Le rompieron los brazos, le rompieron las piernas y la tiraron al agua. ¿Ustedes hubieran podido escapar de la corriente de un río lleno de barro, con las extremidades rotas retorciéndose de dolor? Ella tampoco. Agonizaba y pedía auxilio. Se preguntarán cómo lo sé, si no estuve ahí. Porque no solo le negaron la ayuda, además lo grabaron y lo subieron a internet. Está en TikTok a la vista de todxs, no es necesario entrar a los lugares más oscuros de la red para buscarlo. Ese es el grado de impunidad que manejaron quienes cometieron el crimen.
¿Qué nos está pasando a los seres humanos? ¿Hemos borrado el sentimiento de empatía de nuestros corazones? Estamos tan metidxs en este mundo virtual, desigual, frívolo, machista e individualista, donde lo único que importa es la selfie con el café de Starbucks. Esta Matrix nos mantiene tan desconectados de nuestras emociones, que nos independizó hasta de la conmiseración. Vemos cómo torturan y asesinan a una persona, ¿y seguimos deslizando la pantalla al siguiente video de gatitos como si nada pasara? ¿Guardamos el celular en el bolsillo, nos lavamos los dientes y seguimos con nuestras vidas?
Se llamaba Sara Millerey González Borja. Tenía 32 años, era una mujer trans colombiana y fue brutalmente asesinada en Bello, Antioquía. La mataron por ser una traba. Fue un transfemicidio, de los más horrendos de los últimos tiempos, no solo por la crueldad de hacerle daño por su identidad de género, sino porque disfrutaban del horror que estaban cometiendo y querían dejar evidencia de lo que hacían: registraban la lección para que todos aprendieran. Es un mensaje directo a nuestras identidades, para nosotras, las trabas, y lxs que se atrevan a salir de la norma. Miren lo que les puede ocurrir. Así de impune es el mensaje mafioso ante la vista de todxs.
Mientras escribo, me surge una duda. Cada vez que sucede un femicidio, se inundan las redes de feministas, indignadas con razón por una muerte evitable. En este caso tan brutal, ¿han hecho lo mismo? Lamentablemente, no. Al menos no lo vi: busqué en las redes lo que esperaba fuera un repudio generalizado, reiterado, viralizado, y no lo encontré. Una parte del feminismo no ha reaccionado. ¿Será el miedo a perder a sus seguidoras terf, que no nos consideran parte del feminismo? ¿Creen que no merecemos su apoyo? ¿Por qué no importarían lo mismo todas las mujeres? Es algo que percibo desde hace un tiempo: en la elección de reclamos y batallas, para algunas líneas existe una diferenciación. Es algo que duele, que de alguna manera, en el fondo esconde un gesto de segregación: lo mismo que les criticamos a lxs fascistas.
Las personas trans estamos tan deshumanizadas, que nos matan y nuestros cuerpos se vuelven contenido y entretenimiento morboso. Cuándo busqué en las redes qué reacciones había generado el caso, ¿saben qué encontré? Videos generados con inteligencia artificial. Una persona muere torturada mientras es grabada por hombres y otras hacen una representación con IA mofándose del hecho. Es oficial: nos hemos vuelto inhumanxs e indiferentes. El caso de Sara no es aislado. En lo que va del año, 25 personas del colectivo LGBTIQ+ han sido asesinadas en Colombia y 15 de ellas eran personas trans, según informaron organizaciones de derechos humanos.
Es una locura colectiva la que estamos viviendo, sumergidxs en un mundo en decadencia, con representantes violentos que disparan sus discursos de odio contra nosotras, nuestras identidades, familias, disidencias, mujeres, lxs migrantes. Y estamos ahí, inmóviles, mirando y normalizando la violencia como si eso no tuviera que ver con nosotrxs y no nos fuera a afectar. Es algo lejano, que le pasa a otres. Pero ¡no! Todxs estamos expuestos, en un mundo inhumano y sin corazón. Hoy nos matan a nosotras y se callan. Mañana van a ir por lxs que intenten alzar la voz por otra causa, por quienes expresen alguna otra diferencia, por quienes quieran vivir la vida en libertad, sin hacerle mal a nadie. ¿Vamos a seguir mirando videos?