El médico y psicoanalista Roberto J. Rusconi nació en Buenos Aires en 1949, pero pasó parte de su infancia en la ciudad bonaerense de Trenque Lauquen. En aquella época no existía el televisor y las familias iban al cine con mucha asiduidad. Cuando el niño Rusconi tenía 9 años vio una película de guerra. Le impactó y le llamó mucho la atención cuando en la pantalla grande apareció un blindado con una bandera. Era la bandera nazi. A esa edad, Rusconi, cuando regresaba a su casa, solía hacer dibujos de las películas que había visto. "Y cuando quise dibujar la bandera nazi no recordaba bien cómo era la esvástica", recuerda hoy. "Entonces le pregunté a mi viejo, ¡para qué! Me la dibujó y me dijo tantas barbaridades y que 'nunca lo hagas'. Cargó todo su veneno contra los nazis, lo cual me despertó un interés", señala Rusconi. Ese fue el comienzo de su interés por indagar en la temática del nazismo. 

Después fue leyendo y acumulando datos. "Hasta que encuentro que Freud en su trabajo sobre Moisés trae algo que cita en el libro, cuando dice que 'el movimiento actual nacionalsocialista, en verdad, han sido bárbaros con un fino barniz de cristianismo que les ha sido impuesto, pero que están mostrando lo que en el fondo son'. Me llamó la atención. Y ahí empecé a investigar cuándo se les impuso el cristianismo. Eso me llevó a la lucha de Carlomagno con los sajones, y empezar a entender que Freud establecía ese desplazamiento del odio a los cristianos al odio al judío, que era la raíz del cristianismo", señala el autor de Nazismo. Mutación moral y religiosa (Ediciones Biebel), en el que se interroga por qué se decidió el exterminio planificado, programado, organizado, "industrial", metódico de los judíos. Y lo hace a través de una rigurosa investigación, en la que Rusconi articula la historia con el psicoanálisis. 

-¿El libro busca responder, entre otras cosas, al por qué se decidió el exterminio de los judíos con las características que tuvo?

-El antijudaísmo está desde siempre. Hay un texto de Hannah Arendt, Eichmann en Jerusalén, y ahí se pregunta: ¿Por qué los alemanes, por qué los judíos? Es una pregunta ¿Y por qué entre todos los que pudieron haber tenido esa situación de antijudaísmo fueron los alemanes? ¿Por qué no fueron los rusos, por ejemplo, que han tenido historias fuertemente antijudías de pogroms y esas cosas? Investigando en eso, traté de encontrar cuáles eran las razones inconscientes que llevaron a que decidieran el exterminio de los judíos. Y fue a la manera alemana: muy metódica, industrial, precisa, normatizada, etcétera.

-Usted señala que Freud en sus estudios sobre la neurosis destacó la presencia de un periodo intermedio de incubación, de latencia ante el suceso que llamó traumático y la aparición de los síntomas. Al traspolar esto a la historia de la humanidad, ¿qué análisis le permitió realizar para pensar el nazismo?

-Bueno, porque aparece un hecho traumático, que fue la imposición del cristianismo. Y después hay pequeños indicios a lo largo de la historia, tal como ocurre en la neurosis. La neurosis no surge de golpe, sino que hay un momento que está con todo su florecimiento, pero entre lo que la determina y la aparición de todo el cuadro hay siempre pequeños indicios a lo largo de la época. Tomé la idea de lo que es el concepto de psicología de las masas y lo arcaico, que eso precede a Freud. La idea de psicología de las masas es anterior a Freud. La estudiaron muchos autores antes que Freud.

-Usted también cuestiona esa idea que señala que todo se redujo a la locura de Hitler que hipnotizó a las masas arrastrándolas a una acción tan extrema ¿Por qué cree que éste fue uno de los argumentos más mencionados al momento de explicar el genocidio?

-Porque la figura más destacada como líder de todas esas masas indiscutiblemente fue Hitler. Pero tiene sus antecedentes. Ya hacia fines del siglo XIX había en Alemania montones de pequeñas sociedades que eran nacionalistas, racistas, antijudías y antifrancesas. Incluso una de ellas tenía sus publicaciones: la revista Ostara tenía una esvástica como emblema de la revista. O sea que cristalizó en que Hitler con sus discursos, como pasa siempre con un líder, excitó lo que estaba latente en las masas y logró identificar esa cuestión latente de siglos, con la fantasía de que al fin el pueblo alemán se iba a poder vengar. Desde el punto de vista psicológico estoy hablando, porque obviamente la guerra ha tenido motivos económicos, sociales, indiscutibles. Pero investigando que haya tenido tal apoyo y tan fanatizado, eso no lo explica una situación económica, sino que hay cuestiones de fondo del alma alemana, por así decirlo, que Hitler tuvo en su locura la capacidad de percibir eso, sobre todo cuando dice: "Somos bárbaros, queremos ser bárbaros y es nuestro orgullo ser bárbaros".

-En relación con esto, ¿entonces lo que se propuso usted fue investigar el origen de esos oscuros sentimientos místicos pero extremadamente potentes de los que hablaba Wilhelm Reich?

-Absolutamente porque el misticismo que acompañaba a los nazis fue sorprendente, no solo las reuniones que, preferiblemente, eran muchas de noche y con antorchas. Era un "espectáculo" con luz y sonido. Hollywood recogió la estética nazi en las películas, y se sabe que la gente queda fascinada con eso. Pero después con ideas totalmente delirantes, buscando los orígenes de la supuesta raza aria en los atlantes, supone un montón de cosas totalmente opuestas a las ideas científicas para sostener que ellos tenían una raza y una religión que les era propia. Que lo demás les había sido impuesto, y por supuesto después del judaísmo, venía el cristianismo. Hitler dijo: "Bueno, o eres cristiano o eres alemán, no puedes ser las dos cosas". Alemán quería decir ser nazi para él. O sea que el libro está centrado en eso que hace que un pueblo pueda ser hipnotizado.

-En relación con eso, usted expone en el libro que una paranoia de masas no implica necesariamente que todos sus miembros sean psicóticos. ¿De qué manera el nazismo fomentó ese tipo de paranoia de masas?

-Es un fenómeno particular que siempre ocurre entre los fenómenos de masa, grupales. Un analista británico, Bion, estudió mucho también lo que llama la "mente grupal".  Destacó cómo en algún tipo de funcionamiento grupal o de masa, la relación con el líder es de tal manera que al líder no se le puede discutir su poder ni su bondad ni su saber. Cualquiera que discuta esto queda fuera automáticamente de la masa y cada una de las personas que está dentro de una masa siente, piensa y actúa curiosamente diferente a cómo pensaría y actuaría fuera de la masa. Los fenómenos de masa se ven hasta en una cancha de fútbol, cuando hay todo eso que la gente dice: "Qué energía que hay en el estadio". Y se produce un fenómeno de masa que alguien aislado no lo haría.

-Está la pérdida de la conciencia, de algún modo.

-Exactamente, alguien que es totalmente correcto, un buen ciudadano, etcétera, en un fenómeno de masa sale y puede hacer cualquier barbaridad empujado por ese entusiasmo, donde la masa se siente todopoderosa, indestructible. Si lee el Julio César, de Shakespeare, va a ver que después del discurso de Marco Antonio, la masa sale y va a incendiar las casas de los que mataron a Julio César.

-Pero, ¿cómo fomentó el nazismo ese tipo de paranoia de masas?

-A través del discurso, a través de la palabra. Los discursos de Hitler eran muy estudiados y apuntaban justamente a hacer renacer eso que estaba latente supuestamente en un gran número de alemanes que, además, venían de una situación traumática como el haber perdido la guerra una vez más. Me refiero a la Primera Guerra Mundial. En el fondo, estaba esa idea fuertemente también antijudía porque para lograr el exterminio (a la cifra no llegaron ya que la cifra calculada era de 11 millones) dentro del sistema de campos de exterminio, y ferrocarriles y cuestiones de logística y demás, intervinieron un millón de alemanes. O sea no fueron diez tipos que organizaron esto. 

-¿Qué motivaciones inconscientes se pueden encontrar en el odio al judío por parte de los nazis?

-Bueno, están las antijudías de orden general, que son las que menciona Freud. En principio, está la idea de que el pueblo elegido, en tanto se supone que es el pueblo elegido, esto siempre despierta envidia y la envidia despierta odio. Pero además, el hecho de que es una minoría y las minorías siempre cargan con las culpas de los demás ,  y otras veces son victimizadas. Pero específicamente con los alemanes, sigo con lo que Freud plantea que es la imposición del cristianismo por Carlomagno, que hizo que tuvieran que renunciar a sus propios dioses, a sus propios lugares sagrados. Y quedó ahí un odio desde entonces latente. Quedó el barniz de cristianismo, pero dice: "En el fondo seguían siendo esos bárbaros que querían recuperarse". A tal punto que uno dice: "Ah, pero entonces, esta es una cuestión religiosa. ¿Cómo es que los nazis lo tornan en una cuestión racial?". Esto también lo explico en el libro en el sentido de que para los pueblos de antaño, ya sean tanto los romanos como los sajones, los francos, etcétera, los dioses eran los antepasados. O sea, de los que descendemos. Esos eran los dioses. Por lo tanto, la idea de que cada uno se sentía común a una raza y descendía de determinados antepasados y esos eran los dioses. De ahí que raza y religión fácilmente podía desplazarse de una cosa a la otra.

-¿Qué aspectos privilegiaría en el estudio de los fenómenos psíquicos presentes en el nazismo?

-La actualidad que tienen las cuestiones ancestrales no resueltas. Cuando esto se enlaza con situaciones económicas, sociopolíticas para que este emerja, ahí explota.

-Antes hablaba de la raza aria ¿Por qué señala el libro que el hombre ario imaginado por los nazis es una mera construcción mítica?

-Porque desde el punto de vista antropológico no existe tal cosa como "raza aria". No hay características raciales antropológicas que puedan hacer pensar en la existencia de una raza aria. En esto insistían los alemanes, pero se veían con problemas muy serios, porque cuando hablaban del cabello rubio, ojos celestes, altura, etcétera, resulta que muchísimos judíos de centro Europa tenían esas características, sobre todo los polacos y alemanes. Y Hitler tenía ojos azules, pero no era rubio. Y Goebbels era más bien morocho. O sea que no respondían a ese criterio imaginario de una raza superior aria. Era una construcción mítica porque, además, lo enlazaban a sus orígenes, vuelvo a decir, con los míticos atlantes, que se hablaba en el mito de la Atlántida.

-¿Se propuso también caracterizar en el libro semejanzas y diferencias del nazismo con otros sistemas totalitarios?

-No hice el trabajo fino, pero obviamente tiene similitudes y diferencias. La diferencia fundamental es que otros sistemas llamados totalitarios no se han dedicado a hacer un exterminio de determinada gente por cuestiones raciales. Hubo, por supuesto, el genocidio de armenios hecho por los turcos, pero no fue una cosa sistematizada, organizada. Fue de otras características. Además, no se podía hablar que en ese momento el Imperio Otomano tuviera lo que ahora se caracteriza como totalitarismo. 

-¿Cree que es un análisis parcial considerar la influencia del Tratado de Versalles y la humillación de Alemania tras la finalización de la Primera Guerra Mundial en el surgimiento del nazismo?

-Tan parcial como lo que planteo yo de los aspectos psíquicos. Es decir, intervino, por supuesto, la humillación ante Versalles, pero también interviene lo psicológico, lo económico, lo social, la hiperinflación de la República de Weimar. Y la lucha en ese momento con el marxismo porque se había instalado un gobierno soviético en Münich, por ejemplo.

-Claro, porque un acontecimiento histórico nunca es consecuencia de un solo factor...

-No, hay una multicausalidad. Por eso no estoy diciendo: "Esta es la clara sobre la cuestión del nazismo". No, lo que yo he planteo el libro es un aspecto que no ha sido tomado en cuenta. Es un abordaje psicoanalítico de raíces inconscientes del nazismo. Después están, por supuesto, análisis políticos, análisis sociales, análisis económicos y todos coadyuvan para que algo tenga lugar. Los hechos no se dan por casualidad.