"Tuve 20 años.
No permitiré jamás que nadie diga
que es la edad más hermosa de la vida".
Paul Nizan
Paul Nizan, querido lector, fue un intelectual (escritor, filósofo) francés de la primera mitad de mi extrañado siglo XX, un hombre de la revolución, aunque acusado de traidor por alguna izquierda coetánea, quizás porque le interesaba más la comida en el plato que las utopías, lo que estaba muy mal visto en esos tiempos (y en estos, ni le digo). Algunos de sus libros (Aden-Arabia; Intelectual revolucionario) fueron una huella necesaria en la turbulenta década del 60 francesa y europea.
En la bellísima película En nombre del Papa Rey, dirigida en los '70 por mi querido Luigi Magni, el personaje encarnado por Nino Manfredi (un sacerdote que toma conciencia) dice: "Los rebeldes siempre mueren a los veinte años, aunque no mueran". Otra muy querida, Mafalda, en una de sus maravillosas tiras, lee: "Siempre se tienen 20 años en un rincón del corazón" y se pregunta (no soy textual): "¿Y para qué quiere uno todo ese montonazo de años?".
Una anécdota absolutamente personal: invierno de 1972, estaba cursando el cuarto año turno mañana del CNBA –"El Colegio", según la soberbia de aquellos tiempos, como si no existiera ningún otro; "El Nacional" según la soberbia actual, como si el resto fueran colegios extranjeros–, y de pronto, o no tan de pronto, se convoca a una asamblea en el claustro central. Bellísimo lugar, amplio, soleado, inmenso para mis 15 años.
Por supuesto que fui. Fuimos. Todos y todas (en ese momento no había "todes", pero si hubiera habido, habrían ido). Muy pocos eran realmente militantes de alguna agrupación, pero los tiempos eran de ebullición, se estaba cayendo la dictadura (bueno, "la otra" dictadura, la de Onganía-Levingston-Lanusse, la que fue el mediocampo que alimentó a la delantera genocida que vino unos años después).
Ir a una asamblea implica, además de la asamblea en sí, cierto desorden (llámese quilombo) muy disfrutable en esa adolescencia. Interrumpir las clases, que en un 85 por ciento de los casos era un hecho aliviador. Salvarte de que te tomasen lección (si te quedabas en el aula, el/la profe, como estaba con pocos alumnos, optaba por "tomar oral" para no tener que repetir la clase cuando estuvieran todos/as/es); encontrarte con tus amigos/as queridos y, eventualmente con la/el objeto de tus sueños románticos, eróticos o, más vulgarmente…, como quieras llamarlos.
Entonces, en la asamblea éramos más de mil.
Primero habló el compañero de la UES y explicó fervientemente, con toda la potencia de sus 18 años, cómo el pueblo –del que los estudiantes del CNBA éramos parte insoslayable– peronista lograría, con la ayuda de las organizaciones armadas, vencer a la oligarquía asesina, y cuando preguntó si estábamos de acuerdo, todos levantamos la mano. A ver: ¿qué joven biempensante no iba a estar de acuerdo en acompañar al pueblo en su lucha contra la oligarquía asesina?
Pero luego habló el camarada de la "Fede" (no, milenials, no es "Federico", sino Federación Juvenil Comunista, conocida como "efejotacé") y explicó que el tema no era la oligarquía asesina, una mera lacaya del imperialismo yanqui, y entonces de nada iba a servir una acción armada suelta, que la posta era armar un "frente popular" o "cívico-militar" o lo que quieran, pero frente. Y todos estuvimos de acuerdo, era una mañana ideal para derrotar al malvado imperialismo yanqui y su lacaya, la oligarquía asesina.
Pero luego intervino el cumpa del PST (luego MAS) o de la TERS en la UJS (rama juvenil del PO), y explicó que los del PC eran unos traidores, porque proponían no hacer nada, solo apostaban al futuro, pero había que actuar ya mismo, y al preguntar quién estaba de acuerdo, toooodos y todas estábamos de acuerdo, había que actuar ya mismo, no fuera cosa que tocara el timbre del recreo y no hubiéramos derrotado al imperialismo yanqui y su lacaya.
A posteriori iba a hablar uno del PCR, o de TUPAC, o de VC, o del FAUDI, no me acuerdo cómo se llamaba ese día la facción izquierda representativa del maoísmo. Pero antes de que se dispusiera a hacerlo, una paloma proveniente del patio irrumpió en el claustro central, y cuando quiso volver al patio, chocó repetidamente contra los amplios (y semicerrados) ventanales.
Y allí, mil compañeros, camaradas, cumpas, e independientes (estos últimos, 98,9% del total) nos pusimos a cantar Se equivocó la paloma, el tema que cantaba Serrat, en vez de La Internacional, o La Marcha Peronista o La Marsellesa, o lo que fuera, cerrando de esta manera la asamblea ante el estupor de toda la vanguardia iluminada (por el sol), que, diré en su defensa, era tan adolescente como los demás.
Quizás haya sospechado el lector, al ver el título de esta columna, que yo iba a hablar de la serie que está haciendo furor en hogares y hogaras argentines, Adolescencia. Pues sí, era y sigue siendo mi propósito. Así que... ¡ALERTA ESPÓILER!
La verdad es que es una serie muy bien hecha, con excelentes actores (no hay malos actores ingleses, son todos increíbles), respetuosa de distintas maneras de pensar, siempre que…
Siempre que aceptemos y naturalicemos un sistema que permite a la policía irrumpir violentamente en la casa de una familia, apuntar con armas largas a un chico que estaba durmiendo, y después, eso sí, poner tooodos los cuidados en ver si desayunó o no, o si tiene frío, o si comprende la comprensión de lo comprendido.
Siempre que aceptemos que los adultos son responsables de los chicos para verificar que los traten bien, pero no ante la posibilidad de que sean dueños, por ejemplo, de un cuchillo que puede matar.
Siempre que aceptemos que los chicos deben saber que matar está mal, pero no tienen por qué dejar de denigrar hasta la más profunda humillación a sus compañeros/as, porque eso es normal, está aceptado, forma parte del código, hasta existen distintos "emojis" para tratar al otro de "inaceptable", "inútil", "incel (célibe involuntario)" y otros "in".
Todos los personajes, adolescentes incluidos, se preguntan todo el tiempo por la normalidad. "¿Soy un adolescente normal?". "¿Soy un padre/madre normal?". No se preguntan por el amor, sino por las normas, lo-que-corresponde. "¿Soy un policía normal?" (o sea: "¿cumplo con el protocolo, diga este lo que diga?"). Y ya no se trata de la ley, que uno lo podría entender, pues quien no cumple la ley comete un delito, sino de los códigos, donde, si uno no los cumple, "queda afuera", "no pertenece". Y se ve que la ley más importante de todas, más fuerte que el amor, la amistad o lo que sea, es "no quedarse afuera" porque, como decía la publicidad de una tarjeta de crédito: "Pertenecer tiene sus privilegios".
Y parece que "los únicos privilegiados" no son los niños ni, mucho menos, los adolescentes.
Propongo al lector acompañar esta columna con el video-estreno de Rudy Sanz “Moda exclusiva”, primer episodio de su nueva propuesta, la “ serie” “Cómo llegamos a esto”: