Javier Milei no se cansa en señalar que la madre de todos los problemas económicos del país es el déficit fiscal. Al rojo de las cuentas públicas lo responsabiliza de la inflación, cuando es financiado por emisión. Le achaca ser causante de la escasez de crédito al sector privado, cuando recurre a la colocación de letras del Tesoro como medio de financiamiento.
También lo responsabiliza de causar nuestras frecuentes crisis externas, cuando recurre al sobreendeudamiento externo para solventar gastos que exceden sus ingresos. Por eso, la prioridad del gobierno libertario ha sido reequilibrar las cuentas públicas, aún cuando para ello deba pasarle la motosierra a las jubilaciones y obras públicas. Ahora bien, si las cuentas públicas ya son superavitarias, ¿por qué el oficialismo se muestra desesperado en acceder a un nuevo crédito del FMI?
Déficit externo
Las causas de la ansiedad oficial por endeudar al Estado con el FMI no hay que buscarlas en las superavitarias cuentas públicas, sino en las deficitarias cuentas externas. La masiva fuga de capitales que se vive desde hace semanas, agravó la presión sobre las reservas que generaba el déficit de cuenta corriente producto del abaratamiento del dólar y la leve recuperación de la actividad económica.
La pérdida de reservas es la contracara de la intervención oficial para que el dólar no se dispare, ante el temor que recrudezca la inflación. Una economía en crisis con nuevas presiones inflacionarias no es una buena publicidad electoral para un oficialismo que precisa consolidarse políticamente en las elecciones de medio término.
La situación descripta pone en evidencia que la causa más frecuente del endeudamiento externo del Estado no es la necesidad de financiar un exceso de gastos, sino el de conseguir dólares para financiar el déficit de las cuentas externas.
Un uso anticíclico propio de economías cuya dinámica depende centralmente del resultado externo, donde los oficialismos desesperados por evitar la devaluación que materializa el fin de la etapa expansiva del ciclo, salen a endeudarse para tratar de estirarla un poco más.
La realidad es que el endeudamiento externo, al no ser utilizado para modificar las causas de nuestra estructural tendencia al déficit externo, no soluciona los problemas y patea una crisis agrandada hacia adelante. Llegado cierto punto, las fuentes de financiamiento externo se agotan y la crisis se ve agrandada por la necesidad de generar un superávit comercial que permita también repagar las deudas acumuladas.
La política de endeudar externamente al Estado en momentos de corridas cambiarias genera un resultado perverso. El Estado toma deuda en dólares y los vende al Central a cambio de pesos con alguna excusa (financiar gastos en pesos cuando hay déficit o rescatar un bono intransferible sin sentido económico alguno cuando hay superávit).
El Central usa esos dólares para contener las presiones cambiarias, financiando la fuga de capitales del sector privado. Cuando la devaluación finalmente llega, el Estado ve deteriorado su patrimonio por el encarecimiento relativo de sus deudas en dólares. Mientras, el sector privado se enriquece por la valorización de sus activos externos.