Ir a ver ópera debería ser una costumbre extendida y habitual, qué duda. Vale remitirse a las pruebas: luego de ver en Teatro El Círculo, pocos meses atrás, la puesta preciosa y emotiva de Cavalleria Rusticana, con producción de la sala y un despliegue escénico tan pictórico como envolvente, con la sonoridad de unas voces que embriagan y hacen sentir alegrías y angustias intensas, las ganas permanecen y desean más. Y la noticia no puede ser mejor, con las dos funciones que, de Las bodas de Fígaro -de Lorenzo da Ponte y Wolfgang Amadeus Mozart- la sala ubicada en Laprida 1223 ofrecerá este domingo a las 19 y el miércoles a las 20.
Con dirección escénica de Sebastián Núñez, vestuario de Ramiro Sorrequieta y Liza Tanoni, escenografía de Walter Gonzolin, junto al Coro de la Ópera de Rosario (dirección de Horacio Castillo) y la Orquesta Provincial de Rosario (dirección de Javier Mas), esta versión de la obra célebre e irreverente de Mozart, promete una aproximación peculiar y acorde con la historia y los enredos de Fígaro y Susanna, sirvientes del Conde y la Condesa Almaviva. "Mucha gente no conoce la ópera, pero una vez que la descubriste, te engancha para siempre. Y Mozart, que fue verdaderamente un genio, logra acá una obra de enredos de una perfección magistral”, comenta el director escénico Sebastián Núñez a Rosario/12.
-Ante tantas versiones sobre la misma obra, ¿cómo se plantearon el trabajo?
-Las bodas de Fígaro se estrenó en 1786, ha pasado por infinidad de lecturas, y un poco lo que planteo a esta altura, del teatro y del género mismo de la ópera, es ¿qué contar de esta obra?, ¿cómo contarlo? La trama, básicamente, es la revelación que tienen los súbditos de un palacio, Fígaro y Susanna, al proclamar su boda ante el conde y la condesa. Ahí empieza el lío. Ellos dicen: "Nos queremos casar", pero no, hay un decreto, el derecho feudal. Entonces, se empieza a corromper el sistema mismo de la nobleza, y ellos lo van logrando de una manera muy ingeniosa, hasta casarse y burlarse del conde y de la condesa, sacando todos los trapitos al sol. Termina siendo una ópera, diría, de avanzada; si en esa época, Mozart ya lo denunciaba, hoy en día, cobra todavía muchísimo más valor. El proceso que iniciamos para llevarla a cabo tiene que ver con esto, con poner la obra en un lugar de burla, de chicaneo al sistema aristocrático y la nobleza de aquella época. En el palacio se vive un día de locura; de hecho, así se llama la obra original -La Folle Journée-, escrita por Beaumarchais; pero durante ese día, que comienza por la mañana y termina a la noche, se sacan todos los trapitos al sol. Y yo elegí como espacio, en vez de un palacio, que nos queda tan lejano, un circo. Lo traje un poco más cerca. En este circo se representan estos caracteres tan elevados y tan estereotipados de un conde, una condesa, pero todos son clowns, payasos; así nos metemos en la historia, y vamos contando Las bodas de Fígaro desde la mirada de clowns y payasos que se burlan de sus propios caracteres.
-La operación de reconvertir el espacio y habitarlo con personajes bufones, ya es un comentario sarcástico.
-Exactamente. Los payasos no dejan de revelar la burla. El payaso es la figura más emblemática de la doble cara, de la máscara. Y eso es lo que pasa un poco en la obra. Nos reímos de la propia nobleza. Los cantantes han entrado en una dinámica de actuación y canto muy interesantes, porque lo del circo fluye; al conde lo caracterizamos como si fuese el dueño de este lugar. Yo hablo de jerarquías, que es lo que más traduce la obra, de las posiciones de los súbditos, los poderosos, y el último orejón del tarro que es algún payaso que queda por ahí, limpiando la carpa. Son once personajes generando conflictos, escondites, que se cambian, se trasvisten, miran, observan, corren, dicen. Generan un embrollo fantástico.
-La elección del circo, además, acentúa el carácter popular de la ópera.
-Por eso fueron tan geniales Mozart y Da Ponte, porque es como una sátira dentro del formato operístico. A esta obra, Mozart la presentó verdaderamente en palacio, y fue casi censurada; o sea, Mozart la hizo delante del mismo público del que se estaba riendo. Todo un atrevimiento.
-Teniendo en cuenta que el texto lo ofrece la música, ¿cómo se define todo lo que hace al trabajo escénico?
-La ópera trabaja desde la música, es nuestra partitura, es el libreto madre. En la música están puestas las palabras, está el texto de prosa, es ahí donde se van conjugando las escenas. Los cantantes son los mismos actores, es toda palabra cantada, y lleva entonación, potencia, virtuosismo, un montón de cualidades. Las bodas de Fígaro es una de las obras del repertorio lírico más importantes del mundo. O sea, esta música no es un género menor, es elevadísima a nivel técnico. Los cantantes que hacen esto conjugan una actuación con destrezas vocales que realmente son muy complejas. Hay tres números grandes; entre ellos, un octeto, donde ocho cantantes durante seis minutos no paran de cantar notas con la orquesta, y logran un momento dramático muy interesante, donde todos están peleando; escuchar eso es como una obra en sí misma, y es muy difícil lo que logran hacer. Para eso, ellos se preparan de manera particular, y cada uno llega a este tipo de roles con muchos años de experiencia. No cualquier cantante hace Las bodas de Fígaro, y tenemos la suerte de que la casi totalidad de los cantantes sean rosarinos.
En la respuesta de Núñez surge uno de los logros más importantes de esta puesta: “Dentro de Teatro El Círculo, conformamos hace tres años el Opera Studio, y la mayoría de los cantantes fueron seleccionados de allí; eso no es menor, son cantantes que están a nivel nacional y para compartir a cualquier otra producción del país, como el Teatro Colón mismo. Solamente, para Fígaro, trajimos a un artista de Buenos Aires, del Colón, porque en Rosario no teníamos este tipo de voz. Pero el elenco completo es local, y eso también le da otro plus”.
-Y dinamiza a la misma ciudadanía en su interés por la ópera.
-Es un agregado cultural que pone Teatro El círculo, como productor de su temporada. Haber elegido Las Bodas de Fígaro y haber también apostado a que se pueda realizar localmente no es común; cuando se hacen óperas, la mayoría de los intérpretes son de diferentes lugares, el cast es muy complejo. Por eso, Bodas se hace pocas veces, porque son 11 personajes durante tres horas; es una ópera de cuatro actos que nosotros cortamos un poquito, para no hacerla tan extensa. Llegamos a dos horas 40 minutos de espectáculo, con un intervalo central. Además, contamos con un equipo de diseño de vestuario y caracterización, liderado por Ramiro Sorrequieta y Liza Tanoni, que es verdaderamente otro gran aporte; muy pocos teatros tienen diseñadores que realizan el vestuario para sus producciones, y nosotros los tenemos. Son dos grandes artistas, así como el escenógrafo Walter Gonzolin, con quien diseñé la escenografía que realizó también Teatro El Círculo.
-Y de esta manera, poder descansar en el trabajo de los otros, así como los otros en el tuyo.
-Así se construye la ópera, que es tan inmensa; yo soy una parte más, soy quien hace y dirige la propuesta escénica, pero también está Horacio Castillo en la dirección del Coro de la Ópera de Rosario, y Javier Mas, director de la Orquesta Sinfónica Provincial; son casi 60 músicos. Estamos hablando de más de cien personas en la producción de esta ópera.
“La ópera es para todos”, sintetiza Núñez. “No hay que saber de ópera para disfrutar de un espectáculo tan importante y complejo; es apta para todo público, es simple de entender, está subtitulada, es divertida, es una comedia. Y las entradas son muy accesibles”.
Las bodas de Fígaro contará con las interpretaciones de Alejandro Spies, Nazarena Vidal, Ismael Barrile, Patricia Villanova, Sophia Haro, Josefina Salarano, Román Coccalotto, Andrés Novero, Morena Sánchez Mastrángelo, y Alfonso Giancolla.