¿Qué tienen en común un ex sicario, una jugadora empedernida y una joven deprimida y suicida? Podría pensarse que, en todos los casos y en mayor o menor medida, se trata de “perdedores”, personajes algo marginales o border en términos sociales. Pero lo que realmente los une es que tanto El Galgo como Armande y Tom son los protagonistas de los tres largometrajes presentados durante los últimos días en la Competencia Oficial Internacional del 26° Bafici. 

El segundo largometraje de Cris Tapia Marchiori (La noche más fría) es otro ejemplo de una tendencia en boga: las películas filmadas en un único plano-secuencia, ya sea este real y sincero o con costuras de montaje invisibles a los ojos. Relato en tiempo real muy afincado en el terreno del género (el suspenso, la acción, el western urbano) y con guiños al realismo tumbero, Gatillero sigue las desventuras de El Galgo, un “duro” criado en el barrio de Dock Sud conocido como Isla Maciel, quien es presentado al espectador mientras roba eficazmente un kiosco. Como en una pesadilla interminable, a partir de ese momento a El Galgo le ocurrirá de todo, comenzando por una paliza a manos de un par de agentes policiales que se quedan con su escaso botín.

A grandes rasgos, la de Gatillero es la historia de un hampón traicionado por los suyos y perseguido durante una larga noche por propios y ajenos. Gran parte de la gracia del asunto está dada por el nervio de una cámara en constante movimiento, que acompaña casi siempre al protagonista pero, en más de una ocasión, toma desvíos para concentrarse en otros personajes: los narcos que manejan la droga en las calles, un grupo de vecinos que se organizan para acabar con su control, una pareja de jóvenes que desconocen las deslealtades de los patrones, la organizadora de un comedero y la jefa del crimen barrial, a quien todos llaman La Madrina (Julieta Díaz en una fugaz participación). La intensa performance de Sergio Podeley como El Galgo y el vistoso tour de force técnico para esta historia de supervivencia son las evidentes virtudes de un film muy efectivo en términos de ritmo, aunque un tanto lastrado por las convenciones y los estereotipos (y una escena de alcances sociopolíticos definidamente demagógica).

No puede negarse que los parisinos afincados en Bélgica Harpo y Lenny Guit, hermanos y directores de la anterior Mother Schmuckers, tiran toda la carne en el asador al crear a un personaje como Armande, una joven con serios problemas de ludopatía. La chica es realmente irritante y en Aimer perdre (“Amo perder” podría ser una traducción posible) es presentada en plena discusión por los meses de alquiler que le adeuda a la dueña de la casa en la cual duerme, en un colchón en medio del living. El esperpento es inherente al estilo de los hermanos Guit y aquí esa característica está elevada a la enésima potencia, incluida alguna secuencia jugada frontalmente al mal gusto bien entendido: el romance con la escatología dice presente cuando a las heces se les suma una literal explosión de sangre menstrual. Armande no duda en robarle un par de objetos a un amigo de su mejor amiga y salir a venderlos en un puesto callejero de Bruselas, dinero que eventualmente será jugado en alguna apuesta en la cual, inevitablemente, terminará perdiendo.

Aimer Perdre, de los hermanos Harpo y Lenny Guit.


Cuando Armande conoce a Ronnie las apuestas están dadas para que Aimer perdre se transforme en una peculiarísima comedia romántica, en particular luego de que una noche de juerga y juegos –primero a puertas cerradas, luego en el casino, finalmente en el balcón de un tercer jugador– parece marcar finalmente un cambio de tendencia en los resultados. Los Guit no intentan de ninguna manera hacer un retrato generacional a partir de un personaje tan extremo, y la provocación –que es parte esencial de su concepto cinematográfico– sólo puede leerse como desenfadada ironía, pero tampoco es posible escaparle a la idea de que la vulgaridad puede no ser otra cosa que una máscara para esconder una profunda fragilidad. Un miedo a estar en el mundo (y a los fracasos inevitables que ello implica) que se somete temporalmente ante los excesos y la falta de pruritos sociales y personales. Armande es, sin duda, la heroína más estrafalaria de esta sección competitiva.

Otra “comedia” entre varias comillas (aunque que lo es, lo es), el segundo largometraje de la israelí Karni Haneman luego de Fuck You Jessica Blair es la primera premiere mundial de esta sección competitiva. Descendiente lejana de un Aki Kaurismaki a quien le hubieran inyectado altísimas dosis de pesimismo, Haneman recurre a apenas cuatro personajes y tres o cuatro paradas en la ruta para construir un relato hecho de diálogos y miradas, aunque la falta de expresividad es parte esencial de la ecuación. A Tom, la protagonista, interpretada por la propia Haneman, la encuentra Kobi (Adam Avidan) en un paraje desolado y rocoso, encerrada en un auto y con una manguera saliendo del caño de escape e ingresando por una de las ventanillas. Pero el coche no enciende y el suicidio no tiene lugar. Es la segunda vez que lo intenta, le confesará ella más tarde, y la primera, exactamente un año atrás, la cosa tampoco terminó de funcionar, como lo demuestra su existencia en tiempo presente.

Tom’s 2nd Suicide.


De allí en más, la depresiva Tom y el misterioso Kobi recorrerán rutas principales y senderos interiores en busca de un precipicio que pueda llevar a buen puerto el deseo de la joven, con la aparición de un hombre en una estación de servicio y la de otro potencial suicida como únicas compañías temporales del dúo central. El tono elegido por la realizadora y actriz es el del humor seco, lacónico, a cara de póker, atravesado por instancias de completo absurdo, como la escena en la cual un pequeño paquete de chocolate con maní en barra se transforma en un evento de suma importancia. O aquella otra en la cual las “últimas palabras” antes de morir devienen en una discusión sobre los spoilers. No todo funciona en la lánguida y, por momentos, extrañamente tierna Tom’s 2nd Suicide, en particular cuando, ya en el tercer acto, la comicidad le cede el lugar a ciertas disquisiciones filosóficas de cierta severidad superficial. La raigambre indie del universo creado por Haneman se completa con un par de canciones ad hoc que acompañan a los singulares héroes en su derrotero ¿hacia ninguna parte?

* Gatillero se exhibe el lunes 7 a las 16 y el martes 8 a las 13:30 en Teatro Alvear.

* Aimer perdre se exhibe el martes 8 a las 15:55 y el jueves 10 a las 21:50 en Cinépolis Plaza Houssay 4

* Tom’s 2nd Suicide se exhibe el lunes 7 a las 15:40 y el martes 8 a las 13:25 en Cinépolis Plaza Houssay 2