Desde Bahía Blanca
Un mes pasó de la gran inundación y el agua todavía no termina de irse en el ingreso a General Cerri, a 10 kilómetros de Bahía Blanca. A un costado de la Av. Joaquín V. González por la que se accede al pueblo desde la Ruta 3, los campos encharcados dan paso a una especie de laguna que anticipa la llegada al pueblo en que el agua tapó todo. Encerrado por el desborde de los cauces que desembocan en el estuario, Cerri quedó inundado por completo y recién ahora arranca la etapa que califican como "reconstrucción", tras las tareas de salvataje, asistencia social y limpieza.
Hugo Fabiani es nacido y criado en el pueblo. Tiene 82 años y preside la Sociedad de Fomento de General Cerri. Lo que ocurrió allí el pasado 7 de marzo, asegura, "no tiene comparación": "Vivo acá desde que nací y nunca vi algo igual. Hemos tenido otras inundaciones o eventos similares, pero nada como esto", dice a Página/12. El hombre recorre en su camioneta las calles de tierra todavía con pozos y algunas embarradas por el paso del agua, hasta llegar al taller de carpintería de Andrés Martín, que perdió casi toda su producción y apenas pudo salvar algunas partes de muebles del taller a las que no les llegó el agua. Recién hace unos días pudo retomar el trabajo, pero lo más "impactante", asegura, sigue siendo lo que le tocó vivir con su familia en el momento de la inundación.
Todo Cerri coincide en que las cosas se sucedieron de un momento para el otro. La historia de Martín lo grafica. Cuenta a este diario que despertó de golpe por los fuertes vientos que le recordaron al temporal de diciembre de 2023. Cerca de las 7 de la mañana fue a lo de sus padres a tomar mate para ver cómo estaban, y poco después, en menos de diez minutos, "el agua llegaba hasta la cintura".
Entonces comenzó un desesperado ir y venir entre esa casa y la suya, donde estaban sus dos hijas mellizas de diez años junto a su esposa: "Las pusimos arriba de la cama y una me decía que tenía miedo porque no sabía nadar; cuando volví a lo de mis viejos estaban peor y tuve que subirlos a la mesada hasta que la situación se volvió imposible; le pedí ayuda a un vecino que trajo su kayak y sacamos a los dos por ahí; cuando vuelvo a mi casa la cama ya flotaba con las nenas arriba y justo pasaban dos chicos con tambores plásticos cortados sobre el agua y tuvimos que sacarlas con eso, si no, no sé cómo hubiera terminado", recuerda con los ojos humedecidos: "Quedamos muy golpeados psicológicamente", agrega.
Los dos hombres resaltan la solidaridad que se vivió desde el primer día y que se mantiene hasta hoy. La familia de Martín y otras 70 personas atravesaron la inundación agolpados en el segundo piso de la casa de una familia panadera que se ofreció a albergarlos y les brindó comida de su producción. Las lanchas, botes y kayaks, elementos comunes en el pueblo pesquero, circularon todo el día por las calles y plazas tapadas de agua, rescatando gente para llevar a los centros de evacuados, que llegaron a tener 800 personas –casi el 10 por ciento de las cerca de 8700 personas que viven en el pueblo-- más otras 2 mil autoevacuadas en casas de familias.
Un mes después, el pueblo recién puede empezar a hablar de "reconstrucción". Así llama el delegado municipal Fabián Fabrizzi a la que cataloga como "cuarta etapa" post catástrofe: "La primera fue el salvataje, rescatar a las personas de las casas, los techos, de donde estuvieran; después la atención social con alimentos y ropa; y luego la limpieza con la basura que tuvimos que ir acumulando en un predio del ingreso a la localidad, porque llevarla hasta los centros de residuos hubiera sido imposible: un camión tardaba más de una hora en llegar por los cortes de tránsito y puentes", sostiene.
Un mes después pudieron comenzar a sacar de a poco la basura acumulada en el predio, pero es una tarea que demandará tiempo, mientras en algunas veredas todavía se ven pequeñas montañas de muebles o electrodomésticos acumulados y el olor a humedad se mantiene en las viviendas. La "reconstrucción" se centra particularmente en las tareas sobre las calles socavadas y hundidas por el agua, así como el trabajo en algunas casas que todavía están con riesgos estructurales. El delegado asegura que son más de diez las viviendas que están en esa situación.
Fabiani calcula que, en total, entre los repartidos por el municipio, el gobierno bonaerense y donaciones particulares, en Cerri se entregaron alrededor de 8 mil colchones. Buenos Aires, Patagones, Santa Rosa, Comodoro Rivadavia son sólo algunos de los puntos que los cerrenses recuerdan de los infinitas ciudades desde las que llegaron elementos, además de los entregados por los organismos estatales.
El hombre destaca en especial el trabajo mancomunado de las "entidades intermedias", unas 20 instituciones que se cargaron al hombro las tareas de ayuda en conjunto con la delegación municipal, mientras que Martín remarca sobre todo que los trabajos se realizaron a toda hora y "sin distinciones políticas". "Duele mucho escuchar algunos medios que dicen cosas sobre cómo se trabajó, que no estuvo organizado, que no se entregaban las donaciones o hasta que se las robaban, cuando las cosas acá fueron totalmente distintas", subraya. Y agrega que "nosotros somos cerrenses a morir y sólo queremos salir de esta". El mismo espíritu se ve en el mensaje de una reciente grafiteada en la pared de una lavandería: "No me verán caer, Cerri te amo", dice.
Un pueblo que, aunque se recupera, cargará en su memoria con el recuerdo de dos fallecidos. Del total de 16 muertes en el Partido de Bahía Blanca, las de Nélida Elisei y Rolando Ortega se produjeron en Cerri. Según el parte oficial, la muerte de Elisei fue en el centro de evacuados del Club Sansinena, mientras que Ortega falleció en la residencia de adultos mayores Atardeceres, que está cerrada con sus ventanas tapadas, aunque con muebles y electrodomésticos tirados sobre la vereda.
Otras dos personas murieron en los alrededores de Cerri, cerca de la Ruta 3. Es el caso de Ángel Eduardo Mosman y de Rubén Zalazar, el trabajador de reparto de correos que intentó salvar a Pilar y Delfina Hecker, las mellizas de 1 y 5 años que están desaparecidas. Zalazar se cruzó a la altura de la rotonda de Cerri con el auto de la familia Hecker, que intentaba llegar a la casa de un familiar para resguardarse del temporal. El trabajador quiso rescatar a las chicas pero la corriente se llevó los dos autos y, aunque los padres de las mellizas sobrevivieron, nadie pudo encontrar todavía ningún rastro de las niñas.
La fiscal del caso, Marina Lara, dijo este viernes al medio local Radio Arcos que, a pesar de los múltiples rastrillajes por tierra y agua, los técnicos y profesionales a cargo de la búsqueda ya le manifestaron que "no es esperable encontrar a las víctimas por el lugar al que podrían haber sido arrastradas por la fuerza del agua y las características geográficas del estuario". La búsqueda, sin embargo, todavía no se dio por finalizada y continuará durante esta semana.