La joven promesa de la literatura uruguaya, Tamara Silva Bernaschina, tiene una potencia narrativa que desintegra el énfasis puesto sólo en la precocidad y despliega las alas de sus historias como si fuera una maestra consagrada del cuento, un género en el que se mueve como pez en el agua del misterio. Su “capital” narrativo, esa singularidad que viene de fábrica, es un modo de explorar lo arcano, lo que se escurre como arena entre los dedos del entendimiento. Hay escritoras que posan su mirada (y su oído) en aquello que no se puede comprender o explicar, en esos espacios de incertidumbre donde la razón declina y las sombras de lo que sucede realzan el volumen inasible de lo acontecido. En Larvas (Páginas de Espuma), su notable segundo libro de relatos que se presenta este martes 1° de abril a las 18.30 en la librería Céspedes, bucea en ese territorio impredecible en que animales, plantas y voces de aparecidos constituyen una materia ensamblada y deseante.
En el comienzo del primer cuento “Mi piojito lindo” hay un narrador en primera persona que captura la atención como si lograra hipnotizar a sus lectores. “El problema no está en mi cabeza sino en otra parte. Yo sé, pero nadie me cree. A papá tampoco le creían y mi hermana nunca supo y ahora es muy tarde”. Ese niño que es despiojado al sol por su madre -que revienta los piojos con la uña del dedo gordo y explotan en un sonido infinito que le encanta- no se corta el pelo porque hizo una promesa y narra lo que ve y lo que escucha: las ausencias y “rarezas normalizadas" de su vida. “Mamá misterio. Yo, niño piojo. Mi hermana, lejazo. Mi papá disuelto en el agua ácida de tristeza”, resume ese niño que teme que vuelvan a buscarlo a él o a su mamá.
Silva Bernaschina (Minas-Uruguay, 2000), autora de Desastres naturales (2023), ganó con ese primer libro de cuentos dos Premios Bartolomé Hidalgo: el de Narrativa y el de Revelación. En 2024 recibió el Premio Nacional de Literatura en la categoría Ópera Prima. Su novela Temporada de ballenas (2024) obtuvo una mención de honor en el concurso literario Juan Carlos Onetti. El escritor uruguayo Gustavo Espinosa destaca que esta joven escritora de 24 años “consigue una especie de irradiación o atmósfera: algo como un flash sostenido. Su escritura está afectada sutilmente por una falla (en el sentido sismológico) poética. Por un lado, es como si Morosoli hubiese regresado convertido en una muchacha del siglo XXI -plantea comparándola con el escritor Juan José Morosoli (1899-1957), que nació y murió en Minas-. Por otro lado, ese mundo está intervenido por una forma de la imaginación que proyecta relaciones narrativas (o poéticas) insólitas pero necesarias”.
Los cuerpos deseantes se pueden disolver en el agua de la montaña o entre los dientes de una jauría. “Qué frágil es la carne entre esos dientes. Qué tiernita, qué blanda, qué poco importante”, dice una narradora en tercera persona que da cuenta del deseo de Jorgelina de cuidar y proteger a una perra salvaje que atacó y mató a un bebé “enfermito de nacimiento” y a un hombre de 82 años que se encontraba en estado vegetativo. ¿Una perra justiciera que se propone acabar con el sufrimiento ajeno? No hay respuestas ni certezas desde la ficción; la escritora uruguaya prefiere sembrar más preguntas sobre esa mujer que se entrega como ofrenda y elije hacerlo en una fecha para nada casual: un 25 de agosto, día en que se celebra la independencia en Uruguay.
Desobedecer una “orden” como enterrar a una yegua puede tener consecuencias inquietantes hasta en el plano material de la existencia. Milton y Jorge descartaron los restos del animal tirándola al río. Como una especie de maldición, la yegua volverá chorreando agua porque “lo que no se entierra sigue vivo para siempre”. En “Larvas”, el cuento que da título al volumen, dos amigas, Maia y Emilia, juegan a ponerse en la bombacha un pescado que sacan del agua. Una de ellas sentirá picazón y ardor y empezará a orinar mojarritas “de carne y hueso” porque la vida verdadera, parece sugerir, se abre paso en las circunstancias más extrañas. Lo vivo se contorsiona en los cuentos de Silva Bernaschina con una elasticidad asombrosa, y en esos movimientos se pierde una yegua; un bebé nace cubierto de pelo y se ahoga y una pareja se desmorona. Cada cuento es como un latido que puede hacer vibrar las risas agudas de la infancia o la hermosura de un paisaje donde emerge el pedregullo rojo, pastizales verdes y amarillos, el sonido de algunas ovejas y la blancura de la nube. Un mundo de misterio donde conviven lo luminoso y lo macabro, lo bello y lo triste.
* Larvas se presenta este martes 1° de abril a las 18.30 en la librería Céspedes, Álvarez Thomas 853.