La generación del '82 fue la primera que trascendió en el vóley nacional. El Luna Park fue el escenario del primer hito de ese equipo que le ganó a Japón para llegar al podio en un Mundial por primera vez. Aquel grupo sentó las bases para la segunda gran hazaña, la medalla de bronce en los Juegos Olímpicos Seúl '88. El capitán que comandaba a la Selección dentro de la cancha era Daniel Castellani, quien en 1993 se hizo cargo del conjunto que ganó la dorada en los Juegos Panamericanos que se disputaron en Mar del Plata '95. Después de más de 30 años en el exterior, volvió al país para hacerse cargo de Las Panteras en 2023. Luego de un tiempo de estar alejado para priorizar su salud, en mayo volverá a tomar el mando de un plantel al que le dio una impronta diferente.

—¿Qué recordás de los Panamericanos de Mar del Plata de hace 30 años?

—Esa generación fue la primera post '82. Fue la de Marcos (Milinkovic), Javier (Weber), (Jorge) Elgueta. El Panamericano fue en marzo, en plena temporada internacional. Nosotros les propusimos a los jugadores que se quedaran para entrenar muy duro porque sabíamos que era una oportunidad para obtener una medalla. En enero habíamos hecho triple turno de pretemporada. Fue un trabajo muy pesado y los chicos respondieron muy bien. El equipo norteamericano (EE.UU.) jugaba bien y les ganamos 3-2, 20-18 en el quinto set, fue para el infarto. Recuerdo que el gimnasio estaba desbordado, gente por todos lados, colgada de los faroles. Impresionante.

Escena de la final por el oro, entre Argentina y Estados Unidos en Mar del Plata '95.
 


¿Cómo convenciste a Milinkovic para que se quedara acá?

—Marcos estaba en Livorno, en la A2 de Italia, y le dije: “Te hago una propuesta, tenés que dejar de jugar un año en Europa, pero si invertís un año acá vas a ganar tres o cuatro veces más de lo que estás ganando ahora”. Pasó todo lo que le anticipé. Cuando lo vi sabía que iba a ser un jugador de nivel internacional, le faltaban consolidar algunas cosas pero después terminó siendo eso, uno de los mejores anotadores de la historia de la World League (ahora Liga de Naciones), figura en todos los equipos, siempre estuvo en los mejores de Europa.

¿Por qué en el vóley se dice que nunca apareció otro jugador como Marcos?

—Son generaciones, Italia después de la generación de fenómenos tardó cuatro o cinco generaciones para tener otra así. Es un problema que tienen muchos países, salvo que tengas un programa muy bien organizado que lo mantengas en el tiempo. Polonia e Italia lo tienen, entonces esos baches son cada vez más chiquitos. Pero si tenés un país con menos habitantes y recursos como nosotros te cuesta más. Brasil hoy está sufriendo eso.

A mediados de 2024 Castellani aseguró en una entrevista que el deporte argentino es un milagro que no se puede dimensionar y destacó la pasión como motor ante la falta de recursos en comparación con los países de Europa donde pasó la mayor parte de su carrera.

¿Por qué pensás que se viralizó tanto lo que dijiste sobre que el deporte argentino?

—El último equipo que dirigí afuera fue en Grecia. Hablaba con periodistas, entrenadores y ellos me decían: “No sabés lo que daríamos por estar en un podio y ustedes tienen tres”. Cuando terminaron los Juegos Olímpicos, se ganó una medalla y a la vuelta hubo críticas. No era el momento, era momento de festejar. Desde que me acuerdo siempre se dijo "esperemos que la medalla del vóley se capitalice para que el vóley crezca", pero si mirás para atrás y ves lo que pasó con el vóley, se recontra capitalizó. Es un deporte posicionado a nivel nacional, es uno de los más practicados en todo el mundo. En los últimos 20 años las categorías de base argentinas estuvieron en el Top Five. Las mujeres fueron en los últimos diez años a todos los Mundiales de categorías de base, se duplicó la cantidad de jugadores, se triplicó la cantidad de mujeres que juegan. ¡Que indicadores más se necesitan para entender que avanzamos! Obviamente hay cosas que se pueden hacer mejor.

Entonces…

—Lo que quise decir es que acá tenemos es un nivel de acostumbramiento sobrehumano. Adaptarnos a este folklore tremendo hace que se vea más lo negativo que lo positivo. Estuve 30 años afuera y tengo otra mirada por eso, pero hay datos concretos de que el deporte argentino es exitoso y por qué es exitoso. ¿Tenemos programación? Poca. El otro día fui al Interior y había una charla a dirigentes. ¿Qué hace el dirigente norteamericano? Hace un manual y describe los pasos para realizar un programa. ¿El alemán? Estudia todo, trae los mejores ingenieros. Vos vas a un gimnasio del Interior y acá vinieron 10 padres, consiguieron dos camiones de ladrillo, 50 bolsas de cemento y empezaron a construir paso por paso. Nadie lo programó, pero el mérito es que está. Los chicos tienen gimnasio, se pueden bañar, tienen un piso y se hizo sin tener un programa, sin tener un manual y sin tener un peso. Eso es Argentina.


Se nota en tus palabras que eso te emociona.

—El otro día pasé por River, te juro lloraba, no podía creer lo que estaba viendo. Estaba en auto, me llevaba un chico y le pregunté qué era eso. Sabía de las inundaciones, pero no lo que estaban haciendo los clubes. ¿Todo eso es colecta? Me shockeó, a mí me emocionan esas cosas. Eso nunca lo vi en 30 años de recorrer el mundo. Eso somos nosotros y estamos todo el día viendo lo negativo pero eso tiene un valor que trasciende y esas son las cosas que nos caracterizan. Nadie esperó que alguien diga que había que ayudar, salieron y lo hicieron, en el deporte también pasa.

—¿Pensás que hay una romantización del deporte y de estas condiciones?

—Reflexionemos con esto, vivimos en Argentina, hay pobreza, tenemos un desastre institucional, hace años que no podemos levantar. En un país con estos niveles de pobreza, indigencia, de caos político económico. ¿Alguien va a pensar que al deporte hay que darle algo más? Con el quilombo que hay, gracias que no se olvidaron. ¿Debería ser así? No. Obvio que critico pero el país es un caos, la justicia es un caos, estacionar es un caos y cuando hablamos de deporte queremos que ser Estados Unidos.

Castellani además destacó la importancia y el impacto del deporte en los jóvenes, en la prevención e integración en la sociedad. “El otro día me contaba una entrenadora de La Matanza que se acercaron a algunos barrios difíciles para que chicos puedan acceder a un programa deportivo. Convocaron a cinco y un día el entrenamiento termina, llevan una torta y le festejan el cumpleaños a uno. El chico llorando preguntó por qué le daban una torta y les contó que nunca festejó su cumpleaños, ni sabía qué día cumplía. Fijate la fuerza que puede tener una institución, un club, una sociedad de fomento de poder darle a chicos que están en una situación tremenda, de no mirada. ¿Es un gasto o es una inversión? No hay dudas de que es una inversión, lo que estamos en el deporte lo hacemos y no esperamos que alguien lo vea, ese club lo hizo, esa entrenadora lo hizo. No esperaron un plan. A veces hay ayuda del Estado, no todo es ausencia pero creo que ese es el análisis".

 

Las Panteras y la toma de riesgo

¿Qué cambios implementaste con las mujeres?

 

—Llegó el momento del deporte femenino. Con ese empoderamiento lo que nosotros hicimos es generar algunas situaciones para que tengan mucha confianza. La mujer necesita más confianza que el varón. La mujer quiere hacer las cosas bien, es mucho más metódica y exigente con ella misma. Si no salen las cosas la autoestima empieza a jugar. Tuve que estudiar porque no sabía cómo manejar mujeres desde el punto de vista deportivo y una de las cosas que vimos es que la mujer y el hombre además de tener diferencias culturales tienen diferencias fisiológicas. Las hormonas son las mismas, la diferencia son las cantidades. Los niveles no son estables porque se tienen que preparar para ovular una vez por mes. A partir de esto estudiamos y dijimos 'bueno, qué necesitan'. Mejorar su autoestima. Y cómo se mejora: tomando riesgos. Es imposible mejorar tu autoestima sin tomar riesgos. Lo que generamos con esto es que se empezaron a sentir más seguras. Nosotros vamos a estar ahí para bancarlas, que intenten, que el error es parte del proceso y es lo único que nos va a llevar a la superación. Darme cuenta de estas cosas me gustó, me hizo aprender cómo relacionarme, cómo hablar, qué decir, qué tono usar.