Directamente hermanada con su anterior y exitosa “Las hijas del fuego” estrenada en 2018, pero a su vez alimentando nuevos deseos, aventuras y sobre todo nuevas filosofías por fuera del canon en las que transitan el erotismo, el poliamor y hasta el vampirismo lésbico, ¡Caigan las rosas blancas! es, entre muchas otras cosas, un juego de continuidades y discontinuidades con el anterior largometraje de Albertina Carri, proyectado por primera vez hace 7 años entre premios y polémicas. 

Con el mismo equipo de trabajo pero volanteando hacia diferentes rumbos, su última creación ofrece una pista importante sobre su devenir desde el comienzo: “O inventamos o erramos”, cita la directora al venezolano Simón Rodríguez, prócer, primer maestro popular de América Latina y mentor anticolonialista de Simón Bolívar. Ante el primer pensamiento de secuela o continuidad con “Las hijas del fuego”, allí reside la respuesta, por supuesto, deliciosamente ambigua.

Será por eso que Violeta, directora de cine porno y una de la protagonistas de la película, encuentra una falta de satisfacción total en las primeras escenas del film mientras filma, ella misma, una película pornográfica lésbica mainstream y pide, a lo Pasolini, más, más y más plantas para la escena. Allí, tres chicas vuelan suspendidas con arneses sobre un paisaje artificial, casi escapado de algunas de las imágenes oníricas del pintor surrealista belga René Magritte, con sus extraños cielos nublados y sus enormes jaulas, hasta que Violeta, cansada de buscar lo que no va a encontrar, decide renunciar y huir de su propia película hacia la búsqueda de nuevos horizontes. 

Entre la crisis existencial y la insatisfacción artística, la directora, por momentos dirigida a su vez por una dominatrix que la mantiene atada y la castiga mientras corta cebollas para la cena, decide vivir en carne propia una suerte de road movie erótica poliamorosa y lésbica que pretende escapar a una vida convencional, incluso sin creer realmente que su propia vida pueda habitar convención alguna.

Protagonizada por Carolina Alamino, Rocío Zuviría, Maru Marcet, Mijal Katzowickz, Luisa Gasava, Valeria Correa, Laura Paredes y Renata Carvalho, el devenido cuarteto lésbico formado por Violeta y su cámara junto a Rosario, Carmen y Agustina, amigas, ex parejas y parte de su equipo de trabajo, emprende un viaje en una combi escolar destartalada hacia la realización de una película que aún no existe, bajo la excusa de la necesidad del encuentro de Carmen con su amigo Ricky en la provincia de Misiones. 

Así, esas experiencias se viven como un film de guerrilla dentro de otra película de guerrilla, comandada por cuatro lesbianas y una odisea de presencias inesperadas, como las mecánicas lesbianas que las socorren o los motoqueros violentos y fantasmales que las acechan en el momento más terrorífico del film, sin olvidar a la filósofa que viaja a través de todos los tiempos y las eras históricas impartiendo enseñanzas.

Explorando diversos formatos y géneros cinematográficos como el terror, el suspenso, el documental, el cine experimental, la profunda belleza de las imágenes en Super 8, el vampirismo o la comedia, pero todos ellos en su versión intencionalmente subvertida y distorsionada, “¡Caigan las rosas blancas!” pone permanentemente en la balanza el argumento que la conduce con las imágenes y las experiencias que se transmiten desde la pantalla, atravesando situaciones y filosofías que van desde el surrealismo, el plantismo y el posthumanismo, e incursionando en una metamorfosis interespecie en donde la selva, la ciudad, la vigilia y el sueño desdibujan sus arbitrarios límites, para conformar una totalidad onírica y pictórica que se mueve, como las raíces de las plantas más exóticas, desde el rito sexual y el posporno hacia la filosofía contemporánea y la crítica del pensamiento occidental establecido por la mentalidad masculina y colonialista.

Viajando desde Buenos Aires a San Pablo, desde una aventura en la ruta hasta una experiencia irreversiblemente transformadora, el reciente film de Albertina Carri tira por la borda todos los significados sobre las rosas blancas, como la inocencia, la pureza, la relación estable, el amor duradero o la fidelidad de la pareja, y acelera a fondo hasta fundir el motor en la búsqueda de nuevas formas de habitar el suelo para hacer estallar la falsa estabilidad de la moral occidental y cristiana. Experiencias que claman por la creación de un nuevo cine, un manifiesto por la mixtura que transforme el presente y el futuro hasta modificar, con ese mismo movimiento, el pasado junto a todo aquello que se creía rígido e inamovible, especialmente en una época de plataformas, redes sociales y dispositivos cada vez más abúlicos y conservadores. O, como dice elocuentemente una de ellas en medio de una escena de hostigamiento: "Salgamos de este pueblo de motosierristas". Es decir, inventar o errar.

Próximas funciones: viernes 18 y 25 de abril a las 22 en el MALBA - Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires, Av. Figueroa Alcorta 3415.

Albertina Carri. Foto: Sebastián Freire