El decreto anunciado este lunes por Axel Kicillof convocando a elecciones provinciales el 7 de septiembre, o sea en fecha distinta a las elecciones nacionales del 26 de octubre, consuma el famoso desdoblamiento. Pero también inicia un proceso político intenso dentro del peronismo bonaerense.

Siempre es útil hacer un poco de historia. En una entrevista realizada por Eduardo Aliverti el 8 de septiembre pasado y comentada en Buenos Aires/12, Carlos Bianco dejó una definición: "Quien sea el Presidente o la Presidenta en 2027, además deberá conducir al peronismo". Bianco es ministro de Gobierno de la Provincia y mano derecha de Kicillof. 

Por lo que fue posible indagar en aquel momento, la frase no era una indirecta sobre ese presente sino una conclusión a ser tomada en cuenta en el futuro. 

Aliverti no se anduvo con vueltas: "¿Kicillof ya está en carrera presidencial?". Respuesta de Bianco: "No, y tampoco es una ambición personal. Lo conozco hace mucho a Axel, desde 1998, y nunca lo escuché decir 'quiero ser gobernador, quiero ser diputado, quiero ser Presidente'. Eso no quita que el proceso político lo ponga en algún lugar de decisión mayor, pero hoy está en la carrera de pagar los salarios a fin de mes y en que funcionen los hospitales".

Sin embargo, un hecho habia cambiado el mosaico político. Un año antes, en 2023, Martín Insaurralde presentó su renuncia como jefe de Gabinete. Era el efecto de su escándalo de intendente de distrito pobre, Lomas de Zamora, en yate rico, el Bandido que navegaba frente a la costa de Marbella.

La designación de Insaurralde, en 2021, no fue una iniciativa de Kicillof sino una decisión de Cristina Kirchner, supuestamente para darle músculo político a la Gobernación después de las elecciones legislativas. 

La caída de Insaurralde, entonces, funcionó con un efecto nítido: el despido del personal trainer fortaleció al presunto debilucho. Y a la vez creció la vocación de Kicillof no sólo por gestionar ("pagar los salarios a fin de mes y que funcionen los hospitales", como resumió Bianco) sino por hacer política. Es decir, por conducir la política del peronismo en la provincia de Buenos Aires. Así fue como apeló al mismo método de acumulación con el que consiguió la reelección, en 2023, cuando el candidato nacional Sergio Massa perdió por 44 por ciento frente al 56 por ciento de Javier Milei. Sumó intendentes, legisladores, dirigentes sindicales, universitarios y empresarios pyme. Encima nadie le achacó que hubiera tenido una conducta mezquina: no sólo ganó la Gobernación sino que en la provincia de Buenos Aires Massa triunfó en las PASO, en la elección general y en el balotaje. Milei no se pudo imponer en territorio bonaerense.

Sin que él mismo lo planificara cuando habló con Aliverti, el concepto de Bianco sobre la necesidad del ejercicio simultáneo de la jefatura del Estado y la del peronismo terminó aplicándose a la realidad provincial. Por fuerza de los hechos, primero Kicillof se sintió fortalecido por el BandidoGate. Un dato más se agregó al panorama:  ya con Javier Milei en la Casa Rosada, como gobernador de la provincia más grande de la Argentina Kicillof era la contracara práctica de la experiencia libertaria. Cristina Fernández de Kirchner fue una crítica tenaz de Milei, naturalmente, y lo sigue siendo, pero no tenía funciones ejecutivas.

El debate original fue por la amplitud del despliegue político por parte de Kicillof, un despliegue que incluía las herramientas tradicionales de la política. Las candidaturas, por ejemplo. El funcionamiento de los bloques en las dos cámaras de la Legislatura. La formación de listas. El monolapicerismo versus el multilapicerismo. En el fondo, la discusión por quién sería la referencia principal del peronismo en la provincia de Buenos Aires y, de manera implícita o explícita, el debate por el papel de Cristina y Kicillof en el distrito. ¿Conducción de una o de uno? ¿Dirigencia colegiada, si es que eso alguna vez fue algo más que una condición fugaz en la historia del peronismo?

Hay un elemento nuevo en la discusión justicialista. Cada vez los argumentos, los proyectos y el análisis crítico del pasado reciente del gobierno anterior asumen una característica más descarnada. Tienen datos, años, números, nombres, apellidos. Por algo una de las críticas de los sectores más afines a CFK contra el gobernador es que no haya endosado la candidatura de ella a la presidencia del Partido Justicialista, cuando aún le competía el riojano Ricardo Quintela. Kicillof fue tildado de "desagradecido" y hasta de "traidor". 

Pero el punto, en este presente de vértigo, con un Gobierno nacional socialmente dañino y un mundo inestable, no es ya quién tiene la culpa. Tampoco si el hecho determinante del desdoblamiento es la introducción por parte de Milei de la Boleta Única de Papel y el riesgo, según Kicillof, de que la convivencia de ese sistema a nivel nacional y el uso de la boleta de siempre a nivel provincial pueda entrañar un serio problema institucional o logístico. 

La clave, en una postura realista, es doble. Por un lado, cómo administrarán los dirigentes y la militancia un conflicto interno que hoy quedó plasmado pero no empezó recién. Por otro lado, de qué modo práctico se traducirá el criterio esgrimido hoy por Kicillof de convocar de manera frentista a lo que definió como un objetivo de "unidad" contra Milei.