En la Argentina de 2025, este día nos encuentra con la salud pública como foco de agresión, desfinanciación y desmantelamiento por parte del gobierno nacional. Despidos sucesivos, cierre de hospitales, salas y servicios, suspensión de programas públicos de salud que abordan cuestiones como la tuberculosis, el VIH, el cáncer, la salud mental, la discapacidad, la provisión de medicamentos y métodos anticonceptivos, entre otras. Junto con ello, la intervención y el ahogo a las obras sociales, el ataque a la formación profesional desde una perspectiva de derechos y el ahogo a los espacios de salud comunitaria gestionados por organizaciones populares.

En este escenario, el derecho a la comunicación e información en salud, entendidos como derechos que habilitan derechos, también se ven agredidos y puestos en cuestión. La información científica y médica es objeto de desprestigio en redes sociales.

La pandemia de Covid-19 nos mostró con fuerza la emergencia y consolidación de discursos que desconfían de las instituciones científicas y sanitarias. Antivacunas, terraplanistas, seguidores de teorías conspirativas y negadores del cambio climático. También nos reveló la creciente crisis en la relación entre la ciencia, la medicina y el público. Crisis que nos impulsa a volver, una vez más, a la pregunta acerca de cómo los discursos sobre salud y enfermedad se configuran, se comunican e impactan en sus diferentes dimensiones.

Además de estudiar el papel de los algoritmos digitales y su relación con el acceso y el consumo de contenidos audiovisuales en redes sociales, debemos preguntarnos, ¿cómo se acoplan y sincronizan las consignas que no sólo ponen en duda la efectividad de las vacunas y otras políticas de cuidado colectivo sino que sostienen que son una amenaza a la libertad individual? ¿qué relación tienen estos discursos con las narrativas de las derechas actuales y los nuevos y remozados fascismos? ¿qué sociedad puede aceptar en la conversación pública que se justifique y festeje el desguace de programas de salud, se vanaglorie la violencia hacia sus trabajadores y el sufrimiento de usuarios y usuarias?

Los discursos negacionistas y antivacunas no son fenómenos aislados, forman parte de los repertorios que desconocen el rol de la seguridad social y las políticas sanitarias en el crecimiento de la calidad de vida de nuestro país, en la ampliación de derechos en lo que hace al acceso a una vida saludable y en el crecimiento de la expectativa de vida, y sobre todo cuestionan el papel del Estado en la protección y organización de la salud colectiva.

Desde los estudios de comunicación y en particular de los estudios sobre discursos sociales, sabemos que aquello que se dice públicamente y toma la forma de discurso, no está aislado de la sociedad. Todo discurso social, como tal, legitima y produce prácticas, comportamientos, ideas y maneras de ver y pensar el mundo que nos rodea. No todo puede ser dicho en un momento histórico y a la vez tienen que suceder cambios en la vida social, en la forma de vincularnos, para que ciertos discursos tomen forma y sean escuchados y habilitados.

Desde hace un tiempo, venimos esbozando llamados de atención sobre el avance de la crueldad como forma de vínculo en la Argentina. Sobre la mirada de una sociedad que no termina de salir de la sorpresa y estupor por los cambios en las subjetividades colectivas que habilitaron la llegada y el despliegue de un gobierno violento, empobrecedor y cruel.

Será tiempo de preguntarnos por las circunstancias sociales, económicas, culturales y políticas que hicieron posible que estos discursos sean aceptados, festejados, banalizados o tolerados por numerosos sectores de nuestra sociedad para que también la violencia y la crueldad lo sean. Pero también por aquellas formas organización colectiva que abonen a prácticas y narrativas de construcción ciudadana y comunitaria solidarias y colectivas, en clave de derechos.

* Doctora en Sociología por IDAES/UNSAM