No son pocos los marplatenses, y más de uno que ni vive ahi, que hablan de Mar del Facha. No les faltan razones. El sobrenombre se fue generalizando después de 2015, cuando la mayoría de nuestros conciudadanos eligió como intendente a quien había sido director de transporte de la dictadura de 1976, se había expresado muchas veces con posturas conservadoras y pro militares, y además apoyó a grupos políticos fascistas que produjeron hechos de inusitada violencia que incluso merecieron condenas judiciales. Tampoco hay que olvidar que en los noventa ya habíamos tenido el triste antecedente de un intendente elegido democráticamente que antes había sido impuesto durante la misma dictadura, quien además calificó alguna vez a los marplatenses como mediocres.

Yendo a la historia más reciente, en 2019 el sanisidrense Guillermo Montenegro -quien ya se había postulado para ser intendente de ese distrito del conurbano- ganó unas reñidas elecciones por menos de dos puntos porcentuales a la joven candidata del peronismo y aliados, Fernanda Raverta.

Ni bien asumió, invitó a los movimientos de mujeres y de derechos humanos a sumarse a su gobierno, quienes declinaron la propuesta. Montenegro hasta participó de alguna sesión del Concejo Deliberante con palabras que denotaban cierta sensibilidad con las históricas demandas de memoria, verdad y justicia. En esos tiempos, buscaba ampliar su base de sustentación y diferenciarse del anterior intendente, que había sido parte de su mismo espacio político, ambos en alianza con los radicales.

Ya durante la pandemia fueron aflorando otros matices que luego fueron acentuándose. A cinco años de su gestión, “pasaron cosas”, como diría su jefe político. Montenegro cambió su discurso y consecuentemente sus políticas públicas. Desde que impera el violento estilo comunicacional que propone el actual presidente, el viraje hacia la derecha del intendente se intensificó notablemente. Últimamente viene posteando en sus redes sociales, con tonos despectivos y agresivos, tomando como objetivo de sus diatribas a veces al gobernador, y principalmente a los más humildes de nuestra ciudad. 

Por ejemplo, difundió profusamente varios desalojos violentos de personas en situación de calle, detenciones de cuidacoches y limpiavidrios, siempre con la actuación desmedida de personal de la Secretaría de Seguridad Municipal. Se ufana de la compra de armas de distinto tipo y del entrenamiento que implementó para su uso en la vía pública, destinado a los indigentes que cada día son más por la tremenda situación social y económica que se vive en la ciudad que volvió a tener el mayor índice de desempleo del país.

También tomó posición pública, en conferencia de prensa junto a la ministra Patricia Bullrich, por el protocolo antipiquetes. Y tuvo el dudoso honor de estrenarlo en  territorio provincial con la Gendarmería reprimiendo una medida de fuerza de los fileteros del puerto, que sufrían el incumplimiento del aumento salarial en una planta de pescado.

Montenegro postea regularmente textos antigarantistas, con chicanas baratas, cuestionando las leyes actuales y proponiendo la baja de la imputabilidad y la mano dura. También se ocupó de la deportación posiblemente ilegal que realizó enviando a su lugar de origen -emulando al general Domingo Bussi décadas atrás en Tucumán- a un “trapito” que según el intendente hacía sus necesidades en plena vereda, perjudicando a un local de gastronomía, al cual de paso le hizo la correspondiente propaganda.

Hace dos semanas, recordó el conflicto sobre las tierras de El Marquesado al cumplirse dos años, profiriendo toda suerte de valoraciones tendenciosas e inexactitudes que lo harían ruborizar si fuera la misma persona de antes, cuando era juez. La frutilla del postre fue agregar una foto de Axel Kicillof mezclándolo con “las prostitutas de la zona roja y los terroristas que prenden fuego a los parques nacionales”.

La última fue "Estrella Michelin para este fisura que quiso hacer fideos con tuco a la parrilla en plena costa. Ni Francis Mallmann se animó a tanto". El posteo burlón agregaba imágenes de la Patrulla Municipal que corría del lugar a un joven en situación de calle. Montenegro debería darse cuenta que no lo elegieron para hacerse el gracioso sino para, entre otras cuestiones, intentar resolver los problemas que genera el gobierno nacional fabricando pobres, a quien además, su sector político apoya desde el Congreso.

Es notorio como el intendente sale a buscar los votos de la derecha más rancia, y se prepara para la siguiente etapa política buscando un lugar bajo el sol de CABA o de San Isidro, ya que no podrá ser reelecto por segunda vez en Mar del Plata. Y muy pocos lo imaginan caminando por las calles de la ciudad después de 2027.

Mientras tanto, muchos repiten con pesadumbre que Mar del Plata está llena de fachos y postulan entonces que se ha convertido en “Mardel Facha”. Es cierto que la ciudad es un enclave gerontológico, más del veinte por ciento de los habitantes son adultos mayores, porcentaje en aumento, y sigue siendo un polo de atracción para muchos jubilados del AMBA que se vienen a radicar a la otrora ciudad feliz. A priori, esto puede traer cierto matiz conservador, pero quizás esté cambiando, mucho más desde que este sector social es atacado tan descarada y dolorosamente desde el gobierno nacional, quien implementaría con agrado la eugenesia emulando a la novela La guerra del cerdo  para “equilibrar” las cuentas públicas.

Algunos se atreven a postular que en Mar del Plata nunca ganará el peronismo, o una opción progresista o aún de izquierda. Pero deberían considerar que como cantaba la Negra Sosa, todo cambia. Y si actualmente nos toca vivir una época donde algunos vecinos parecen encandilarse con el deseo de desigualación y se relamen con el ejercicio de la violencia hacia los pobres y los trabajadores, no será para siempre y tampoco son la mayoría.

No es una actitud inteligente naturalizar los discursos contribuyendo involuntariamente a convertirlos en profecías autocumplidas, porque en verdad no son pocos las y los marplatenses que quieren otra ciudad donde el miedo al otro y su consecuente denigración y eliminación no sea el eje de las políticas públicas. Lo atestiguan diversas marchas que colman las calles y la incipiente sensación en algunos sectores y barrios de la ciudad de que fueron estafados.

Quizás se trate de saber escuchar, de preguntar bien y conectar mejor con las necesidades de nuestro pueblo. En resumidas cuentas, de encontrar la forma de dialogar y hablarnos con nuestros vecinos. Porque si alguna vez aprendimos que “billetera mata galán”, cultivar la conciencia social disminuye lo facho que pretenden que seamos.