Lucas Soares enseña filosofía desde hace 26 años, y en un momento se preguntó: "¿Qué cosa es esto que estuve enseñando tanto tiempo? Aparte de ocuparse de ciertos tópicos o perplejidades esenciales, la filosofía también se ocupa de preguntarse todo el tiempo qué es ella misma, algo que no pasa en otras disciplinas", dice a Página/12. El doctor en Filosofía y docente acaba de publicar ¿Qué es esa cosa llamada filosofía?, un libro que dialoga con varios síntomas de la época, como la "tuiterización del pensamiento".

Pensado para "un público amplio, no especializado", el texto podría ser "una escalera" para que los lectores arriben a los grandes autores. No está estructurado por pensador ni por los grandes temas que ha abordado la filosofía a lo largo del tiempo. "Trata, en la medida de mis posibilidades, de ser didáctico desde la prosa y también con el trabajo sobre las fuentes para generar el estímulo, el deseo hacia ellas", comenta Soares. Las páginas plasman el "desdoblamiento poético-filosófico" del autor, quien también escribe poesía. Las voces de Sócrates, Decartes, Kant, Nietzsche, Heidegger, Foucault y Deleuze se van hilvanando con las de artistas y poetas.

"Me gusta la divulgación que incorpora la dimensión del no entender, que te advierte que las fuentes son complejas porque implican muchas capas geológicas de lectura pero que vale la pena acercarse a ellas. Me interesa mucho esa divulgación que sirve como medio para llegar a ese fin que es que pases por la lectura de esas fuentes filosóficas porque te van a cambiar la vida de alguna manera. No me interesa tanto la divulgación que se planta como un fin en sí misma", contrasta. 

"Hay muchas formas de entender la filosofía. En este libro me ocupo de las que me interesan. Es un recorrido deliberadamente parcial, quizás un tanto antojadizo. Son las caracterizaciones o las formas de pensarla que me resultan sumamente estimulantes para pensar, también, la época", dice el profesor de filosofía antigua en la Universidad de Buenos Aires e investigador del Conicet. "Lo lindo que tiene la historia de la filosofía es que ofrece un menú de pensadores y pensadoras de estilos de transmisión con los cuales uno puede conectar o no. Es como una historia de amor y desamor", define.

El capítulo "El pensar artesanal" establece una contraposición entre un "pensar artesanal" y uno "industrial". Dice el texto: "La era digital ha trastocado, en todos los planos posibles, nuestros modos de pensar, de sentir, de desear y de actuar. Casi sin darnos cuenta, como prisioneros de la caverna platónica, hemos quedado cautivos de la omnipresencia de las pantallas y de estímulos digitales que nunca cesan, hasta el punto de que lo más peculiar de este cautiverio es que involucra un acto voluntario". 

"Como signo epocal podemos hablar, entre otras cosas, de la aceleración -plantea el escritor-. No es sólo técnico-digital, sino también informativa; es una aceleración psíquica en la que no podemos parar el scrolleo mental. Nuestra mente es una especie de pantalla donde el pensamiento scrollea guionado por algoritmos, entonces me parece que la filosofía ofrece una especie de ancla analítica para pensar desde un punto de vista más artesanal en qué medida somos pensados por ese pensar maquinal, automatizado, algorítmico." La reflexión reenvía a Heidegger y al concepto de "estado de interpretado" que tan exquisitamente aplicó José Pablo Feinmann -a quien Soares admira- a los medios de comunicación.

"Hoy la medida de la realidad pasa por la traducción emocional de los hechos. Todo implica un 'las cosas son tal como las siento' y, desde el lugar del sentimiento, la emocionalidad, 'yo opino'. Es una época cuyo lema podríamos decir es 'la opinión a cualquier precio'. La opinión infundada, amplificada por las redes sociales por las que muchas veces somos hablados. La filosofía aporta un pensar más detenido, reflexivo, apunta a tratar de que desde el silencio y la reflexión fundamentemos un poco más nuestras posiciones. Implica ese pasaje de un estado de interpretado a un estado de intérprete", analiza Soares. 

Para él, el presente toma la forma de un "canal de streaming en el que la gente habla al mismo tiempo, opinando de forma apresurada, pisoteándose entre sí". "Por eso me imagino una escena como la de la performance de John Cage. Un canal de streamers en silencio. Imagino un poco de serenidad para poder parar la pelota y ponernos a pensar, a ver cómo argumentar mejor las posiciones que sostenemos, lo cual es muy difícil porque estamos bajo el imperio del sadismo y la crueldad en términos de gobernanza, y uno de sus instrumentos fundamentales pasa por las redes sociales".

La filosofía no es ajena a la "tuiterización del pensamiento". Abundan los videos que sintetizan en exceso lo complejo, a veces con tono de autoyuda. "El medio es el mensaje. Esos videos pueden implicar pastillas de reflexión, en el sentido de que eso que ves te puede mover a pensar algo, pero el problema es que después de ver eso ves un video de gatitos u otro para mejorar tus dolores de cadera, entonces esa pastilla de reflexión se difumina. En ese sentido, rescato el objeto humanista casi en desuso que es el libro", opina el autor de Anaximandro y la tragedia y Platón y la política. "Uno de los problemas del filósofo como influencer o youtuber es que, quizás sin darse cuenta, termina ajustando el discurso filosófico a la normativa que establece la aplicación, a la reglamentación marketinera que imponen las redes."

"Pienso a la filosofía como el deseo de desatar un nudo o esas perplejidades esenciales que atraviesan nuestra vida y que son parte del elenco de temas de la historia de la filosofía. También se trata de trabajar con el malestar que nos produce la época y encausarlo para que se genere el deseo de ver cómo salimos del aprieto. Estamos muy formateados con formas unidireccionales de pensar las cosas y las filosofía permite ponerlas en entredicho, en suspenso, para aprender a pensar de otras maneras y dejar de tener un pensamiento conservador. Me fascina lo revoltoso que es el pensamiento filosófico", concluye Soares. Su libro puede ser leído como una reivindicación de la filosofía en un tiempo que parece ir a contramano de su espíritu.