La historia de Jethro Tull es larga, sinuosa, complicada. De a ratos, brillante. De a ratos, no tanto. Entre los primeros, la parte que arranca por el bello e inolvidable Aqualung de 1971, reencarna en los descomunales Thick as a Brick de 1972 -cuyo tema epónimo dura los dos lados del vinilo-, y A Passion Play (1973), y concluye con la díada War ChildMinstrel in the Gallery (1974-1975), que no casualmente marca el final de la formación más recordada. La de Jeffrey Hammond-Hammond, John Evan, Barriemore Barlow, Martin Barre y el inefable mago de la traversa, Ian Anderson. 

Entre los ratos no tan brillantes impera la etapa que empieza con el ocaso de los setenta, y se manifiesta en discos fríos, bastante alejados de las improntas acústicas, medievales, rockeras, clásicas, de la etapa inicial. Aquí se anota la saga The Broadsword and the Best-Under Wraps-Crest of a Knave, trifecta irregular publicada durante la década posterior. Luego, el devenir de la banda desde ahí, el del hiato entre ambos milenios, alterna trabajos aceptables –caso el blusero Catfish Rising o Roots to Branches-, con otros que poco se asimilan al pasado soñado.

Primer encuadre para asir mejor la cosa, entonces. De la formación de sus mejores años, el único que sobrevive es Ian Anderson. Es más, los más antiguos no llevan ni dos décadas en la banda, una bicoca ante los sesenta que suma su historia. Ellos son el bajista David Goodier y John O'Hara, en teclados, ambos desde 2007. Otro, el baterista Scott Hammond, habita la banda hace ocho años. Y Jack Clark, de flamante ingreso para poner su guitarra a disposición del flamante disco.

Aquí la cosa, pues. ¿Por dónde pasa lo nuevo del viejo Jethro? es la pregunta esencial. Y la respuesta no está flotando en el viento. O mejor sí, pero no en el sentido dylaniano, sino en los vientos que aún soplan en Ian. Se llama Curious Ruminant, porta nueve piezas, dura cincuenta minutos, y arranca por un tema cuya intención parece ser mostrar señales claras de lo que vendrá. “Puppet and the Puppet Master” su nombre. Sobreviene la pieza homónima, ya más emparentadas con el fana tipo de los Tull, no solo porque aparece en todo su esplendor la traversa de Anderson, sino también porque la guitarra de Clark intenta emular la de Barre –nada menos- y el tono de la voz de este Ian de 77 años dispara los sentidos hacia los ratos dorados. Aquí sí, la elipsis pasado-presente opera bien. Al igual que en “Drink from the same well”, otro de los puntos fuertes del vigesimocuarto disco de Jethro. Principalmente, porque se juega su sino mágico en casi 17 minutos, porque la flauta del mago burlón guía a sus huestes como antaño, y porque, pese a ciertos pasajes repetitivos tentados por desvíos new age, hace honor a la épica epocal de la banda.

“Dunsinane Hill”, bella en su perfil céltico, también desenvuelve tesoros escondidos. Vive en el –buen- pasado a través del tacto en acto de O'Hara, que también aporta en acordeón, al igual que en la preciosa “Savannah of Paddington Green”, casi en línea con aquellas perlas acústicas de Aqualung. Redondean la postrera “Interim Sleep”, cuyos efectos, guitarra prístina y voz al habla, enlazan con el mundo floydiano; “The Tipu House”, canción introspectiva, adobada por arrebatos intrínsecos de belleza; “Stygian Hand”, otra perla en que el sonido que Ian le saca a su flamante mandolina en busca el misterio; y “Over Jerusalem” (tema sobre el conflicto Palestina-Israel) bañado también de una rémora sonora persistente.

Y divina.