Un disco puede significar muchas cosas, y Coplas para la luna (1998) ocupa un lugar especial en la tradición folklórica. Es también un álbum de encuentro y de amistad entre su artífice, la cantante Silvia Iriondo, junto a Carlos “Negro” Aguirre y “Quique” Sinesi. Su voz y los nuevos arreglos dialogan allí con composiciones de Atahualpa Yupanqui, Aníbal Sampayo, Rolando Valladares, Ramón Ayala, con las participaciones especiales de Jaime Roos, Jorge Fandermole y Horacio López. Ese disco emblema suena otra vez: Silvia Iriondo presenta Coplas para la luna – 28 años, junto al Negro Aguirre y Quique Sinesi, este sábado a las 20 en Teatro Municipal La Comedia (Mitre 958).
Del diálogo de la cantante con Rosario/12, nace una expresión que captura el espíritu de aquellas grabaciones: “La canción resume a la palabra con la melodía y todo combina en una metáfora, que es interesante que lleve a una reflexión y a encontrarnos con la identidad social y personal”.
-Y allí está la canción popular, ese lugar precioso donde reencontrarnos.
-Algunos ya conocían este disco, otros lo están conociendo ahora; es un encuentro con una palabra que tiene que ver con nuestro folklore, porque este trabajo reúne canciones muy antiguas. Algunas son composiciones de Fander y otras del Negro Aguirre, pero el resto de las canciones son cantos anónimos o antiguas canciones de nuestro folklore, que son una patria, se podría decir, en nuestra memoria, en nuestra infancia, porque construyen pertenencia. De alguna manera, así fueron elegidas o convocadas. Con arreglos, con un modo de interpretarlas y de cantarlas, en donde las palabras de esas canciones, se ven remozadas y se escucha la vigencia que siguen teniendo, como un folklore que está en permanente movimiento y no está detenido en un museo arqueológico.
-¿Qué elegís recordar de la grabación del disco?
-El momento cuando elegí esas composiciones, tuvo que ver con toda esa patria de músicas y de canciones a las que uno pertenece, canciones que nos dieron un sentido, que nos marcaron un rumbo, que están cargadas de una historia familiar, afectiva, personal y social. Este disco fue pensado ya hace 30 años, más o menos. Habíamos salido de mucho tiempo de silencio, con el temor de una dictadura que nos acalló; uno iba a las radios o los programas de TV y había temas que no se podían tocar, autores que no se podían mencionar, porque si no la vida de uno estaba en peligro. Después vino un gran silencio respecto de nuestra música folklórica. Cuando empezamos a construir estas músicas, estábamos retomando esos hilos, que habían quedado como cerrados dentro de una caja, los sacamos lentamente y empezamos a buscar, encontrar o descubrir, qué resonancias actuales había en esas antiguas letras. A partir de aquellos momentos, y puntualmente con este disco, fueron surgiendo un encuentro y una estética, que tiene que ver con una manera de escuchar y plasmar, se podría decir, lo que es nuestra tradición. La tradición en el mejor sentido de la palabra, como una instancia viva, que se renueva, que nos nutre y que nos da soberanía; y mostrar al mundo la singularidad que somos culturalmente, con esta mixtura tan rara, entre tanta influencia europea y toda la influencia afro e indígena que tenemos.
-Me encanta esa comprensión de la tradición, llena de grandes poetas.
-Como Atahualpa Yupanqui, es tremendo. En el disco tenemos una versión de “Los hermanos”, para la que convocamos a Jaime Roos. Tuvo esa linda gentileza de venirse. No me olvido de ese hermoso momento, cuando vino al estudio como a las 5 o 6 de la tarde y se fue como a las 3 de la mañana. Fue un momento de encuentro musical entre nosotros, y de aportar a esa canción la vigencia y la vida que tiene esa letra.
-Y junto a la voz de un músico uruguayo, la tradición nos hermana en la música popular.
-Sí, son orillas que se conjugan, orillas que se unen, es la patria grande, un modo de sentir nuestras tierras, nuestros orígenes, nuestras raíces. Hay un modo mancomunado que es difícil de expresar en palabras o de contar; cuando uno lo vive desde los orígenes, es más fácil de expresar. Inclusive en aquel momento, cuando lo invité a Jaime, me llevó su tiempo pensar en qué cantar, hasta que llegué a la milonga “Los hermanos”, y él me contestó: "Me conmueve muchísimo estar interpretando la única obra de Atahualpa que grabó Zitarrosa". Lindo, ¿no?
-Ese vínculo fraterno creo que es la marca del disco, me refiero en particular a tu relación con Sinesi y Aguirre.
-En todos los trabajos posteriores que cada uno fue haciendo, siempre la relación se mantuvo muy fresca, muy fluida, a nivel personal, a nivel amistad, a nivel coincidencias. Y además, siempre nos fuimos invitando a distintos proyectos y emprendimientos que cada uno iba haciendo. Cuando surge puntualmente esto, hace ya un año y medio, fue por una necesidad también de gratitud a este disco. Cuando lo llamé a Quique, que estaba en Alemania, me dice, "Silvia, acabo de escuchar ‘Nostalgia santiagueña’, me emociona, me conmueve absolutamente". Y ahí le comento la novedad de presentar este disco. El encuentro fue totalmente emotivo. Hubo momentos de ensayos que no los podíamos atravesar de todo lo que nos pasaba. Fueron 15 días de encuentro diarios en mi casa, donde revivimos no solo lo musical y la vigencia de aquellos arreglos, sino también el encuentro entre nosotros. Hay una gran familiaridad, una cosa muy entrañable, compartiendo las músicas pero también modos de vida. Después de tantos años no es algo tan habitual, tal vez el disco podría haber sido una foto de un momento, de nuestras vidas o de nuestras músicas. En cambio, toda esa mirada musical y artística se prolongó, se acrecentó en cada uno de nosotros durante todos estos años.
-En el disco participó Jorge Fandermole, quien ya es uno de los grandes creadores de ese cancionero popular que revisitaron.
-Fander es una de las grandes banderas de nuestro folklore, de nuestro país. Folklore en el sentido más amplio y más profundo de la cultura. De aquellos años que grabamos este disco a hoy, el camino que hicieron sus canciones es tremendo. Un camino de comunicación, de apertura, de aceptación, de circularidad, abrazando generaciones distintas. Es una maravilla, da esperanza y alegría; y en el disco lo noto, porque en el momento que lo hicimos, ninguno de nosotros tenía este recorrido todavía, y al día de hoy uno confirma estas voces, y entre ellas, claramente, la voz y la obra de Fander, que sin duda es un faro de luz para la cultura argentina. Y la belleza de la palabra. Es un don hermoso el que tiene Fander, en sus letras y en sus canciones. ¡No sé cómo hace para meter tanta palabra en las melodías! Tan rica de metáforas y tan rica en profundidad. Hay un disco más o menos reciente que hice con Japón que se llama Tierra sin mal, todo el concepto me surgió a partir de una hermosísima canción que es “Agua dulce”, que habla sobre la tierra sin mal, esta antigua creencia de la nación guaraní a la que apela Fander en la canción, y que me encanta en todos los sentidos. Me parece, justamente, que el arte en todas sus ramas es la posibilidad de la construcción de una tierra sin mal.