I.

En 1932, Freud le contesta a Einstein, que el hombre tiene dentro de sí un apetito de odio y destrucción, complejos factores de satisfacciones pulsionales. Einstein insistía en mantener a raya las formas de crueldad y los conflictos entre personas, sin embargo, Freud solo contaba con diques de la cultura para la convivencia social. Pero los diques se rompieron y lo que querían parar, desbordó.

El desborde de los odios anula el pudor y la vergüenza. La gobernabilidad se desorienta.

Al odio se lo cultiva, se lo alimenta, construye la disposición con mentiras, desprecio  e infunde miedo.

El odio acciona, exhibe resentimiento, decide merecedores, no reconoce imposibles.

Masas unidas por el odio dispuestas a romper, destruir campos de sentido.

La crueldad es un método eficaz, se destruyen derechos sociales, instituciones, hospitales, viviendas, alimentación, salud mental, remedios, jubilados, áreas de niños (noticia reciente: cerraron diez programas que promueven derechos a la infancia) y seguirán...

Podemos decir contexto socioeconómico crítico, igual no se justifica si se piensa antes de hacer y se hace con criterio humanitario, sino abandono, destrucción, no sabemos exactamente, pero son derivaciones de efectuar acciones de odio.

II.

Pérdida de derechos. Derechos sociales adquiridos, en políticas sociales que pueden ser definidas como acciones estatales orientadas a necesidades básicas. Justicia social, distributiva, equidad, un compromiso con la justicia y la igualdad de oportunidades.

También, el odio aplasta el afecto societatis, las malas condiciones político-sociales en que nos encontramos imposibilitan la voluntad de unión, de conformar una sociedad.

Como lo señalo Hannah Arendt, vivir lleva en sí algunas de las condiciones humanas, labor, trabajo, acción, polis, familia.

Voluntad de poner en común. Que las partes combinen sus recursos, aporten bienes o servicios para hacer posible la realización de un fin común.

Puede ser como un deber de quienes conforman una sociedad.

III.

Decíamos anteriormente odio sin culpa, sin vergüenza, sin interés por el otro, sin pudor, sin ideales. Ha captado el programa pulsional, se sirve de él como canallada: la canallada en acción se vale del circuito de satisfacción pulsional, siempre parcial, un poco, una vuelta para volver a repetirse.

Impulsa a no encariñarse con nada, todo es descartable y para no reponer.

Al desparramo de odio le viene mejor el poder, la agresividad, divisiones, rupturas individuales y sociales, perjudicar al otro. Pero, vemos que, para desparramar odio, necesita del programa pulsional.

Necesita del superyó, empuje a la satisfacción pulsional (goce / pulsión de muerte). Condiciones de goce, ganancia en un plano, pérdidas sin límites en otro.

IV.

Un detalle, cuando Freud se refiere al superyó, lo designa como una instancia infame.

Impone sufrimientos, exige al modo del imperativo kantiano, no considera las posibilidades de cumplir las exigencias, no se preocupa por la felicidad. Corrupción- corromper, acción o efecto de destruir, dañar. Son palabras que designan hechos, que circulan entre nosotros actualmente. Somos partícipes de vínculos en los que se manifiestan odios que recorren formas y caminos diversos. Rompen todo lo que pueden en la organización social, desde el poder especialmente, hacen sufrir a otros para disfrutarlo, festejarlo, jubilados tratados como personas sin valor, objetalizados. Comida para unos pocos, falta de comida para muchos.

Se deconstruye la ciudad, los odios tienen vía libre en el lenguaje, en las acciones, en la construcción de enemigos, en formas de vivir consentidas como odiadores seriales. Al respecto, cualquiera de nosotros tenemos a mano recuerdos, hechos, ejemplos prácticos.

Lo que insiste es la fuerza sin regulación, el empuje de satisfacción pulsional con excesos inevitables que violentan. Se impone lo ilimitado, fuerza acéfala que se expande.

V.

En 2016, Caroline Emcke[1] hace un estudio contra el odio.

Se centra en el odio, deseo de destrucción, más específicamente en el circuito de satisfacción pulsional.

Considera que el odio se construye su propio objeto. Pensamientos. Experiencias. Fantasma individual.

Medios de comunicación masiva con certezas absolutas equivalente al pensamiento único.

Los otros son peligrosos, amenazantes. Mujeres, negros, judíos, políticos, los diferentes, los extraños...

Esos otros, objetos monstruosos, se construyen en relaciones entre lo personal y lo social, con cadenas asociativas, redes, imágenes, palabras, significados falsos que parecen verdaderos, juicios de atribución, hasta la propagación del odio en lo social en forma “casi” generalizada.

En la acción, diferencias entre el odio y el miedo: la distancia.

En el odio, pequeña distancia. La distancia necesaria para poder atacar. El que odia no se aleja del objeto maligno.

En el miedo, la mayor distancia posible. Se pone distancia del peligro para escapar.

La promesa de buena vida transformada en nuevas formas de esclavitud manifestadas en urgencias subjetivas por excesos de angustia, impotencia.

VI.

1927, el año en que Freud desestima el porvenir de la ilusión.

Destaca que en todos los seres humanos están presentes tendencias destructivas, vale decir antisociales, anticulturales, que en algunos casos las llevan a la acción.

La convivencia humana[2] sería imposible o muy dificultosa, lazos sociales rotos si la cultura no pone limite al odio. No matarás. Soportar las diferencias de satisfacción entre unos y otros.

En la actualidad somos partícipes de vínculos en los que se manifiestan odios desparramados, sin límites, que recorren caminos diversos.

Rompen todo lo que pueden en la trama social, pero desde el poder especialmente hacer sufrir a otro y disfrutarlo, festejarlo. Asado para unos y hambre para otros.

Por ejemplo, jubilados tratados como personas sin valor, objetalizados. Sin derechos humanos. Entonces, una sociedad compuesta por personas sin valor. Recordemos a Freud, usa la metáfora de los diques, diques de la cultura que ponen freno a la satisfacción gozante. Diques que se rompieron, entonces, sin vergüenza, sin pudor, sin justicia, sin derechos, se deconstruye la ciudad, se desgarran los lazos sociales. Voluntad de poder, goce en tanto satisfacción pulsional. Los odios tienen vía libre en el lenguaje, en los medios de comunicación, en las acciones, en la construcción de enemigos para destruir, formas de vivir consentidas con odiadores seriales.

La promesa de buena vida transformada en nuevas formas manifestadas en urgencias subjetivas por excesos de angustia, impotencia, acciones sin límites, desorientación, adicciones, depresiones, enfermedades orgánicas, hasta la muerte misma.

¿Qué hacer?

­Clara Schor Landman es psicoanalista. Doctora en Ciencias Sociales (UBA). Autora de artículos. Investigadora (Clacso).

Notas:

[1]Caroline Emcke, ed, Taurus, Contra el odio. "No quiero que el nuevo placer de odiar libremente se normalice".

[2]Alemán,J. ( 2016) Horizontes Neoliberales de la subjetividad, ed. Grama, Argentina