En el dialecto quechua andino, "Puna" significa "altiplano" y hace referencia a la macro-región de la meseta andina que se extiende por Chile, Argentina y Bolivia. Esta zona ahora es más conocida por su valor histórico y cultural que por su riqueza mineral, y comúnmente se la denomina el Triángulo del Litio.
El litio es un mineral estratégico crucial para la transición energética de los países "primer mundistas". La región de la Puna alberga aproximadamente el 59% de los recursos globales de litio conocidos, lo que la convierte en un área de gran interés geopolítico y minero.
A diferencia de otros países ricos en litio, como Australia, aquí el mineral se extrae de la salmuera que se encuentra debajo de los "salares" (planicies salinas), que se formaron en la Puna a lo largo de eras geológicas. Como explica Kamal, un investigador de la Universidad de Nevada, "La salmuera en el denominado triángulo del litio tiene algunas de las concentraciones más altas de litio."
El litio extraído de las profundidades del lago salado se deposita en piscinas de evaporación para maximizar la concentración del elemento antes de su posterior purificación. Dado que la salmuera se extrae del subsuelo junto con el agua de los acuíferos salinos, los residuos de agua generados por este proceso son enormes, en una zona que ya se caracteriza por la falta de lluvias y recursos hídricos.
El intento de entender las complejidades y contradicciones de la transición ecológica y el "extractivismo verde" promovido como una solución para frenar el calentamiento global nos ha llevado al corazón de una de las áreas consideradas "sacrificiales".
En la Puna, las altitudes pueden llegar hasta los 4.200 metros sobre el nivel del mar, lo que hace imposible el crecimiento de vegetación, favoreciendo en su lugar un paisaje seco, casi desértico. Para llegar a las zonas habitadas de la Puna, se debe viajar durante horas a través de desiertos salpicados de picos nevados, vastos salares y manadas de vicuñas. Quienes viven aquí pertenecen a los pueblos Kolla y Atacama, que han habitado estas tierras durante un período indefinido. Son principalmente pastores de llamas y cabras, tejedores y mineros. En agosto, ofrecen alimentos a Pacha Mama (Madre Tierra) como muestra de respeto por la tierra. Flamencos, ñandúes, pumas y muchas especies de aves también habitan este ambiente tan duro, congregándose alrededor de oasis conocidos como "vegas", donde el agua es abundante.
Alrededor de los salares, las empresas mineras dominan. A un lado de la carretera, se puede ver el cartel de Olaroz-Cauchari, el mayor "salar" de la provincia argentina de Jujuy. Aquí, dos grandes proyectos de extracción de litio están en funcionamiento: Arcadium RíoTinto y Exar. Desde la ruta nacional, se puede ver la vasta planta de piscinas de evaporación y la refinería de Arcadium a un lado, mientras que al otro lado se observan las instalaciones de Exar y el sistema de tuberías de bombeo de agua utilizado para el proceso de extracción. El acceso a estas minas es imposible debido a las vallas y los puestos de vigilancia que monitorean constantemente el perímetro. "¡No es seguro acercarse a las empresas!", advierte Jorge Mamaní, un activista y militante contra el extractivismo originario de la Puna, cuando lo encontramos en el pueblo de Santuario de Tres Pozos, cerca de las Salinas Grandes.
Jorge lleva más de 10 años protestando contra el extractivismo minero en la región y está bien consciente de los peligros sociales y ambientales. "Aquí, las comunidades indígenas se han unido para decir no al litio, formando una asamblea comunitaria para defender los escasos recursos hídricos de la zona", comenta Jorge. "Ahora, el Banco Mundial ha reconocido los derechos de las poblaciones indígenas de Salinas Grandes, deteniendo todos los proyectos de exploración activos hasta que se establezca un diálogo con todas las comunidades afectadas y se tomen decisiones sobre el uso del suelo de manera conjunta". El Banco Mundial, que otorga financiamiento a proyectos extractivos a cambio de cumplir con estándares mínimos ambientales y sociales, tiene un gran poder de negociación sobre las empresas y ha logrado detenerlos temporalmente.
Este es un gran logro para las comunidades indígenas de la Puna, que hasta ahora se habían resignado a su destino después del fracaso de su resistencia a la reforma constitucional impulsada por el exgobernador Gerardo Morales en 2023. Desde entonces, sus derechos indígenas —y por lo tanto, la posibilidad de reclamar la propiedad de las tierras comunales— parecían completamente perdidos. Además, el éxito de la reforma, que buscaba, entre otras cosas, promover inversiones mineras, ha contribuido a la división de las comunidades que antes se habían unido para resistirla.
Naturaleza sacrificial
"Las empresas explotan las limitadas oportunidades económicas de la región sin necesariamente iniciar verdaderos procesos de consulta", explica Marcelo Sticco, geólogo de FARN y activista que trabaja junto a las comunidades indígenas de la Puna jujeña. "Algunas comunidades, situadas más cerca de los salares, pueden beneficiarse del turismo y la extracción de sal, mientras que las comunidades más distantes son inevitablemente excluidas. Es precisamente sobre estas comunidades que las empresas ejercen presión, ofreciendo empleos, servicios básicos y cursos de capacitación a cambio de firmas para obtener licencias sociales del estado, que son un requisito para cualquier proyecto minero."
Entre los proyectos detenidos por la decisión del Banco Mundial se encuentra uno de Tecpetrol, la subsidiaria ítalo-argentina de Techint, que había comenzado recientemente la exploración avanzada en la zona cercana a la Laguna de Guayatayoc, cerca del pueblo de Rinconadillas. "El proyecto recibió el 'sí' de la comunidad para la fase exploratoria de seis meses", explica Marino Callata, un líder comunitario de Rinconadillas. "Decidimos negociar con la empresa porque nos prometieron empleos, apoyo para nuestras actividades artesanales, cursos de manejo de camiones y licencias de conducir, así como un nuevo sistema de suministro de agua para todo el pueblo... pero hasta ahora, solo bebemos agua hipersalina que nos daña los dientes".
Sin embargo, al hablar con otros miembros de comunidades vecinas, surge una imagen diferente: aunque la empresa pueda mejorar ciertos aspectos (por ejemplo, el campo de fútbol del pueblo) o afirme apoyar iniciativas de microempresas, persisten las dudas sobre el futuro a largo plazo del ecosistema de la Laguna de Guayatayoc y la estabilidad económica del pueblo. En lugar de recibir una compensación adecuada por la explotación de sus tierras, la población se ve obligada a endeudarse debido a las líneas de crédito que la empresa abre para sus iniciativas comunitarias.
"Si el estado cumpliera su rol, las empresas no lo tendrían tan fácil", comenta un miembro de la comunidad de Santuario de Tres Pozos que prefiere permanecer en el anonimato. "Pero aquí no hay nada: salud, educación, agua potable, empleos, internet... es obvio que la gente se convence fácilmente cuando se les ofrece todo lo que les falta".
Además de esta precaria condición provocada por la falta de presencia estatal y la geografía del área, también existe una falta de acceso a la información sobre los proyectos por parte de las comunidades, así como la ausencia de procesos de consulta libres, informados y previos. Todo esto plantea serias dudas sobre la verdadera intención de la empresa de abrir un diálogo con los habitantes de las diversas comunidades de Salinas Grandes. "La empresa nunca vino a hablarnos sobre el proyecto porque saben que no queremos las minas... Sus representantes fueron directamente a Rinconadillas, cuyos habitantes habían sido aliados en la lucha contra el litio, pero están en una posición más precaria económicamente debido al menor acceso al mercado turístico", explica Elvira Chávez, activista y periodista de la Mesa de la Cuenca de Salinas Grandes.
En una mañana lluviosa y fría —rara en la Puna— Elvira nos recibe en su casa, construida con ladrillos de sal, y nos sirve té caliente con pan y queso. Alrededor, el blanco del Salar se fusiona con las nubes del cielo, creando una atmósfera sobrenatural. Mientras tanto, Elvira y otros familiares comienzan los preparativos de productos para vender a los turistas y discuten la resistencia al extractivismo que llevan a cabo junto con otros jóvenes.
"La decisión del Banco Mundial es una gran victoria para nosotros. ¡Queremos preservar el futuro de la cuenca y conservar su agua!", explican, mostrándonos uno de los carteles puestos frente a la Salina: "El litio es pan para hoy, pero hambre para mañana".
También comparten las promesas rotas de empleo de la empresa, las cuales resultaron incumplidas debido a la alta demanda inicial de mano de obra especializada que impidió a los miembros de la comunidad local trabajar, y la falta de empleos comunitarios una vez que se construyó el campamento.
La lucha liderada por las comunidades está vinculada al territorio, un elemento simbólico, espiritual e histórico: la resistencia a la minería es una batalla con sentido, donde las comunidades luchan contra quienes afirman que no hay nada en la Puna más que sus recursos minerales, justificando la naturaleza sacrificial de la región.
El impacto de la industrialización de la Puna
A unos pocos kilómetros más al sur, en la región de Salta, el panorama alrededor de las minas de litio es muy diferente. Hasta 2023, el año del boom del litio en la región, estas áreas habían permanecido casi sin explorar por las grandes empresas mineras. Hoy en día, 33 proyectos se perfilan sobre los salares y las pocas comunidades que viven en la meseta.
Entre ellos, el único que está actualmente en fase de producción es el proyecto francés Eramine en el Salar Centenario Ratones. Rio Tinto, la empresa anglo-australiana, tras adquirir los proyectos Arcadium Lithium en el Salar de Rincón y el coreano Posco en el Salar del Hombre Muerto, están en fase avanzada de exploración, cerca de la producción. El único proyecto de Rio Tinto, que está construyendo una planta que aumentará de 3.000 toneladas anuales a 50.000 toneladas en los próximos 40 años, es un gran proyecto. Teniendo en cuenta que cada tonelada requiere hasta 800 metros cúbicos de agua, y multiplicando esta cifra por todos los proyectos que comenzarán en los próximos años, es fácil entender el alto riesgo de una crisis hídrica en esta área ya desértica.
Además, explica Enrique Derlindati, biólogo de la ciudad de Salta, "Los riesgos ecológicos del boom del litio en la región surgen del hecho de que la Puna será completamente industrializada, alterando los equilibrios ecosistémicos que se han preservado durante miles de años... Es difícil predecir los impactos de una transformación tal, pero ciertamente serán visibles en los próximos 10 años."
Ya hoy, los signos de lo que Enrique describe son evidentes: camiones pesados que transportan materiales, excavadoras que amplían caminos, camionetas y autobuses que llevan personal, fauna muerta en el camino, campamentos mineros y parques eólicos que se extienden por kilómetros. La constante necesidad de agua de los sitios de extracción también está llevando a la construcción de acueductos para llegar a los cursos de agua distantes, dañando el medio ambiente e involucrando a las comunidades que no fueron consultadas porque no están lo suficientemente cerca del sitio de extracción.
Sin embargo, en la provincia de Salta, las comunidades locales aún no se han manifestado en contra del litio, probablemente atraídas por la perspectiva de ganancias económicas a corto plazo prometidas por el actual boom. "Aquí, las comunidades son más pequeñas, están más alejadas unas de otras y no tienen alternativas a la minería como fuente de ingresos", explica Miguel, un líder de la comunidad de San Antonio de los Cobres. "Nadie piensa en el largo plazo aquí; no es parte de nuestra cultura. Estamos acostumbrados a vivir el día a día, trabajando para comer. Es difícil explicar los riesgos de la actividad minera sobre el futuro de nuestra tierra."
El norte de Argentina, ahora en la mira de docenas de empresas transnacionales listas para adueñarse de la vasta riqueza de la Puna, está en un momento histórico que podría cambiar el destino de las regiones de Salta y Jujuy. Si no puede llevarse a cabo una transición ecológica con pleno respeto por las comunidades locales y los ecosistemas que habitan, quizás sea necesario cuestionar los verdaderos beneficios de tal transición. Si el litio es el pan de hoy y el hambre de mañana, como dicen los carteles en los límites de Salinas Grandes, es crucial que los verdaderos promotores de la transición verde —los gobiernos del norte global— se aseguren de que el modelo extractivista no repita los errores del pasado: expoliando mientras deja tierra quemada atrás.