A la mesa chica de la Confederación General del Trabajo (CGT) le inquieta la coyuntura política. La mayoría de sus miembros observan con preocupación la dispersión que vive el peronismo porque eso los lanza a un protagonismo en la resistencia a las políticas neoliberales del gobierno de Cambiemos que por ahora evitan. Tan es así que durante la semana pasada estudiaban la forma de rechazar la reforma previsional sin mucha exposición cuando se enteraron, un día antes, que la justicia intentaría detener a la senadora Cristina Kirchner. Decidieron no abrir la boca porque entienden que esa maniobra judicial la coloca nuevamente a la cabeza de oposición. La mayoría de los integrantes de la mesa chica prefieren –aunque todavía sin mucha esperanza– que ese liderazgo surja desde el grupo de gobernadores peronistas.
El miércoles pasado participaron de la mesa chica los triunviros Héctor Daer, Juan Carlos Schmid y Carlos Acuña. también estuvieron Francisco Gutiérrez (UOM), Andrés Rodríguez (UPCN), Omar Maturano (La Fraternidad), Abel Frutos (panaderos), Roberto Fernández (UTA) y Gerardo Martínez (Uocra). Durante la primera parte de la reunión pergeñaron la idea de publicar una solicitada sobre el proyecto de reforma laboral que consensuaron con el gobierno pero en base al “ayuda memoria” que Schmid produjo y distribuyó entre los miembros del Consejo Directivo. El cuadro consta de dos columnas. La de la izquierda muestra algunos de los ítems más antipáticos del proyecto oficial mientras que en la columna de la derecha están los cambios que, según Schmid, “forzó” la CGT. En todo caso pretenden ir al Congreso sólo para tratar de impedir que en Diputados se sancione la reforma previsional. También llegaron a entusiasmarse con la posibilidad de realizar algún acto público en contra de la reforma tributaria porque entienden que se eliminarán algunos ítems que hoy le permiten a un sector de los trabajadores no pagar el Impuesto a las Ganancias. En esa discusión estaban cuando ingresó a la reunión uno de los miembros de la mesa que llegó tarde.
El dirigente tiene muchos años al frente de su gremio pero también muestra una larga experiencia en ese submundo que se mueve debajo del político y judicial que lleva y trae información e incluso se encarga de algunas operaciones políticas. Se sentó, pidió la palabra y les anticipó que “el país iba a vivir 48 horas de terror”. Lo miraron con cierto descreimiento pero el dirigente les adelantó, de muy buena fuente, que al día siguiente, el jueves 6, la Justicia avanzaría contra Cristina Kirchner y varios ex funcionarios de su gobierno. No terminaron de salir de la sorpresa cuando el informante les dijo que algo similar le ocurriría a los Moyano. El sindicalista informante la pegó con CFK pero no con los camioneros aunque puede ser que el fin de semana largo lo haya postergado. La mayoría consideró que lo mejor era guardar silencio.
En principio ese silencio se consensuó porque varios de los que conforman esa mesa chica no guardan buenos recuerdos de CFK tanto que algunos de ellos no pudieron dejar de lado esas diferencias para llamar a votar a la actual senadora en las últimas elecciones que enfrentó al macrismo bonaerense. A pesar del efecto que preveían que tendría la novedad se negaron a decir algo en público. Tal vez por ello solo dos emitieron opinión y rechazo a la decisión de Bonadio. El primero fue el “Barba” Gutiérrez, quien el mismo jueves publicó un tuit donde rechazó las detenciones “arbitrarias” y exigió la libertad de los detenidos e instó a los senadores a rechazar el pedido de desafuero de CFK. Luego llegó el turno de Daer que se concentró en repudiar que se judicialicen decisiones de gobierno en referencia al Memorándum con Irán.
En cuanto a los Moyano la situación es más homogénea. A pesar de que es un par en estas lides sindicales, lo cierto es que prácticamente todos están malquistados con los camioneros. La permanente diferencia que Pablo mantiene con las decisiones de la CGT los inquieta y los carga de bronca pero a esta altura del año ya no hacen diferencia entre padre e hijo, como hacían hasta hace poco. La prueba de ello es el duro enfrentamiento retórico que tuvieron dos “moyanistas” como Schmid y el titular del gremio de seguros, Jorge Sola, con Facundo Moyano durante la última reunión de Consejo Directivo por la reforma laboral y que este último repudió a pesar de que sus socios se lo reprocharon por no alinearse con lo que decidió la mayoría del Consejo Directivo.
Hay serias diferencias entre los viejos compañeros de Moyano padre. Por caso, Schmid junto Maturano y Fernández de UTA, todos miembros de la poderosa Confederación Argentina de Trabajadores del Transporte (CATT), emitieron un comunicado respaldando el consenso conseguido por el triunvirato para la reforma laboral y rechazaron el proyecto previsional. Este era uno de los reductos de poder de Hugo pero sus aliados expresan un distanciamiento sobre todo desde que ya no dudan de que la alianza que Pablo tejió con la Corriente Federal de Trabajadores y las dos CTA contó con el visto bueno de su padre. Eso sí, por ahora no rompen lanzas.
En la actual coyuntura política las relaciones en el mundo cegetista se tensan pero no se terminan por romper. En principio todos reconocen que no conviene dividir la central obrera cuando gobierna un partido que no es peronista. Esa es una de las principales razones por la que se desestimó la idea de volver a la conducción unipersonal de la CGT. En principio porque consideran que desde las filas del plantel de dirigentes no surge uno que destaque y mucho menos que quiera encabezarla. Por otra parte no hay voluntad de convertir a la CGT en el eje por donde pase la resistencia a las políticas del gobierno macrista. Consideran que ese es el rol del peronismo al que ven, con razón, todavía en una etapa de dispersión. En ese sentido, los popes de la central obrera no ven entre los gobernadores a uno que quiera probar con transformarse en líder. Algunos se entusiasman con el sanjuanino Sergio Uñac pero reconocen que está “algo verde” y desdeñan al salteño Juan Manuel Urtubey por su insistencia en parecerse demasiado a Macri. Eso sí, con sus más y con sus menos, prácticamente todos los de la mesa chica temen que esta coyuntura política desemboque en una nueva designación como líder del movimiento nacional y popular a la senadora Cristina Kirchner. Es su última opción pero antes probarán con cualquiera que se ofrezca porque en definitiva lo que no quieren es que la CGT se convierta en el motor de la oposición a pesar de que saben que hoy por hoy son los que tienen la capacidad de movilizar e incluso llevar adelante medidas de acción directa.