a hacer?”, dije “Músico”. Ahí es donde la poesía y la canción me salvan, y nos salvan a muchos. Nos hacen creer que como músicos o artistas estamos solos, y no es así; cuando yo pateo México o Ecuador, o cuando vengo aquí a andar en La Pampa, Trenque Lauquen, Cosquín, La Rioja, Buenos Aires, Rosario y Paraná; la gente va a ver a un tipo con una guitarra y su voz; y cuando la palabra tiene vuelo, la gente se emociona y nos vuelve a juntar.

-Cuando era pibe, “Será posible el sur” la escuché por Mercedes Sosa y me quedó dando vueltas para siempre, luego descubrí a los compositores; lo comento por cómo nos impregna la canción popular.

-“Será posible el sur” nació en el año ’82; ya lo conocía a Jorge Boccanera, con quien seguimos teniendo una relación de amistad profunda. Yo un día me cuelo con Gabino Palomares en el cumple de Mercedes Sosa, era el 9 de julio del ’84; había un montonazo de gente, y cuando quedamos solitos por ahí, le digo: "Mercedes, quiero que escuche esta canción". Y bueno, se le caían las lágrimas. “Vengan, vengan, ¡escuchen esto!, ¡cantala de nuevo, nene”. Fijate vos, todo el poema es una pregunta, no hay ninguna afirmación, y tiene una permanencia de 43 años.

-¿Qué elegís recordar del momento cuando fuiste guitarrista de Alfredo Zitarrosa?

-Yo tendría 26 o 27 años, ¡qué iba a pensar que estaría siendo guitarra de Don Alfredo Zitarrosa! Pero no son casualidades, son causalidades; siempre he elegido lo que hago y decido con quién no y con quién sí; y de alguna manera, también a uno lo eligen, ¿no? Eso significa haber estado con Amparo Ochoa, con Óscar Chávez, con los Mejía Godoy, con Cecilia Todd, con muchos. Cuando llego a México, naturalmente y como como parte del oficio, te conjuntás con esa gente. Fue una experiencia emocionante, por el contexto de todo lo que se estaba viviendo, y por el exilio que cobijó México. Con él recorrí, aprendí, me emocioné, terminábamos los conciertos y, como dicen los mexicanos, la emoción era tal que te podías quebrar. Yo hice toda la gira de despedida, cuando vino primero aquí, a Argentina. Estuvo un año, hasta que pudo regresar en el ‘84 a su país. Ecuador, Venezuela, Festival de Varadero en Cuba; México fue importantísimo para Zitarrosa, donde grabó canciones de músicos mexicanos y se acercó a literatos como José Emilio Pacheco y Jaime Sabines. Y perdona que sea autorreferencial: andando de gira, en el año ‘83 en Caracas, teníamos un día una guitarreada en la casa de un actor uruguayo, y yo le había cantado “Será posible el sur”; y una tardecita, me acerca una letra en un papel. Lo leí, y quedaba explícita la posibilidad de si yo me animaba a meterle música. Tenía la mitad de la milonga hecha, pero Zitarrosa no pudo conocer la canción. Cuando su familia viaja a México, yo hago una comida en casa y les alcanzo este papel; y un poco con la anuencia de ellos, termino la milonga. Finalmente, un día la voy a visitar a Mercedes en Buenos Aires y se la hago escuchar. Y bueno, finalmente a “Pájaro de rodillas”, con letra de Alfredo Zitarrosa y música mía, la pone en su garganta Mercedes Sosa, junto a otra gran cantora como Nacha Roldán. Uno arrimó un leñito de su música, como para mantener encendido el fuego. Así de simple, así de profundo.

Sobre la visita a su provincia natal, Nahuel cita su canción “Con el alma dividida”: “De dónde soy, de dónde vengo, cargando sueños que llevo adentro, para no olvidar quién soy, qué tengo. Solo estas manos de guitarrero”. “Asumo y tengo muy consciente de dónde vengo, de dónde soy. Y en esa mezcla, es lo que voy cantando y contando. Los recitales en este viaje han sido muy emotivos, con el condimento muy fuerte de la memoria, con la palabra, con el humor, el amor, la ironía. Estreno canciones y otras que no lo son; como yo no vivo acá y no tengo una presencia constante, cada año vengo a ponerle una cara y a defender el vivo, que es donde vos ves si el tipo toca, si el tipo más o menos canta, y si lo que dice entre canción y canción es igual de importante. De eso se trata. De inventar pretextos, motivos para juntarse, para recordar que podemos emocionarnos y reírnos de nosotros mismos, para no olvidar quiénes somos y que no estamos solos”.

En El Aserradero, acompañarán al músico las presencias de Martín Neri, Esteban Echaniz, Lorena Bogado y el Cuarteto Karé.