El gobierno de Estados Unidos anunció recientemente la imposición indiscriminada de mayores aranceles a sus socios comerciales, incluida China, invocando pretextos que no hicieron otra cosa que reflejar las típicas actitudes del unilateralismo, el proteccionismo y el matonismo económico. Además de vulnerar los derechos e intereses legítimos de todos los países, las autoridades estadounidenses violaron las normas de la Organización Mundial del Comercio (OMC) y afectaron gravemente la estabilidad del orden económico internacional.

El gobierno de la República Popular China reitera su enérgica condena a estos actos, tal como lo hizo el 5 de abril pasado, cuando difundió la “Posición del Gobierno Chino sobre la Oposición al Abuso de Aranceles por parte de Estados Unidos”, un contundente documento que no dejó dudas sobre la seriedad y justicia de la postura china.

Desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos se convirtió en el mayor beneficiario del sistema de comercio mundial y consiguió la mayor parte del “pastel” de la globalización, gracias a las enormes ganancias que cosecharon sus empresas multinacionales.

En este proceso, la consolidación del dólar a nivel global avanzó en forma paralela a un déficit comercial estadounidense de bienes, causado por el desequilibrio estructural de su ahorro y consumo doméstico. Se trata de un resultado natural teniendo en cuenta que el dólar es una moneda de reserva, por lo que si Estados Unidos no resuelve su propia inestabilidad económica, el citado déficit comercial continuará en el corto y mediano plazo.

Al ejercer su hegemonía con el pretexto de una supuesta “reciprocidad” en materia arancelaria, Estados Unidos impone sus políticas de poder en el ámbito del comercio y la economía, privilegiando sus propios intereses por encima de las normas internacionales, a costa de los intereses legítimos del resto de los países.

Estados Unidos utiliza los aranceles como un arma de máxima presión e impone sus “leyes de la jungla” a lo que amenaza convertir en una nueva era del comercio mundial.

Al respecto, hay una maniobra que Estados Unidos busca imponer. Aunque mantiene un déficit en el comercio de bienes, tiene un gran superávit en el comercio de servicios, lo que le da una ventaja absoluta. Sin embargo, pretende ignorar deliberadamente esta situación que lo beneficia y opta por imponer nuevos aranceles de una manera indiscriminada.

Esta actitud priva a los países – especialmente a los del Sur Global – de su derecho al desarrollo. Los datos de la OMC son categóricos y muestran que, a raíz del desigual desarrollo económico que existe entre los países, esta política estadounidense de imposición de más aranceles ampliará aún más la brecha entre las naciones ricas y pobres, al tiempo que el mayor impacto recaerá sobre las menos desarrollados. Además, socavará el normal orden económico y comercial mundial, así como la seguridad y estabilidad de la cadena global de producción y suministro, por lo que está destinado a ser rechazado por la comunidad internacional.

A partir de la premisa que los seres humanos compartimos una aldea global, debemos recordar que jamás hay vencedores en las guerras comerciales y arancelarias. Ante el acoso de Estados Unidos, todos los países son víctimas y nadie puede permanecer sano y salvo por sí solo, por lo que es fundamental unirnos a la luz de los principios del proyecto común, el trabajo conjunto y las ganancias compartidas.

Debemos trabajar juntos para defender el verdadero multilateralismo; reforzar la coordinación de posiciones en el marco del G20, la OMC y el Foro de Cooperación Económica Asia Pacífico (APEC); repudiar todas las formas de unilateralismo y proteccionismo; y salvaguardar el sistema internacional centrado en las Naciones Unidas (ONU).

En 2024, el Producto Bruto Interno (PBI) de China fue de unos 135 trillones de yuanes, con un aumento interanual del 5%, y una contribución del 30% al crecimiento mundial. En 2025, el objetivo de crecimiento de China sigue siendo 5%, aunque en el primer trimestre del año ya se superaron las metas y ascendió al 6%.

En forma independiente a cómo cambie la situación internacional, China se mantiene como la segunda economía mundial y el segundo mercado consumidor de mercancías, y mantendrá firmes sus políticas de apertura económica al exterior.

Además de promover un mayor nivel de apertura, China continuará aplicando – con estándares cada vez más altos – sus políticas de liberalización, facilitación del comercio e inversión, además de crear un entorno empresarial de primera clase orientado al mercado y al respeto de las leyes internacionales. En síntesis, China seguirá compartiendo oportunidades de desarrollo con el mundo, para alcanzar las metas de beneficios mutuos y ganancias compartidas.

El desarrollo es un derecho universal de todos los países y jamás debe convertirse en el derecho exclusivo de unos pocos. El acoso económico y los intentos de “empobrecer a los vecinos” están condenados al fracaso y acabarán destrozando a sus responsables.

Fiel a esta postura, China está dispuesta a trabajar con Argentina para ampliar la cooperación en diversos campos, promover el comercio bilateral, protegerse del impacto negativo de los aranceles “recíprocos” de Estados Unidos, resistir la contracorriente de los “juegos de suma cero” y los “patios pequeños y muros altos”, cooperar en la construcción una economía mundial abierta, promover una multi-polarización equitativa y ordenada, e inyectar más estabilidad y energía positiva al mundo.

* El autor es Embajador de la República Popular de China ante la República Argentina