El mural ocupa casi toda la pared lateral del Cementerio Municipal de Chascomús, esa que da a la Autovía 2. No es sólo un homenaje: es una forma de gritar memoria en tiempos complejos para los derechos humanos en territorio bonaerense, una forma de señalizar que ahí, durante 47 años, estuvo enterrada como NN una mujer que fue víctima del terrorismo de Estado. Su nombre era María Angélica Mellace. Su historia, como la de tantas otras, había quedado sepultada bajo tierra y burocracia. Pero el trabajo del Equipo Argentino de Antropología Forense, de la Comisión Municipal de la Memoria de Chascomús, del Instituto Cultural bonaerense y de su familia, logró que esa historia volviera a tener rostro, nombre y un lugar donde recordarla.
El acto de inauguración del mural fue una de las actividades centrales de la Semana de la Memoria organizada por el municipio. Pero para Emilio Massucco, uno de los hijos de María Angélica, fue mucho más que eso: fue un reencuentro, un alivio, una herida que cicatriza aunque no desaparece.
“La comunidad de Chascomús alineados con la causa, no solo nos recibieron con cariño, sino que además con comprensión, empatía y amor. Nos llenaron de abrazos y la mejor compañía”, expresa Emilio, en diálogo con Buenos Aires/12. A su lado estaban su esposa y sus dos hijas, nietas de esa mujer que fue secuestrada cuando él tenía apenas dos años. Su voz no se quebró, pero en sus palabras se sentía el peso de toda una vida atravesada por la ausencia.
“Lo primero fue que en este contexto de tanta deshumanización, esto es una caricia al alma y una fuerte esperanza de justicia”, asegura vinculando sus emociones con el contexto actual de lucha por la defensa de los derechos humanos frente al desconocimiento por parte del gobierno nacional de Milei y Villarruel. El mural, fue realizado por el equipo de muralismo y arte público del Instituto Cultural bonaerense a partir de un pedido específico de la Comisión Municipal.
Una vida arrancada
María Angélica Mellace nació en La Plata en 1944. Militaba en Vanguardia Comunista y trabajaba como administrativa. Fue secuestrada en noviembre de 1976 en La Plata por un operativo del Primer Cuerpo del Ejército. No se registró su paso por ningún centro clandestino. Su cuerpo fue hallado dos meses después en un campo a las afueras de Chascomús, con ambas manos amputadas y un disparo en el corazón. Fue enterrada como NN en el cementerio local. En abril de 2023, 47 años después, sus restos fueron identificados.
“Enterarme que haya pasado en un centro clandestino de detención, una eternidad en el infierno, y saber cómo la asesinaron… eso me generó tristeza, e injusticia. Y por otro lado pensar y sentir que ya no está más desaparecida, que ahora está con nosotros, que nuestra situación respecto a mi mamá es una excepción, el lado afortunado de un final terrible, pero con un fin en la historia, un cierre. Un dejo de una extraña felicidad”, afirma.
La frase resume lo que muchos familiares de desaparecidos expresaron cuando, luego de décadas, logran identificar a sus seres queridos: un duelo tardío, un alivio cruel, una despedida. Emilio no esquiva las emociones, pero las traduce en algo más grande: un compromiso con la memoria, una militancia por los derechos humanos.
La memoria no se borra
“Es sumamente importante ya que el hecho que se mantenga vivo el recuerdo y que cada vez se haga más al respecto a pesar del negacionismo”, advierte. Y refuerza con ímpetu: “Lo importante es no repetir, que las próximas generaciones sepan y comprendan la barbarie de lo sucedido en la dictadura, que no puede volver a suceder y que para evitar nuevamente un gobierno como este, que los jóvenes entiendan de conciencia social, que uno no se salva solo”.
En tiempos donde desde el gobierno nacional se relativizan los crímenes de la dictadura, se cuestionan las cifras y se promueve una “revisión” de la historia en nombre de una supuesta libertad de pensamiento, los homenajes como el de María Angélica Mellace adquieren una dimensión mucho más profunda.
“La tarea por los derechos humanos no es una moda, ni un momento, ni tiene dueños. Es siempre, es aquí y ahora”, explican también desde la Comisión Municipal de la Memoria de Chascomús a Buenos Aires/12, cuyo organismo impulsó la creación del mural como parte de una política local que busca construir memoria desde lo cotidiano, con jóvenes, con escuelas, con acciones concretas. “Donde hay preguntas a la fuerza se buscan las respuestas, y con ellas, ámbitos de debate”, destacan.
Emilio lo entiende así también y señala que las entidades que apoyan los derechos, la justicia, y la verdad son esenciales en estos contextos. “Estoy viendo que los discursos y acciones negacionistas lo único que están logrando es fortalecer más nuestras ideas y posturas. Ya que ellos solos demuestran un fracaso rotundo de su teoría sobre la forma de ver la vida misma, en base al individualismo. Elijo creer que sola la gente se va dando cuenta de ello”.
A la ceremonia asistieron representantes del gobierno municipal, la Comisión por la Memoria, organizaciones sociales y vecinos que se acercaron a abrazar una historia que ya es colectiva. El mural, pintado entre el 13 y el 16 de marzo, se completó con una placa recordatoria en la pared donde estuvo enterrada María Angélica. También se proyectó un video realizado por su nieta y una presentación de estudiantes del programa “Jóvenes y Memoria”.
Cada detalle fue pensado, cada gesto fue cuidado, según comentan desde la Comisión por la Memoria y esta atención fue agradecida por Emilio. “Soy padre y veo claramente la importancia de la presencia de los padres en la vida y educación de cualquier niño. Su ausencia llenó de carencias mi crecimiento”, sostiene.
A su vez, Emilio no duda en qué mensaje le daría a las nuevas generaciones sobrecargadas por la información que circula en las redes sociales: “Que lean más historia argentina… Que no se dejen abrumar con sobreinformaciones, que es el método de control de hoy. Que pongan en tela de juicio todo, que debatan y escuchen, y se comprometan con amor a su país lo antes posible”.
En el fondo, el mural no sólo retrata a María Angélica Mellace. Es un espejo donde muchas otras familias pueden reconocerse. “Es un recordatorio incómodo para quienes eligen mirar para otro lado, una caricia al alma”, insiste Emilio.
“No es sólo una historia trágica”, dicen desde la Comisión. “Es también una historia de persistencia, de justicia, de amor. Porque en cada mural, en cada placa, en cada palabra dicha en voz alta, hay una certeza que se vuelve bandera: Son 30.000. Fue genocidio. Nunca Más”, completan.