Desde New York y Barcelona

UNO Más que leerla, Rodríguez mira a esta a cita no a ciegas sino con los ojos bien abiertos y preguntándose a dónde se han ido sus párpados. El más famoso e invocado y ahora tweet marca Friedrich Nietzsche. Aquello y eso y esto: "Quien lucha con monstruos que se cuide de convertirse a su vez en monstruo. Cuando miras largo tiempo a un abismo, el abismo también mira dentro de ti". Y entonces se mira al espejo y en el espejo. Y ni siquiera es el hogareño espejo de casa, ese espejo que más conoce y mejor lo reconoce. No: el que lo desconoce es un espejo de hotel, se dice. Y, así habló Rodrizustra, son (por cambio de ángulo y diferencia de iluminación y porque, a diferencia de los de casa, uno no puede sino mirarse en ellos y resultan casi tan reveladores de toda imperfección casi como retrato de Dorian Gray) los espejos más peligrosos que hay junto a los de los ascensores (que devuelven mirada de sube-y-baja y que se regocijan con el sado-masoquista de detenerse en casi todos los pisos, prologando el ascenso de la caída o la caída del ascenso). Son los espejos que fijan aún más la mirada de aquel que lo único que quiere es mirar a otra parte.

DOS Y el hotel es un hotel en el arrítmico y colesterólico corazón de Times Square: el barrio más insomne de la ciudad que nunca duerme. Y Rodríguez busca para colgar del picaporte de su habitación ese cartelito bifronte de PLEASE MAKE UP ROOM / PLEASE DO NOT DISTURB. Pero el de este hotel no es uno de esos. Es uno diferente. Es uno muy inquietante, casi tan inquietante como un espejo, e igual de abismal. En ambas caras del cartelito se lee --en rotundas mayúsculas-- NOT READY YET. Y Rodríguez no lo tiene claro, no está del todo seguro si tiene que ponerlo o no. Porque ese NOT READY YET puede referirse tanto a que la habitación aún no ha sido alistada o puesta a punto (y así se lo indica a la camarera, bienvenida sea) o, por lo contrario, que no está lista para ser puesta a punto (y así se lo indica a la camarera, que no es bienvenida por el momento). Disyuntiva filosófica-nietzscheana que le produce a Rodríguez un cierto vértigo y, por lo tanto, decide hacer lo que se suele hacer cada vez que se enfrenta a este tipo de dudas: no hacer nada. Así que sale y cierra y ascensor (cierra los ojos para evitar ser perturbado por su propio espejismo) y baja a desayunar. Y, ah, los desayunos/incluidos de ciertos hoteles norteamericanos poco y nada tienen que ver con los de casi todos los hoteles europeos. Los desayunos Made in USA se parecen demasiado a ese tipo de comida que --en las películas-- se sirve en las cárceles. Para colmo, los huevos revueltos saben al producto de alguna variante polvorienta y deshidratada porque, se sabe, hay escases de huevos en el Imperio. Y los pocos que se encuentran son carísimos. Aquí no hay huevos y todos tienen los huevos rotos.

TRES Y El Gran Gatsby --que este jueves cumplirá cien años-- transcurre (con alguna escapada a Manhattan) en East Egg y West Egg: dos orillas separadas por agua y que son el trasunto de Great Neck, Long Island, donde Francis Scott Fitzgerald comenzó a escribir la novela que terminó de corregir en Francia e Italia. Y, sí, además de todo ese lirismo romántico, El Gran Gatsby trata fundamentalmente sobre el dinero, la diferencia de clases y el primer gran sacudón económico temblado por los Estados Unidos. Allí y entonces, la balzaciana cartografía clasista de East Egg (la old-respected money de Tom y Daisy Buchanan) & West Egg (la new-dirty money de Jay Gatsby y la no much-money de Nick Carraway y esa luz verde que es la del pasado amoroso pero también la del verde-que-te-quiero-verde dólar.

CUATRO Porque en principio y al final, de eso trata todo. "It's the economy, stupid", dijo Bill Clinton. Y ahora es lo que aplica Donald Trump jugando al Monopoly de alto Risk con globo terráqueo y modales de Gran Dictador. Y si brain rot --para Rodríguez la putrefacción de la mente es consecuencia directa del mal uso de un cuarto de siglo de las redes cada vez más asociales-- fue el término del año pasado para el Oxford English Dictionary, ya casi está a punto la siguiente aunque apenas estemos orillando al cruel abril. Rodríguez está seguro: la palabra del '25 va a ser tariff, va a ser arancel. De eso hablan y a eso escuchan todos. El precipitado Trump con sus medidas sin medida y Europa como principal víctima de sus cálculos sin cálculo por --asegura el primario más mandón que primer mandatario-- haber estado robándole de manera muy fea a América The Beautiful durante demasiado tiempo. Y Rodríguez se niega a asustarse con todo esto (que se está manejando con una suerte de paranoia covidiana-bélica) pero que, no lo duda, será utilizado como coartada perfecta a la hora de subir precios y... Rodríguez entra a la librería The Strand --que ya no es lo que era-- y allí pequeño altar conmemorativo con vidas y obras de Fitzgerald. Y más tarde, por Broadway, Rodríguez se detiene a ver los videos/preview en las puertas de un teatro donde se ofrece versión musical de El Gran Gatsby. Y, oh, descubre que los actores que representan a Nick Carraway y a Daisy Buchanan son... afroamericanos. Y ¿no es esto lo mismo que aquel justamente denostado blackface?, se pregunta Rodríguez. ¿No es whiteface sin maquillaje empalidecedor por supuestamente justiciero pero más bien ajusticiador cupo? ¿De verdad --de creer esto como una reivindicación histórica-- se conforman con tan poco y con tan tonto?". Rodríguez se pregunta, también, qué pensaría de todo esto Fitzgerald quien, alguna vez, en sus formidables Notebooks, avisó: "Acerca tu silla al borde del precipicio y te contaré una historia" y, también, "Muéstrame un héroe y te escribiré una tragedia".

Y precipicio es más o menos sinónimo de abismo.

Y probablemente precipicio/abismo no sea la palabra del año para Rodríguez pero --sintiéndose trágico pero nada heroico y aun menos digno de que alguien se siente a escuchar-- sí, cada vez más cerca del borde, la que va definiendo estos últimos tiempos de su tiempo.

CINCO Ahí está y ahí sigue, de regreso en Barcelona (Rodríguez tuvo que hacer una cola de casi dos horas para que le miraran el pasaporte de entrada pero el trámite de salida no demoró más de cinco minutos), donde los tertulianos mediáticos y especialistas en lo que sea y venga, no hacen otra cosa que intentar descifran el cuasi danbrowniano Código Trump. Mientras, los presidentes del Viejo Mundo no hacen otra cosa que reunirse para ver qué hacer, mirándose unos en el deformante espejo de los otros. Preguntándose qué pasará si a Trump le sale bien --más allá del crack huevón de la semana pasada en el cascarón de Wall Street y el de los huevos fritos de esta semana-- lo que a ellos les está entrando tan mal.

Mejor pensar --mientras fríe unos huevos de verdad-- en mejor no pensar.

Mejor dejar atrás la no-ficción y concentrarse en la ficción y lee --en una artículo de Eduardo Lago en El País-- que aquel 1925, diez décadas atrás, fue virtual y virtuoso annus mirabilis para las letras norteamericanas, cuando y donde, además de El Gran Gatsby, también se publicaron An American Tragedy de Theodore Dreiser, The Making of Americans de Gertrude Stein, Manhattan Transfer de John Dos Passos, In Our Time de Ernest Hemingway, Gentlemen Prefer Blondes de Anita Loos, In the American Grain de William Carlos Williams, XLI Poems de e. e. cummings, la primera auto-antología poética de T. S. Eliot, el segmento inaugural de los Cantos de Ezra Pound, mientras William Faulkner firmaba el contrato para la edición de Soldier's Pay, su primera novela.

Ahí está, ahí sigue: Rodríguez arancelado y podrido hasta los sesos y sus ojos son el espejo de su desalma.

El Pequeño Rodríguez.

Mirando hacia abajo, mirado desde arriba.

 

NOT READY YET.