Juan Augusto Rattenbach es abogado, magíster en Economía Aplicada y docente universitario. En 2023, viajo por última vez a Malvinas y volvió a convencerse de que “no existen emociones intermedias" respecto al tema. "De la euforia de estar ahí uno pasa al dolor sin escalas", asegura.
Con esa pasión, habla con Buenos Aires/12 y asegura que "Malvinas en algún momento formó parte de la provincia de Buenos Aires" y brinda detalles: "Si pensamos en cómo estaba organizado administrativamente el Virreinato del Río de la Plata, se decidió que la intendencia de Buenos Aires arrancara, digamos en el norte, por el río Paraná en el límite con Santa Fe y eso llegara hasta el sur, lo que sería Tierra del Fuego, Cabo de Hornos y también Malvinas. Cuando se produce la revolución y en 1820 Buenos Aires se convierte en una provincia autónoma, le correspondió a esta gobernación hacerse cargo de toda la Patagonia Austral: Tierra del Fuego, Malvinas y si me corrés un poco, la Antártida también. Entonces, lo que tenemos en la década de 1820 es un ejercicio pleno de soberanía de Malvinas a través de actos administrativos y jurídicos emitidos por el gobierno de la provincia de Buenos Aires".
Es en este contexto, cuenta Rattenbach, cuando se consolida el pueblo argentino de Malvinas. Había peones de campo, del litoral, comerciantes venidos de Europa, incluso afroporteños. Todos viviendo en Malvinas bajo la bandera argentina festejando el 25 de mayo y el 9 de julio. También fue en ese momento cuando se creó la comandancia de Malvinas elevándole el estatus jurídico aunque seguía siendo una dependencia del gobierno de la magna provincia de Buenos Aires.
Ya a fines del siglo XIX, el tándem tucumano Avellaneda-Roca decide fragmentar Buenos Aires en territorios nacionales. "Ahí se crean los territorios nacionales de La Pampa, Río Negro, Chubut, Santa Cruz, Tierra del Fuego y Malvinas. Esta separación en territorios nacionales luego se constituye en las provincias de la Patagonia, pero hasta ese momento todo formaba parte de la provincia de Buenos Aires", repasa.
--La primera invasión de las Islas se produce durante el gobierno de Juan Manuel de Rosas. ¿Cómo fue y cuál fue su reacción?
--La precuela arranca con Estados Unidos. Entre 1829 y 1832 sería el primer gobierno de Rosas. En ese momento, el comandante en Malvinas era Luis Vernet y dependía de la provincia de Buenos Aires, que tenía leyes muy estrictas en cuanto a la preservación de lo que eran los recursos naturales de la época. ¿Cuáles eran los recursos? Bueno, los lobos marinos del sur, cuya caza estaba prohibida. Esto obligaba a los buques ingleses y estadounidenses a pedir un permiso especial a Buenos Aires para hacerlo. Un día, Vernet se encuentra con tres buques de Estados Unidos que cazaban sin permiso, los apresa, los manda a juzgar a Buenos Aires. En represalia a este acto de soberanía, Estados Unidos decide atacar y bombardear las Islas Malvinas destruyendo el establecimiento argentino. Esto fue en diciembre de 1831. Para ese momento gobernaba Rosas, que exigió a Estados Unidos una indemnización producto de este ataque. Eso escaló a punto tal que en 1832 terminó echando al embajador de Estados Unidos. Este acto convirtió a la Argentina en el primer país de la historia de la humanidad en echar a un embajador estadounidense debidamente acreditado.
--¿Y luego?
--El mandato de Rosas termina en diciembre del ‘32, asumió Balcarce y en esa transición de gobierno es que los británicos aprovechan el estado de vulnerabilidad de las Malvinas y las ocupan. La conclusión que sacamos de estos episodios es que Estados Unidos quería los recursos de las Islas Malvinas y Gran Bretaña quería apoderarse del archipiélago para controlar el pasaje bioceánico del Atlántico hacia el Pacífico y empezar sus incursiones hacia la Antártida. Este tándem Estados Unidos-Gran Bretaña entre 1831 y 1833 se repitió de forma casi calcada durante la guerra de Malvinas en 1982. Lo que tenemos ya con el segundo mandato de Rosas que arranca en 1835 y termina con la batalla de Caseros 1852 es que él sienta las bases junto a Manuel Moreno, que era el embajador argentino del Reino Unido, del reclamo de soberanía en Malvinas. Es decir, si hoy la Argentina en términos de diplomacia, política y derecho internacional está firme en el reclamo, en parte se lo debemos a Juan Manuel de Rosas y a Manuel Moreno que hicieron todos los deberes para que el reclamo en términos jurídicos tenga vigencia.
--¿Por qué diría que es importante para los bonaerenses hablar de Malvinas?
--Primero la cuestión histórica. Malvinas formó parte de la provincia Buenos Aires, muchos de los gobernadores de la propia historia provincial fueron quienes se encargaron de constituir el pueblo argentino en Malvinas y de iniciar el reclamo de soberanía. También la cuestión de los veteranos es fundamental. No es que en la guerra de Malvinas pelearon solamente veteranos de la Patagonia. Pelearon argentinos de todas las provincias. Se suele hablar mucho de los veteranos de Corrientes, del litoral, de Misiones. Pero hay una gran cantidad de veteranos bonaerenses y eso también se refleja en los centros de veteranos que se han organizado en distintas localidades de la provincia y por eso es muy común ver en cada ciudad, en cada localidad, un monumento de Malvinas muchas veces homenajeando a los propios veteranos de esas ciudades, sea Luján, Bragado, Avellaneda, La Matanza. Malvinas forma parte, creo yo, de la identidad bonaerense.
--¿Tiene recursos la Provincia para continuar el reclamo de soberanía más allá de las gestiones nacionales?
--Hay una ley que para mí es fundamental, la ley Gaucho Rivero. Tiene su origen en Tierra del Fuego en el año 2011. Es una ley provincial que prohíbe el amarre de todo buque británico o extranjero que haya estado en Malvinas sin la debida autorización. Ahora, lo interesante de esta ley fueguina que se votó en la legislatura en Ushuaia es que se replicó con leyes provinciales de forma solidaria en las provincias que tienen acceso al litoral marítimo, como Santa Cruz, Chubut y entre ellas también la provincia de Buenos Aires, en 2012. No dudó en hacer una ley análoga para que si llegase un buque que estuvo en Malvinas sin la debida autorización fueguina o nacional a algún puerto bonaerense se tomaran medidas al respecto. También hay una ley para formar a los funcionarios públicos y a los trabajadores del Estado sobre Malvinas que tiene media sanción en la Cámara de Diputados y falta la aprobación del Senado. Esa sería una herramienta muy interesante para poder hacer una malvinización a escala provincial.
--¿Cómo se aborda hoy la cuestión de la soberanía sobre Malvinas y la bicontinentalidad en la escuela?
--El año pasado se hizo una capacitación docente en el Teatro Coliseo Podestá de La Plata a docentes de primaria en la que, entre otras cosas, se les entregó un mapa bicontinental a cada uno. Ahora se están haciendo diseños curriculares sobre cómo encarar la cuestión Malvinas en el aula y, sobre todo, conectado a un tema crucial como lo es la soberanía en la Cuenca de Plata, las vías navegables y este proyecto que tanto le preocupa al gobernador que es el proyecto del Canal Magdalena. Para mí, una conexión directa con Malvinas y que tiene que ver con que no puede haber soberanía marítima si no se mira desde una visión total y bicontinental, incluyendo las vías navegables.
--¿Cuál fue la postura histórica del Estado argentino y qué forma tomó con los distintos gobiernos que sucedieron, incluyendo la gestión de Javier Milei?
--Lo primero que hay que decir es que Malvinas tiene que ser una política de Estado. No lo digo como una mera frase sino que lo tiene que ser porque es una causa del pueblo argentino. Los gobiernos pasan, el Estado queda, el pueblo queda y la causa queda. Entonces, hay un problema que tiene la política exterior o los diseños de estrategia de política exterior que es que no se puede tener dos estrategias. No hace falta irnos a ejemplos muy lejanos. Vamos al ejemplo de Chile. Piñera y Boric son personas que vienen de procedencias políticas distintas, pero doy fe que la política exterior de Chile no cambió. La forma de mirar estratégicamente a la Antártida y la política de defensa no cambiaron. Tiene que haber un consenso muy fuerte con estos temas porque son constitutivos y muy sensibles. Lamentablemente si yo tengo que hacer un balance de 40 años de democracia, no se pudo consolidar una estrategia que convierta la causa Malvinas en una verdadera política de Estado. En los ‘80 hubo, para resumirlo, ruptura de relaciones diplomáticas con Reino Unido. En los ‘90, en el contexto de la caída del Muro de Berlín, el Plan Brady. Se hizo una política de acercamiento y de seducción, pensando que teniendo buenos vínculos con Gran Bretaña eso iba a ablandar su posición y se iba a hacer una transición que nunca llegó. Fue el mismo gobierno que en el año ‘99 da por finalizada la estrategia que, claro, no funcionó.
--¿Y los años siguientes?
--De 2013 en adelante hay un giro en la Cancillería y en la política exterior aprovechando el espíritu de unión sudamericana que se estaba gestando a comienzos de siglo. Esto logró que la ocupación de las Islas se convirtiera no en una causa estrictamente nacional, sino regional y latinoamericana, lo que le dio más fuerza al reclamo. Todo esto que se avanzó con mucha paciencia y con mucho tiempo se echó atrás del 2015 al 2019. Con el acuerdo Foradori-Duncan de 2016 se dio la señal de que Argentina iba a bajar la intensidad del reclamo. Eso generó consecuencias a nivel regional, y además se disuelve la Unasur, que era para mí un instrumento muy bueno a la hora de encarar Malvinas. Se intentó recrear todo de 2019 a 2023 con un éxito, vamos a decir, relativo. Se dio de baja el acuerdo firmado bajo la presidencia de Mauricio Macri y logramos, en un acuerdo CELAC-Unión Europea, que la Unión Europea ya post Brexit acusara recibo de que hay una disputa de soberanía. Pero bueno, en la actualidad se volvió a echar todo para atrás con el Foradori-Duncan 2. Se llama Mondino-Lammy pero le decimos así porque lo firmado por Diana Mondino en septiembre del 2024 es lo mismo, reeditado. Y por ahí muchos me preguntan, ¿Che, qué pasa con Brasil? ¿Qué pasa con Lula que era malvinero y ahora está tomando otras decisiones? Mi respuesta es que no podemos pedirle a los países de América Latina que sean más malvineros que la política exterior argentina. Lo cual es un problema porque sin América Latina no nos vamos a acercar ni de cerca a recuperar Malvinas.
--¿Qué implicancias tienen estos acuerdos? El Foradori-Duncan y el Mondino-Lammy.
--Bueno, básicamente piden que Argentina remueva las medidas y las leyes que tienen que ver con reforzar el reclamo, por ejemplo, las sanciones de pesca. En el fondo quieren que deje de haber unanimidad sudamericana para que ellos puedan, entre otras cosas, pescar en Malvinas y si un buque va al puerto de Montevideo o va a un puerto de Brasil no tenga ninguna consecuencia porque detrás está la Cancillería argentina. Con el último acuerdo lo que se propone, además, es inaugurar nuevas rutas aéreas que tienen por objetivo abaratar el costo de abastecimiento a la base militar británica en Malvinas, en la localidad de Monte Agradable. Porque por algo decimos que América del Sur es el granero del mundo. Es mucho más barato traer alimentos del continente sudamericano que está más próximo a las Islas que traerlos desde Sudáfrica, Nueva Zelanda y Australia. Entonces, no es solamente bajar las sanciones de actividades que son ilegales como la pesca y el petróleo, sino también abaratar el costo de la presencia militar colonial británica en Malvinas.
--¿Qué piensa de que, a veces, se use la palabra “neocolonialismo” cuando se trata la invasión de las Islas Malvinas?
--Para mí el término es colonialismo. Uno puede hablar de neocolonialismo o neoimperialismo con otros temas que por ahí están vinculados con cuál es la capacidad de soberanía que tiene un país sobre su propia economía o con la deuda externa. Acá estamos hablando de un colonialismo clásico, exactamente de ocupación de territorio, donde hay un pueblo original que fue desplazado por el uso de la fuerza, población implantada, un espacio que está absolutamente militarizado y donde se depredan los recursos naturales, como lo era Potosí en el siglo XVII. Lo mismo ocurre con los recursos del Mar Argentino. Flamea la bandera de una potencia europea en suelo americano, en suelo argentino y, además, las autoridades y las decisiones se toman en Londres. Colonialismo pre 1810. En lo económico y en lo político.
--¿Cree que es estratégicamente necesario familiarizarse con el mapa bicontinental, de la Argentina completa en toda su extensión?
--Ahí hay dos cuestiones. Primero, que el mapa bicontinental acerca a la Patagonia y a la Antártida en su verdadera dimensión para las provincias que a partir de ahora son del norte argentino. Digo el norte desde el Río Negro hacia arriba, para mí eso ya es el norte argentino. Tierra del Fuego sería el centro geográfico. Eso genera una mayor cercanía y una dimensionalidad más certera de cuál es nuestra soberanía territorial. También hay que entender que el mapa bicontinental es la hoja de ruta argentina del siglo XXI. Por eso también es fundamental, tomando en cuenta que un 25 por ciento de nuestro país está ocupado por Gran Bretaña, las Islas y 200 millas de mar alrededor de cada una. Está ocupado casi todo el Mar Argentino. Y también sirve para quienes viven en el sur o en el nuevo centro. Es decir, los que viven en la Patagonia que también vean desde una mirada holística la soberanía y también visualicen las vías navegables y la Cuenca del Plata, porque si no parece que las provincias litoraleñas se preocupan por el Paraná y no se preocupan de la Patagonia y los que viven en la Patagonia se preocupan por el Mar Argentino o la cordillera y se desentienden del río Paraná y del río Uruguay. La idea de ese mapa es sintetizar la soberanía nacional y que todos tengamos un concepto de norte a sur o de sur a norte de nuestra patria. La cuestión del Canal Magdalena es fundamental porque después de la guerra de Malvinas es que se producen todas estos cortes y medidas sobre las vías navegables. No es casualidad.
--Como si el país estuviera desdoblado en términos de vías navegables.
--Se encuadra dentro de la posguerra de Malvinas donde Argentina se queda sin marina mercante y el Estado nacional se queda sin los puertos porque se desregula la actividad portuaria. Hoy tenemos puertos privados que son casi como embajadas, tienen una inmunidad tipo diplomática. Después tenemos esta trazabilidad y esta mal llamada hidrovía que desemboca en el canal de Punta Indio, por el cual toda la navegación del litoral desemboca en el río de la Plata y se desvía hacia Montevideo. Está desdoblada la navegación de los puertos y la infraestructura portuaria del litoral con la infraestructura portuaria del sur y de la Patagonia. Está desdoblado el país, está partido en dos en términos de navegación. El Canal Magdalena es fundamental porque permitiría reunificar la navegación de los buques que van de norte a sur por la vía troncal, permitiendo una navegación mucho más natural y fluida hacia la infraestructura portuaria de la Patagonia. Por eso me parece que es importante y hace a la bicontinentalidad la conexión fluviomarítima del país.
--¿Cómo define el concepto de soberanía?
--Para mí soberanía es una palabra que tiene muchos significados. Pero creo que la soberanía tiene que ver con que el pueblo argentino pueda decidir los destinos de la patria. Que los destinos de nuestro país no estén digitados desde afuera. Eso habla de una soberanía en términos de política exterior, infraestructura y defensa. Cómo nos vinculamos con los países vecinos de cara a una estrategia de escala continental y no sólo el Estado nacional sino el Estado en su conjunto, incluso los gobiernos provinciales, municipales, que tengamos poder de decisión sobre nuestro propio país. Lo que en términos jurídicos se denomina el imperium, que es la potestad que tiene el Estado para ejercer jurisdicción y acciones sobre el propio territorio. Y hoy no ejercemos soberanía plena en Malvinas porque está ocupada por Gran Bretaña.
--¿Cómo percibe en la dirigencia el deseo de profundizar en esa línea de lo que plantea como ejercicio de la soberanía?
--Hay personas que cumplen funciones públicas que son abiertamente probritánicas, de forma transversal a los partidos políticos. Yo creo que la solución, y hablo como ciudadano, es la malvinización. Creo que está avanzando y se está generando una especie de auditoría popular, sobre todo en redes, respecto a las decisiones que se llevan a cabo con Malvinas. Al punto tal que creo que si esto sigue así, quienes tengan que conducir los destinos a nivel política exterior van a querer tomar medidas que tiendan a reivindicar nuestra soberanía y no tener una relación complaciente con el Reino Unido. Dicho en criolllo, los errores que se cometan en torno a Malvinas van a representar un costo político.
--¿Y cuáles considera que deberían ser esas medidas?
--Creo que hay una estrategia doble. Por un lado, tenemos a la vanguardia a la política exterior, es decir Cancillería, y Defensa, Ciencia y Tecnología. Y la retaguardia serían Educación y Cultura. Yo lo veo con ese esquema. También creo que es muy importante en términos de política exterior llevarnos muy bien con nuestros países vecinos. No hay forma de que Argentina recupere Malvinas y mantenga su posición en la Antártida si no hay un consenso a nivel continental. No hay forma, no da la matemática. Argentina en soledad no puede recuperar Malvinas. Y es por eso tan importante que la política exterior sea tender puentes con nuestros vecinos y no rupturas. Hay que aumentar el presupuesto en Defensa y hacer las obras de infraestructura que hagan falta. Sobre todo tomando en cuenta el coletazo que tuvimos en los últimos años producto de la posguerra por la ruptura con nuestro histórico proveedor de armas y nuestro vínculo con el “mundo occidental”. Acá yo pongo un manto de piedad en los gobiernos de los últimos tiempos porque hay cuestiones que son estructurales que uno por ahí quiere, pero no puede. Ciencia y Tecnología también tiene que ser una política de Estado vinculada a la soberanía. Ahí el proyecto Pampa Azul era fundamental pero se dio de baja del 2015 al 2019 y se tuvo que relanzar en 2020. Y también es clave la cuestión educativa y cultural, porque no hay forma de que tengamos un Estado con políticas públicas vinculadas con Malvinas y una dirigencia política malvinera si detrás de eso no hay un pueblo malvinero. Por eso hay que profundizar la malvinización.
--Hay una parte del espectro ideológico que es entreguista. Sin embargo, ¿cree que flaquean los progresismos al abordar estos temas?
--Nunca una encuesta argentina que pregunta por la soberanía de Malvinas te va a dar con un nivel positivo de aprobación por debajo del 90 por ciento, lo que la convierte en la única causa realmente nacional. ¿Habrá un 2 por ciento que no la comparte? Bueno. El problema es que ese 2 por ciento esté en espacios de poder. Ese progresismo que vos mencionás en su gran mayoría está dentro del 98 por ciento que dice que las Malvinas son argentinas, entonces creo que tiene que ver con una cuestión de prioridades. Si nosotros hacemos prioridad la cuestión de soberanía de Malvinas nos va a obligar a analizar como un paradigma filosófico todas las demás cuestiones de la política nacional.
--¿Por ejemplo?
--El tema de las cuestiones ambientales, por ejemplo, un gran bastión del progresismo en nuestro país. La vamos a hacer a imagen y semejanza de la agenda que nos proponen los británicos en nuestro mar ¿Para qué? ¿Para preservar los recursos pesqueros que después terminan depredando en Malvinas? ¿O vamos a tener una agenda ambiental, que es una causa noble, pero desde una perspectiva nacional? Yo creo que la discusión pasa por ahí. La malvinización es un paradigma que no digo que tiende al infinito, pero que sí es una visión filosófica que te obliga a replantear todos los esquemas de la agenda nacional, sean ambientales, económicos, educativos. Y hay que reivindicar que nosotros podemos sostener estas causas nobles pero desde una perspectiva nacional y no ser reproductores de la agenda británica en nuestro territorio, en nuestro mar. Porque detrás de algunos proyectos de áreas marinas protegidas está el interés británico de que los buques argentinos dejen de pescar en la porción de mar que controlamos efectivamente para que esos cardúmenes, cuando en alguna temporada del año se dirijan hacia Malvinas, los puedan pescar ellos. El área marina protegida puede ser un instrumento noble para preservar la fauna marina. Ahora, la vamos a preservar de los buques argentinos pero mientras tanto la pescan los británicos en nuestras islas. Bueno, ahí es donde de a poco se van viendo las contradicciones.
--¿Eso puede modificarse a partir de los cambios que ve sobre las discusiones en torno a Malvinas?
--Sí y doy fe porque conozco muchos casos de progresistas que tenían como prioridad la agenda ambiental porque pensaban que al planeta le quedaba poco tiempo y que había que tomar medidas urgentes, y empezaron a rever esto. Personas que hace cuatro años hubieran aceptado sin discutir un proyecto de área protegida impulsado por Gran Bretaña están empezando a crear un paradigma con mirada del interés nacional. Hoy te dicen abiertamente que sin defensa y sin fuerzas armadas no hay preservación ambiental. Es parte de, lo que espero, sea un espíritu de época así que en ese sentido soy optimista. Creo que somos todavía un país joven y que, a pesar de que a veces nos desanimamos y nos ponemos pesimistas no sólo por lo que pasa a nivel nacional, sino por lo que pasa también a nivel mundial, está todo por hacerse.