Las medidas de protección arancelaria en EE.UU. proferidas por el presidente Donald Trump removieron el avispero de una parte de los exportadores industriales argentinos temerosos de perder semejante mercado. Sin embargo, el problema de fondo para las exportaciones industriales y algunas producciones regionales no es ese sino la pérdida de competitividad derivada de la política libertaria, de retraso del tipo de cambio oficial respecto a la evolución de los costos internos, para sostener su objetivo de desinflación en pesos a cambio de superinflación en dólares.
Dicho de otra forma, con esta política los costos internos suben por el ascensor mientras el tipo de cambio va por la escalera. Las dificultades de la industria para exportar son de vieja data en nuestro país y tienen que ver con lo que Marcelo Diamand definió como Estructura Productiva Desequilibrada (EPD), con un sector agropecuario de mayor productividad relativa, en parte derivada de sus ventajas competitivas naturales, y un sector industrial de desarrollo tardío con respecto a los países centrales. En esta EPD, el sector agropecuario puede exportar con un tipo de cambio relativamente más bajo, que no le resulta suficiente a la industria para lo mismo, con el agravante de que demanda más importaciones de insumos para su evolución.
Más allá de la eterna discusión sobre si esto es consecuencia o no de haber promovido un desarrollo industrial “ineficiente” de manera artificial, hay que tener en cuenta que este sector genera casi la quinta parte del empleo en nuestro país, mientras que el sector agropecuario no llega ni a la décima parte.
De lo que se trata entonces no es de eliminar a la industria supuestamente ineficiente, como se propusieron la dictadura genocida y el experimento fallido de la convertibilidad, sino de ver de qué manera se puede mejorar la competitividad internacional de ese sector productivo para que genere las exportaciones necesarias para su funcionamiento expansivo.
Retraso cambiario
Veamos lo que viene sucediendo luego de un año de política económica libertaria con las posibilidades de mayor inserción internacional de nuestra industria. El índice de precios mayoristas al productor (IPP), que es una medida del costo de los insumos de producción, aumentó 63% en 2024, y el índice de salarios registrados, que es una medida del costo salarial de las empresas formales, aumentó 145% en el mismo lapso.
Suponiendo que el costo de las empresas industriales se componga de 80% de insumos y 20% de salarios, el aumento del costo de producción de esas empresas habría sido de casi el 80% el año pasado.
En ese mismo lapso el tipo de cambio oficial (TCO), que es el que se aplica para liquidar exportaciones y pagar importaciones, aumentó sólo 27,5%, con lo cual el incremento en términos reales de los costos de producción habría sido de no menos del 40%, comparando ingresos en dólares con costos en pesos, lo cual se come toda la rentabilidad empresarial, transformándola en pérdida.
Para entenderlo un poco mejor se puede plantear un ejemplo hipotético. Si una empresa produce un bien exportable que tiene un precio internacional de 100 dólares, en diciembre último recibió en 102.000 pesos al tipo de cambio oficial del dólar, mientras en diciembre 2023 esa conversión le brindaba 80.000 pesos después de la mega devaluación, es decir que en pesos mejoró su ingreso 27,5%.
Ahora imaginemos que sus costos de producción fueran originalmente el 80%, o sea 64.000 pesos, y su rentabilidad del 20%, es decir 16.000 pesos, y que el 80% de sus costos fueran insumos (51.200 pesos) y el 20% salarios (12.800 pesos). Durante todo 2024 los insumos aumentaron 63% según el IPP y pasaron a ser 83.456 pesos mientras que el costo salarial aumentó 145% y pasó a ser de 31.360 pesos, sumando entre ambos un costo total de producción de 114.816 pesos.
Veamos qué pasó con la rentabilidad de esta industria exportadora. Los 100 dólares de precio internacional le daban hace un año un ingreso en pesos de 80.000 pesos, que con un costo total de 64.000 pesos, le dejaba una ganancia de 16.000 pesos.
En cambio, a finales de 2024 los 100 dólares le dejaron un ingreso de 102.000 pesos, que con un costo de 114.816 pesos ahora le deja una pérdida de 12.816 pesos. Si a esta pérdida se le suma la ganancia de 20% que se esfumó (20.400 pesos) se concluye que el deterioro total de rentabilidad fue de 33.216 pesos, que representa casi la tercera parte del ingreso que puede obtener ahora.
Inflación en dólares
Hagamos ahora los mismos cálculos para esta empresa hipotética, pero en dólares, recordando que en diciembre de 2023 el TCO valía 800 pesos y en el mismo mes de 2024 pasó a 1.020 pesos. Su costo de producción hace un año era de 80 dólares y su rentabilidad, de 20 dólares; de ese costo 64 dólares eran insumos y 16 mano de obra.
¿Qué pasó un año después? Bueno, los insumos pasaron a costarle casi 82 dólares y la mano de obra casi 31 dólares, o sea un costo total de casi 113 dólares; si el precio internacional siguió siendo de 100 dólares, pasó de ganar 16 dólares a perder casi 13. ¿Por qué? Porque en ese lapso sufrió una inflación de costos en dólares de más de 41%, ¡en un solo año!
Queda claro entonces que la política cambiaria actual, orientada a consolidar el proceso de desinflación en pesos, en lugar de incentivar exportaciones para resolver la carencia de divisas, lo que hace es desincentivarlas grotescamente a través de un brutal proceso de inflación en dólares de los costos internos que no sólo volatilizan la rentabilidad empresarial, sino que la transforman en pérdida real que destruye el negocio de exportar.
¿Qué podría haber hecho esta empresa hipotética para mantener su rentabilidad original? Para sostener una rentabilidad del 20% con su ingreso actual de 102.000 pesos esta industria exportadora tendría que haber tenido un costo total de 81.600 pesos en vez de los actuales 114.816 pesos, lo que implica un incremento real de costos de más de 40%, como se dijo antes. Para neutralizar ese incremento tendría que llevar a cabo una reducción del 29% en sus costos actuales, para lo cual tiene tres alternativas, antes de abandonar el negocio exportador:
*Aumentar la productividad incorporando tecnología ahorradora de mano de obra, que es el costo que más se encareció.
*Sustituir insumos nacionales por importados, para aprovechar el retraso cambiario por el lado de los costos.
*Reducir la tasa de rentabilidad del 20% a un porcentaje menor.
Ajuste recesivo
La primera alternativa implica caída de la demanda para los productores nacionales desplazados por las nuevas importaciones, afectando el nivel de actividad interna y agravando aún más la disponibilidad de divisas. La segunda conduce a un aumento directo de la desocupación y una mayor reducción de la demanda global, con impacto adicional negativo sobre el nivel de actividad económica. Y la tercera afecta el potencial inversor propio de la empresa para ampliar su capacidad de producción futura.
Normalmente, el orden de factibilidad de estas alternativas es inverso al expuesto, es decir, primero reducir la tasa de ganancia que es lo más rápido, luego o simultáneamente explorar la disponibilidad de insumos importados más baratos, lo que implica detectar y calificar ante proveedores externos, y por último aplicar nuevas tecnologías, que no sólo implica explorarlas y adoptarlas sino también el costo de indemnizaciones por rescisión de contratos laborales por reducción de personal.
Sintetizando lo anterior, yendo del corto al mediano y largo plazo, el proceso de sostener la competitividad internacional de la producción industrial arranca, en un contexto como el actual, con la reducción -y hasta eliminación transitoria- de la ganancia, la reconfiguración del esquema de proveedores hacia insumos importados y la adopción de nuevas tecnologías que mejoren la productividad.
Sin embargo, un proceso completo de reconfiguración competitiva lleva años y acá estamos viendo que el retraso cambiario no da tiempo más que para perder plata a más del 12% anual sobre el capital de trabajo de las empresas o perder los mercados externos ganados con tanto esfuerzo, sin contar con que las otras alternativas, de persistir esta situación, implicarían menor actividad económica interna y mayor desocupación.
Y si todo esto se piensa compensar desde el punto de vista de las divisas con las exportaciones primarias, eliminando retenciones, incluyendo el litio, el gas natural líquido, la minería, la pesca y nada más, lo que nos espera es un desmantelamiento industrial progresivo con menos puestos de trabajo formales, más cuentapropismo y marginalidad social.
Mientras tanto, la mayoría de las entidades gremiales empresarias siguen con un discurso timorato, apenas levantando un poco el tono por la amenaza trumpista de aumentar los aranceles de importación en EE.UU., cuando el problema de fondo que ya lleva más de un año es de cabotaje: el retraso cambiario o inflación en dólares de la política libertaria, que es los que realmente habría que discutir y reclamar.
* Coordinador de la Licenciatura en Economía de UNAJ – @novak_daniel