Leer Sueños y testimonios. Inconsciente y discurso jurídico, libro de Fabiana Rousseaux, meduloso y valiente, en días tan funestos, nos ha hecho sentir menos solas/os a quienes venimos articulando el psicoanálisis con lo social y con los derechos humanos. Me centraré en el complejo tema del testimonio, porque no se trata sólo de la memoria, que a partir del psicoanálisis se relaciona con el inconsciente, doblemente perdido. Sino que además lo es de hechos traumáticos, “invivibles” al decir de Semprún.
Experiencia, dice, que podrá ser transmitida por aquellos que sepan convertir su testimonio en un objeto artístico, en un espacio de creación. Los testimonios de los que habla este libro no son objetos artísticos, porque han sido producidos por víctimas directas de la última dictadura militar: Ángela Urondo Raboy y Carlita Rutila Artés, ambas secuestradas junto a sus madres y padres, asesinados y/o desaparecidos y apropiadas luego y Carlos sobreviviente del CDC “Club Atlético”, demolido para dar lugar a una autopista.
En el marco de los juicios y también -como en el caso de Carlos, al equipo de arqueólogos que trabajó donde fuera el CDC, y cuyo testimonio le sirvió a él para saber que había estado ahí y a los arqueólogos que ese había sido un CDC. Fueron efecto de esos espacios de creación que los organismos de DDHH, y diversos profesionales ligados a ellos fueron inventando a partir de la demanda de Madres y Abuelas.
Y el “Plan Nacional de Acompañamiento y Asistencia Integral a los Querellantes y Testigos víctimas del terrorismo de Estado”, fundado por la Secretaría de DDHH de la Nación en 2006, es una de esas creaciones, que -junto a la del primer Centro Estatal de asistencia a las víctimas de violaciones a los DDHH-, inaugurarán una experiencia inédita a nivel mundial.
Fabiana Rousseaux fue parte de ella, construyó el concepto de terror estatal y sus estragos, como parte de la última dictadura militar, delitos imprescriptibles, crímenes, intemporales, actuales, como todo suceso traumático.
Las/os testigos se enfrentan a su propia exigencia de testimoniar, a ese deber moral que se plantearon desde el minuto cero de su secuestro, de sus torturas. Evoca a Primo Levi, quien liberado, viviendo en el confort de su hogar, habiendo testimoniado siguió escuchando ésa palabra extranjera que los despertaba en el Campo cada madrugada: “Wstawac” (¡levantarse!, en polaco).
No obstante Carlos, luego de testimoniar ante el equipo de arqueólogos, que encontró entre los restos del CDC una pelotita de ping-pong, dejó de escuchar el sonido inquietante de la misma que lo atormentó durante décadas.
Entiendo que no por tratarse de un objeto artístico, sino por haber pasado por esa invención, la del equipo de acompañamiento. Muchas gracias, entonces, Fabiana y todo el equipo, gracias Abuelas, Madres, por esas maravillosas creaciones.
*Foro en Defensa de los DDHH Colegio de Psicólogas/os Santa Fe 2ª Seminario El Sujeto y los DDHH, Facultad de Psicología UNR