Los lobos cazan en manada.

Avanzan en círculos concéntricos desde el más amplio al más pequeño hasta encerrar a la presa para no dejarle ninguna escapatoria.

La técnica en ellos consiste en cansar a la presa, acecharla durante horas y días, hasta que al final, cuando llegan al círculo más pequeño, la presa no tiene ya la fuerza para poder ni resistirse ni escapar hacia ninguna parte.

Hay uno que organiza la cacería. También, los modos y los tiempos en los que la presa será devorada.

Ése es el líder.

El líder, obvio, se come la parte mejor de la víctima. Léase lo que es más sabroso y nutritivo. Deja los restos y organiza quiénes comen. Hay lobos que no llegan a agarrar nada.

Del lobo alfa al omega, hay una distribución exacta de los tiempos y formas de la alimentación de cada quién.

¿Nos estaremos convirtiendo en lobos, che?

La leyenda del lobizón es antigua, ha crecido y se ha multiplicado en todas las épocas y en todos los ámbitos. El séptimo hijo varón, el que en las noches de luna llena se transforma en hombre lobo para devorar a sus presas y luego volver, como si nada, a convertirse en el hombre de siempre.

Grandes autores abrevaron en la leyenda, Louis Aragon escribió un poemario fabuloso llamado “Licantopría contemporánea” y nuestro gran Leonardo Favio, entre otros, se inspiró en el tema para regalarnos esa fantástica película titulada Nazareno Cruz y el lobo, flor de película y muy recomendable para quienes no la vieron…

La leyenda del hombre lobo siempre habla del lobo solitario, el lobo estepario de Herman Hesse…

No precisamente de la manada.

Pero la mayoría de los lobos crecen en manada, cazan en manada, se reproducen en manada y mueren en la manada.

El hombre como lobo del hombre, fue considerado por Thomas Hobbes en su obra Leviatán, aparecida hacia 1651.

Estamos en 2025.

Mucha agua corrió bajo muchos puentes pero el hombre sigue siendo el mismo.

La especie humana te diría.

La manada se maneja por instinto.

Necesita un líder y ése es el que gobierna.

Acá se vota.

¿Se vota?

¿O se bota?

Entre candidatos y candidatos hay opciones que espantan, otras no, pero, casualmente ésas son las que sacan menos votos.

Hay gente que vota con furia, hay gente que vota con ideales, hay gente que vota por favores de acá y de allá y así se manejan, hay gente que vota por hambre y nada más y algunos, muy pocos, votan con ilusiones.

Hay algunas personas que todavía siguen creyendo en algunas cosas.

La mayoría sigue siendo buena gente.

A pesar de.

A pesar de las estafas, las coimas, los exabruptos, la falta de respeto, la violencia institucional (que no sólo es de la policía o la gendarmería), los sueldos que no alcanzan, la inflación que arrecia y la mar en coche.

La mar en coche decía mi abuelita por allá lejos y hace tiempo, cuando el ministro Rodríguez hizo explotar el país…

¿Cuántas veces explotó? ¿O no termina de explotar nunca?

Como debiera de explotar, digo…

La resignación de muchos y la mansedumbre de los otros suena a una naturalización de la injusticia aberrante.

En un país con histórica movilidad de clases sociales la palabra “casta” devino casi un lema.

Con un proyecto de gobierno francamente colonialista y entreguista, ya nadie se sorprende de la masa de intocables que comen de la basura y duermen en la calle.

Ninguna protectora animal viene a defender los derechos de los humanos que transitan a sangre sus propios carros.

Del alfa al omega, en la comunidad de lobos todo está exactamente establecido.

Quién come y quién no, quién tiene el derecho de aparearse, quién se va y quién se queda.

El líder gobierna.

Por la fuerza bruta, por la astucia o la maldad.

Muchas veces por el dinero que le pasan por debajo de la mesa.

Ése es el que organiza cómo se devora la presa.

Todo es instinto.

El salto a la yugular, tan sólo es cuestión de tiempo.

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