Cavallero es licenciada en Sociología e investigadora de la Universidad de Buenos Aires. Sus trabajos se centran en la relación entre deuda, capital financiero y violencia. Es autora, junto a Verónica Gago, de Una lectura feminista de la deuda y lucha incansablemente por los derechos del campo popular. “Hay una disputa histórica dentro de la ciencia económica, que es una ciencia social pero que quieren borrar ese carácter, sobre todo desde la hegemonía neoliberal desde la década de los ’70, intentan separar a la economía de las ciencias sociales y transformarla en un problema matemático donde podés sumar y restar y eso te puede dar bien, sin importar que el 30% de la población esté debajo de la línea de la pobreza”, dice Luci.

Se trata de separar la economía de los cuerpos que producen valor, de los cuerpos sobre los que efectivamente caen los efectos de esos programas económicos y por eso, dice “me parece que hay que hacer un ejercicio político para volver a generar otras formas de hablar de economía, otras narrativas, otras palabras: no podemos seguir hablando con la lengua del Mercado y tomar las mismas variables que toman los neoliberales como las que indican la salud de la economía o no”.

¿Es una batalla que vienen dando desde la economía feminista?

--Sí, hace ya tiempo y cuando se dice ordenar la macro, de lo que se está hablando obviamente es de que cierre una cuenta matemática que por supuesto es importante quienes tienen responsabilidades de gobierno pero el problema es que eso se volvió incluso un consenso a veces que es apoyado también por sectores del campo popular. Esto de que el gran problema de la Argentina es el déficit fiscal, a eso se le llama ordenar la macro. Ahí hay una batalla cultural de primer orden que se instaló ya hace muchos años y que tiene que ver con ese relato de que había una fiesta, un exceso de gastos. Cuando se habla de déficit fiscal solo se habla de "gasto social" y nunca de las exenciones tributarias de las que gozan lo más ricos. Y además esta lectura deja afuera el problema estructural de la economía argentina que es la falta de dólares y ahí entra muy claramente el rol de la deuda externa.

¿Cómo repercute en nosotras el vivir endeudadas?

--Terminamos viviendo en una casa vez más endeudades para vivir, aceptando que la deuda es el estado natural de las cosas. Nuestro país tiene décadas de historia con la deuda, ni bien se independizó se tomó la deuda Baring Brothers y la presencia del Fondo Monetario Internacional, no hay que olvidarse, viene un año después del golpe del ’55. Siempre la deuda aparece muy vinculada a la sangre, a la represión de la organización popular, y a la estrategia geopolítica de los países dominantes para impedir el desarrollo de Argentina, en connivencia con las elites locales que siempre prefirieron un modelo de extranjerización de la riqueza, un modelo de fuga del excedente antes que un modelo de desarrollo y de producción nacional.

¿Qué características tiene esta nueva deuda?

--Los planes de ajuste del Fondo Monetario van cambiando porque tienen que ver con las relaciones de fuerza que se van estableciendo a nivel geopolítico, pero en general son planes que te piden que devalúes, que bajes el gasto y hay un particular ensañamiento con lo provisional. El Fondo está pidiendo desde el 2018 que se terminen con las moratorias provisionales. Desde entonces hizo campaña de que en Argentina hay un gasto un excesivo en lo previsional y que eso debía ser recortado y por eso desde el feminismo levantamos muy fuerte la consigna de las moratorias previsionales que vencieron el domingo y no se renovaron. Y eso implica que el 90% de las mujeres y el 70% de los varones no puedan jubilarse aun teniendo la edad para hacerlo. Es bastante mamarrachesco lo que están haciendo porque me parece que estamos en una fase que ya es una especie de capitalismo financiero de rapiña que ni siquiera se interesa en mantener ciertas formas de la democracia liberal.

¿Cómo se puede hacer culturalmente para entender que el acuerdo con el Fondo es algo que empobrece a la sociedad y al país?

--Bueno, obviamente no tengo la receta pero creo que ahora tenemos una oportunidad histórica porque hay un conflicto bien concreto que se está volviendo masivo. Por ejemplo, en el momento de Macri, cuando nosotras decíamos lo de las moratorias, no era tan claro, no había un grupo de jubilades que se juntaban todos los miércoles. Necesitamos ponerle palabras concretas a lo que significa la política de austeridad y ajuste del Fondo Monetario. Nueve de cada 10 mujeres no se van a poder jubilar por el Fondo Monetario. Son nuestros abuelos, son nuestros viejos: es el Fondo Monetario Internacional contra la posibilidad de jubilarse de la gente. Necesitan bajar el gasto previsional para que haya un Estado que se haga menos cargo de los riesgos que implican nuestras vidas y que pueda destinar cada vez más a pagar esa deuda, porque esa deuda es por muchos años.

La deuda se profundizó muchísimo más con la dictadura del ’76 y el Plan Económico de Martínez de Hoz, ¿no es cierto?

--Sí, las Madres de Plaza de Mayo fueron las primeras que marcharon con una bandera que a mí me formó políticamente de chica que decía ‘el poder financiero es terrorista’, invirtiendo el término de terrorismo con el que acusaban a sus hijos y diciendo que el terrorismo lo ejerce el Estado y que el terrorismo es financiero, en términos de lo que produce como aplicación de un plan de miseria planificada en la población. Creo que la vinculación entre la deuda y la dictadura cívico eclesial empresarial militar es algo que hay que retomar y reponer constantemente porque ahí está eh ahí está el huevo de la serpiente, cuando queda claro que un régimen de saqueo financiero cierra con la aplicación de violencia sistemática. La dictadura tenía un objetivo profundo que era cambiar hábitos y prácticas de la población hacia una mayor financiarización de las vidas, como hicieron con la ley de Entidades Financieras que todavía está vigente.