Doménico Cosenza es un psicoanalista de Milán, AME de la Scuola Lacaniana di Psicoanalisi (SLP) y de la Asociación Mundial de Psicoanálisis, que gentilmente respondió unas preguntas a Rosario12, a propósito de la presentación de su libro Clínica del exceso, que es realizará el sábado 26 de abril, a las 10, en Colegio Estudios Analíticos, vía Zoom. Gabriel Levy, Sergio Nervi y María del Rosario Ramírez acompañarán a Domenico Cosenza bajo la coordinación de Sebastián Bartel. Cosenza es autor también de La comida y el inconsciente, El muro de la anorexia, y de Jacques Lacan y el problema de la técnica en psicoanálisis, y de otras publicaciones en revistas de psicoanálisis y psicopatología.

-¿Cuál es la orientación que ha guiado su trabajo en este libro y en la clínica psicoanalítica?

-Es la orientación que se ha producido en el cruce entre mi formación analítica, construida en lo esencial por mi análisis y mis estudios en la línea Freud-Lacan-Miller, y lo vivo de mi experiencia clínica de tres décadas con pacientes desbordados por una relación estragante con el goce. En particular mi experiencia en la clínica de la anorexia y los trastornos alimentarios me ha enseñado mucho alrededor de lo que en el texto llamo un exceso sin límites, caracterizado por un empuje hacia un gozar demasiado, que ataca el cuerpo en su dimensión real, diferente del exceso neurótico que se presenta más como un residuo que se repite en el síntoma. Llegué a aislar esta dimensión, que me parece tiene su especificidad que la distingue tanto de la neurosis que de la psicosis en su forma clásica, a partir de lo que llamo un segundo retorno a Freud, es decir un retorno al Freud de la pulsión que encontramos en sus Tres ensayos sobre la sexualidad, de 1905. Es un retorno que Lacan mismo hizo en su Seminario X La Angustia, donde inventa el objeto “a” como real irrepresentable y causa de deseo, y que me parece central para ubicar bien en su fundamento la cuestión de la pulsión y del goce.


-¿Por qué el exceso, se presente como se presente, excede tanto la imagen como el símbolo?

-Porque es la matriz real de la pulsión, el empuje irrepresentable que anima al ser hablante desde la niñez. Lacan lo introduce ya en el estadio del espejo cuando nos habla de lo que para el niño no encuentra una representación en la imagen de su cuerpo delante del espejo. Se trata de lo real de la pulsión, lo que habita el cuerpo en su intimidad extranjera, y que siempre se sustrae al control de la conciencia. El joven Freud ya lo decía claramente: el objeto primordial de la primera experiencia de satisfacción, lo que llama en el “Proyecto para una psicología científica” das Ding, la Cosa, no se puede representar, ni con las imágenes, ni con las palabras. Más, en general, como precisa Lacan, lo real es imposible a representar. También en los sueños, donde hay más allá de todas las imágenes un punto de opacidad estructural que Freud llamaba en La interpretación de los sueños el obligo del sueño, lo que nos conecta con lo desconocido.

-¿Cuál es la relación entre ese exceso y los síntomas contemporáneos?

-Los síntomas contemporáneos son soluciones patológicas difundidas en el capitalismo avanzado donde el sujeto no ha experimentado una pérdida de goce, una cesión del objeto como dice Lacan en el Seminario X, que le permita hacer experiencia de la castración y de la falta-en-ser, condición del deseo. Para los pacientes que desarrollan estas soluciones, que en muchos casos coinciden con las que llamamos adicciones, el objeto mítico de la primera satisfacción se revela in-cedible. Delante a los primeros fracasos de la relación con el Otro (niñez) y del encuentro con la sexualidad (pubertad) estos sujetos responden construyendo circuitos de goce autárquicos, autoeróticos, que no pasan por la puerta del otro para llegar a la satisfacción. Se trata de verdaderas alternativas autoeróticas al régimen de la vida amorosa y sexual, como subrayaron ya algunos analistas de la primera generación, como Karl Abraham. Es precisamente la fijación libidinal extrema al primer objeto de goce a caracterizar este exceso sin límites, este goce no parcial, que encontramos en la clínica de la toxicomanía, de los trastornos alimentarios, de las adicciones extremas a los objetos tecnológicos.

*Psicoanalista. Editor de Psicología de Rosario12.