De maestro de piano a maestro de maestros de piano. Y algo más. Diego Prigollini ha desarrollado un perfil en muchos sentidos novedoso dentro del complejo y siempre tenso universo de los concertistas “de elite”. A través de su experiencia directa con jóvenes pianistas que en la actualidad llevan adelante importantes carreras a nivel internacional, como el croata Lovre Marusic, la norteamericana Rachel Breen, el ruso Vladimir Petrov y el español Raúl Canosa, entre otros, ha sabido trazar un relato formativo más complejo para acompañar el crecimiento técnico, artístico y humano de un músico de concierto. Recuperando de alguna manera el sentido antiguo del término “maestro”, Prigollini habla del “mentoreo” –término que viene de mentor–, una actividad de la que es pionero, no solo en Argentina sino además, y sobre todo, a nivel internacional.

“En mi tarea como formador de pianistas fui comprendiendo que los factores por los que a algunos estudiantes les va mejor que a otros, no pasan solamente por la cuestión del talento, la facilidad, la comprensión musical y la comunicación emocional, eso que podríamos sintetizar como condiciones naturales, que son fundamentales, desde ya. También es necesario poner en práctica formas de acompañamiento más completas, más profundas, que contemplen las variables que en general tienen que ver con cómo gestionar una carrera. En Estados Unidos se habla mucho de mentoreo y no solo en el ámbito de la música”, cuenta Progollini a Página/12.

– ¿Pero de eso no se ocupa el conservatorio?

– En general los conservatorios en los últimos años fueron cambiando la orientación, con la inclusión en sus currículas de materias pedagógicas que antes no estaban. Si bien se llaman Conservatorios superiores, en la práctica son Institutos superiores de profesorado, donde el nivel pianístico es menos exigente. A esto contribuye también el entorno social y la necesidad de una salida laboral inmediata. Hasta hace unos 15 años yo podía organizar masterclasses para los estudiantes con gente que venía de afuera, por el Mozarteum o por la Embajada de Polonia, y era posible seleccionar diez o quince estudiantes de óptimo nivel. Hoy no es tan sencillo encontrar estudiantes con el nivel suficiente para aprovechar la clase de un maestro.

Formado como pianista en Argentina bajo la guía de los maestros Francisco Votti, Elsa Púppulo, Perla Brúgola y Roberto Caamaño, Prigollini es egresado del Conservatorio Nacional de Música Carlos López Buchardo, Licenciado en Artes Musicales por la IUNA, Magíster en Gestión y Políticas Culturales por Universidad de Palermo y Doctor en Educación Musical por la Universidad Complutense de Madrid. Es además Profesor Titular de Piano en los ciclos Medio y Superior en el Conservatorio Superior de Música Astor Piazzolla de Buenos Aires, donde coordina el Departamento de Piano. También integra el Consejo Asesor de RECIEM (Revista Electrónica Complutense de Investigación en Educación Musical) y es asesor artístico y de programación en el Templo Libertad. “Y tengo cultura judía y los años de terapia suficientes”, bromea. Desde hace casi una década, Prigollini combina todas estas actividades con la del “mentoreo” de concertistas de piano de distintas partes del mundo.

– ¿De qué se trata entonces el mentoreo?

– El mentor es un maestro que no se ocupa solamente de dar su clase, sino que junto al aspecto formativo acompaña el desarrollo profesional, cultural y humano de quien impulsa una carrera de concertista. Un mentor asesora sobre qué repertorio es conveniente según las circunstancias, dónde es posible cursar el diploma, la maestría y/o el doctorado, según por supuesto el respeto por el deseo de cada estudiante, por ejemplo. Muy importante es la guía sobre qué concursos convienen y también de lo que en general podemos llamar la cuestión psicofísica.

–¿Qué quiere decir?

–Para todo pianista que desee trascender llega el momento de los concursos, las competencias internacionales. Es habitual que el esfuerzo físico y el estrés que implican muchas horas de estudio traigan problemas musculares. Es preciso conocer los distintos métodos como el Feldenkrais de terapia del movimiento, la Técnica Alexander de reeducación psicofísica, entre otros, además de distintas terapias con psicólogos o analistas, que puedan contener el nivel de presión al que se someten los pianistas. Otro tipo de problema frecuente en situación de concurso, más que tocar una nota equivocada, es el de la memoria. En general los concursos exigen que se toque de memoria una gran cantidad de música.

– ¿Los concursos siguen siendo la puerta de ingreso a carrera internacional de concertista?

– Si, claro. Incluso puede ser una actividad en sí. Hay gente que va a uno, dos, tres concursos y si no le va bien, no se expone más, y hay gente que vive de concurso en concurso porque es una manera de ganarse la vida. A algunos no les importa tanto llegar primero, les alcanza con los 5.000 dólares por llegar a la final y con eso tiran unos meses más. En este contexto es necesario orientar muy bien al candidato sobre qué concurso le conviene y en qué momento, para eso hay que conocer muy bien las bases, el perfil del jurado, que puede ser más afín a un estilo que a otro, y los rasgos estilísticos de los ganadores de la últimas ediciones. Hay que hilar muy fino también en el repertorio que se elige y tener en cuenta que el nivel de frustración tolerable es muy diferente en cada caso.

Prigollini cuenta que su actividad de mentor comenzó en 2016 y un poco por casualidad, cuando acompañó a algunos de sus alumnos al Concurso Internacional de piano de Tucumán. “En aquella oportunidad se dieron charlas muy interesantes con los miembros del jurado”, recuerda el maestro. “Sobre todo con Naum Grubert, pianista ruso radicado en Holanda, con el que amistosamente discutimos mucho. En un momento me preguntó por qué no estaba de acuerdo con el paso a la final de Lovre Marusic, pianista croata que al final se llevó una Mención especial del jurado, y argumenté mi posición en una larga y tensa discusión con Grubert”, continua Prigollini. “Debo haber sido muy sólido en mis argumentos, porque poco después el mismo Grubert le recomendó a Marusic que siguiera sus estudios conmigo. Fue el primero de los pianistas de distintas partes del mundo que se fueron sumando por recomendaciones varias”, agrega Prigollini.

Al poco tiempo, en 2018, Marusic obtuvo el primer premio en el concurso internacional de piano de la International Music Festival de París y después el Concurso Internacional Santa Cecilia de Oporto, además de la Medalla de Plata en los concursos de Cleveland (2021) y Beethoven Telekom Bonn (2023). En la actualidad, un español, una hongkonesa, cuatro rusos, una norteamericana, “y algún argentino que vive afuera”, completan el team de Prigollini, que muchas veces se encuentra ante una pantalla en plena madrugada para poder conciliar los distintos usos horarios. “Las clases a distancia son posibles si se dan óptimas condiciones técnicas y existen diferentes maneras de abordarlas. En ocasiones antes del encuentro me mandan un video con los conciertos que dan o audiciones, y trabajamos sobre eso, pero en general pido que toquen en tiempo real. Por supuesto que la clase presencial siempre es mejor, por eso tratamos de hacerlas periódicamente”, continua el maestro de pianistas.

Desde ese lugar y con este perfil, Prigollini entabla larguísimas y conversadas clases con pianistas que desde distintas latitudes comienzan a ocupar lugares destacados en el ámbito internacional. Entre ellos están la norteamericana Rachel Breen, ganadora de los primeros premios en los concursos Hans von Bülow de Alemania y Bösenforfer International Competition en Estados Unidos, ambos en 2023, y la Geroges Czifrra International Competition en Hungría en 2019; el ruso-mejicano Vladimir Petrov, ganador del primer premio en el Concurso Internacional Ciudad de Vigo en 2019 y del premio del público en el Concurso Ferruccio Busoni en 2021; los rusos Ilya Ramlav, que se impuso en el Concurso Panruso en 2018, y Simon Karakulidi, que cuenta con más de 20 premios en concursos internacionales, incluyendo el primer premio en el Piano Campus, Francia en 2023, y el Arcangelo Speranza de Italia en 2023. “Naturalmente en mis clases no necesito hacer intervenciones técnicas, porque todos tocan el piano maravillosamente bien. Mi tarea, en términos más sofisticados, es integrar esos discursos musicales a una narrativa personal, que les permita darle espesor artístico y perspectiva profesional a sus carreras”, concluye Prigolini.