Verónica Kusch tiene 30 años. Hoy vive en Bariloche pero nació en Jujuy y gran parte de su infancia, sobre todo muchos de los recuerdos que vibran en su corazón, vienen desde Maimará, donde se encuentra la casa de sus abuelos Elizabeth Lanata y Rodolfo Kusch.

La nieta de Rodolfo, el de “América Profunda”, “La negación del pensamiento popular”, o “El pensamiento indígena y popular en América”, entre otras grandes obras, está pronta a finalizar su carrera que, evidentemente signada por la huella de su abuelo, es la de antropología.

Una vez finalizados sus estudios pretende volver a Maimará y habitar la casa y darle nuevamente vida, tal como lo hicieron sus abuelos a una morada que fue faro y refugio de grandes pensadores latinoamericanos.

Veronica, 27 años atrás en la casa de Maimará (Imagen: gentileza Veronica Kusch)


-Si bien tu abuelo Rodolfo falleció antes de tu nacimiento, ¿Cuáles son los recuerdos de la casa de Maimará y de la relación/trasmisión con tus abuelos?

-Yo estaba muy conectada con mi abuela, tenía un vínculo muy fuerte con ella. De hecho, mis viejos trabajaban bastante y no los veía mucho y estaba mucho con mi abuela, me llevaba de paseo, me llevaba a los museos, además recibía mucha gente, siempre recibió mucha gente, toda la vida; gente que iba a la biblioteca, a la casa, y obviamente mamé todo eso desde chiquita. De la existencia de mi abuelo lo supe siempre, toda la vida, sabía que era alguien importante y que era una figura muy afectuosa.

-Ubicás a tu abuela Elizabeth como una figura muy fuerte en tu vida y, entiendo, en la vida de la familia.

-Totalmente, porque ella sostuvo el proyecto de mi abuelo toda la vida, reeditó sus libros, aprendía y enseñaba quechua, me acuerdo de chicas que iban a la casa a hablar con ella.

-¿Y cómo te influyó ser nieta de Rodolfo Kusch, inclusive llevando su apellido?

-En un primer momento mi papá y mi tío se separaron un poco de esa historia, hicieron la suya, lo que suelen hacer los hijos cuando tienen como padres figuras tan importantes, a veces terminan haciendo algo que no tiene nada que ver; y después se reconecta la tercera generación, pasó un poco eso. Cuando elegí mi carrera (antropología) lo hice por mí, no sabía muy bien quién era mi abuelo a nivel teórico, todavía no me animaba a leerlo, pasaron muchos años hasta que empecé a leer a mi abuelo.

Elizabeth, Rodolfo y el perro Cachito en el patio de la casa de Maimará (Imagen: gentileza Veronica Kusch)


-¿Y cómo fue leerlo?

-Impresionante… O sea, con la cantidad de libros que son, por ahí a veces como que te abruma un poco, pero empecé a leer y no podía parar; ahí empecé a entender un montón de cosas de mí, intereses que tenía, dudas existenciales, fue impresionante. La veo muy profunda su escritura, fue un viaje de ida, y sabía que iba a ser así, creo que en el fondo lo sabía, entonces es como que esperé el momento justo para leerlo y poder manejarlo, porque tiene un nivel de profundidad muy grande. Y también al portar el apellido, sabía que iba a tener que ubicarme después con todo eso.

-Decías que desde chica conocías la casa, pero contame tus vivencias en esa misma casa ya en la etapa de este regreso.

-Los recuerdos que tengo de esa casa de cuando era chica son lindos. Compartía mucho con mi abuela, ahora se secaron las parras, pero mi abuela tenía parras llenas de uvas y hacía pasas… Festejábamos la Pachamama, era un patio muy lindo, me la pasaba jugando. Y después, volver… La primera vez que volví fue cuatro años después, nosotros nos fuimos en el 2001, yo tenía seis años, cumplí siete ya en el sur, volvimos cuatro años más tarde y así siguió, siempre tuve una conexión muy fuerte con mi abuela y con el norte también, siempre volví a visitarla, era una conexión que no se perdía.

-Y cómo fue el proceso una vez que tu abuela fallece, cómo queda la casa y cómo resulta esta re vinculación que empezás a transitar.

-Fue muy interesante. Primero, cuando falleció, me partió en dos, pero al mismo tiempo fue muy lindo el funeral que le hizo la comunidad porque fue tradicional como se hacen allá, además lo hicieron en tres días para que pudiéramos llegar, y me marcó porque fue transitar todo ese dolor con todo lo que ella me había transmitido de chiquita, lo vi presencialmente en ese funeral y lo sentí como un regalo. Cuando volví en ese momento estaba eligiendo el tema de tesis y dije “voy a estudiar la muerte”, porque me había marcado mucho, entonces había elegido el tema de la muerte para estudiar pero en la cosmovisión mapuche-tehuelche, estaba muy conectada con el sur todavía. Después fui redefiniendo hasta que ahora estoy haciendo la tesis que tiene que ver con la casa, haciendo un informe antropológico para la casa.

Rodolfo y Huari en la puerta de la casa de Maimará (Imagen: gentileza Veronica Kusch)


-¿Cómo fue la vuelta a la casa? Entiendo que estuvo un tiempo cerrada y ahora comenzaron a trabajar en ella ¿Qué es lo que se empezó a hacer? 

-La casa quedó cerrada, mi abuela falleció y con mi papá fuimos ahí a organizar un poco, intentamos limpiar lo que pudimos, pero la verdad es que es una casa muy grande, tiene siete habitaciones en total contando la biblioteca. Había muchas cosas de mi tía y mi papá, que arreglaban aparatos, nos dedicamos a limpiar un poco eso, yo me puse a buscar cosas personales, revisé bastante. La casa quedó cerrada hasta que hubo el incendio (2022) y cuando llegué fue tremendo, porque en este viaje, el año pasado, entré a la casa y era un olor a hollín impresionante, las primeras veces que fui me iba intoxicada del hollín, del humo, y eso que habían pasado unos cuantos años del incendio. Así que al principio fue difícil, también por el duelo con mi abuela, pero empecé a ir, a limpiar, al principio fui con compañía, después empecé a ir sola, de hecho, mi abuela nunca me dejaba limpiar, entonces fue como la oportunidad de poder tirarle un poco de amor a la casa, ventilarla y todo eso. Hasta que en un momento ya no podía más, había mucho por hacer, mi abuela no limpiaba tanto, tenía muchos gatos, llegó a tener 35 gatos y ahí cuando ya no daba más, unas amistades me sugirieron que haga una minga. Empezamos organizando minga, sobre todo con Lina, que es la bibliotecaria, de hecho ella convocó a muchísima gente… Lina Mamani es la bibliotecaria de la biblioteca de Kusch, que ahora le rescindieron el contrato por la crisis que hay, pero ella se sigue haciendo cargo. Cada tanto va, si alguien tiene interés de ir y conocer puede coordinar con ella.

Minga de trabajo en la casa Kusch (Imagen: gentileza Catalina López Lovera)


-El incendio que nombrás, ¿qué parte de la casa afectó?

-La parte que se afectó fue la pieza que era el escritorio de mi abuela y el garage, ese escritorio estaba lleno de libros de gente que visitaba a mi abuela y le dejaba libros dedicados, había discos, había diapositivas, mucho del archivo de la biblioteca también, está toda la parte de las obras completas manuscritas, muchísima correspondencia, está también toda la gestión de mi abuela, contratos, porque ella trabajó en el Museo Posta de Hornillos, mucha documentación, están las libretas donde anotaban los gastos ya que habían tenido un almacén en un momento cuando llegaron, están esas libretas que por suerte se salvaron bastante. Lo que no se salvaron fueron los libros que estaban sobre la mesa y lo que es plástico, los discos.

-Ahora están haciendo un trabajo de rescate de los materiales aparte de la limpieza que me comentabas, ¿cómo están llevando adelante esa tarea?

-Con el primer voluntariado que hicimos puse como prioridad hacer un rescate de archivo en esa habitación. El personal del Museo Terry me ayudó muchísimo para hacerlo ordenadamente ya que a mí me falta toda esta parte de archivo. Me asesoraron un montón, me guiaron como para hacer un rescate ordenado manteniendo el orden en lo posible. Fue todo un operativo, éramos 13 personas, Lina y yo a cargo de rescatar el archivo, que Lina lo tenía re-estudiado lo que había ahí. Así que entre las dos íbamos sacando en orden lo que más podíamos mientras el resto sacaba escombros, eso lo liquidamos en tres horas, despejamos toda una habitación enorme con escombros, paredes de machimbre, fue impresionante y muy arduo, pero resultó un rescate de archivo impresionante.

Veronica Kusch, Ana Soler y Damian Payo digitalizando materiales (Imagen: gentileza Veronica Kusch)


-¿Quiénes son los que están ayudando y participando?

-En este momento principalmente estamos trabajando con universidades como UNTREF (Universidad Nacional de Tres de Febrero), que estaría a cargo del Fondo y la Biblioteca, que la contratan a Lina, que ella es de Maimará: con la UNJu (Universidad Nacional de Jujuy), con el Instituto Rodolfo Kusch que se había hecho cargo del museo, que si bien ahora están todas las universidades con recortes, nosotros seguimos trabajando con ellos a ver cómo redefinimos todo. También está la UCASAL (Universidad Católica de Salta) y el Archivo Histórico de Salta con Damián (Payo) y Ana (Soler), que ellos se están haciendo cargo de la digitalización de las cintas y de los cassettes. Esos son los proyectos que están activos y que por el momento siguen con financiamiento.

-¿Qué material fuiste descubriendo? ¿Algo que te llamó particularmente la atención?

-Primero me asombró la cantidad de cosas que se salvaron del incendio. Después, por ejemplo, hay una revista que se llama “América Qué”, que tiene un artículo de mi abuelo y de mi abuela, y hay un montón de ejemplares y que es un número único, me asombró encontrarlo, no la había visto antes. Pero verdaderamente lo que más me asombró es la comunidad kushiana que hay detrás de todo esto. La gente que se convocó, se organizaron y empezaron a donar dinero, fue impresionante el apoyo y la convocatoria.

Elizabeth y Rodolfo con sus hijos Rodolfo y Huari en Buenos Aires poco antes de irse a Maimará (Imagen: gentileza Veronica Kusch)


-¿Cuáles son los próximos pasos de la casa y tuyos también? ¿Cuál es la idea hacia el futuro?

-En este momento cerré la casa, tiene luz y está más o menos limpia, falta limpiar las habitaciones de atrás, intervenir los techos. Hay una obra de infraestructura que hacer todavía y que es una inversión muy grande de dinero, pero más o menos está la primera etapa que es lo más importante, porque lo que más me preocupaba era que los archivos estuvieran bien resguardados y que no se siguieran deteriorando, eso lo logramos hacer. Y ahora lo que queda es seguir con la casa, seguir con la infraestructura, terminar de limpiar. Ahora me volví al sur a recibirme y mi idea es cuando termine, mudarme para allá a seguir trabajando

-De alguna forma tomas el legado de tu abuelo y también de tu abuela, ¿cómo sentís tomar esa posta? que por un lado imagino que es hermoso y por otro lado es grande...

-Sí, hay veces que me cuesta nivelar y no pasarme con el cuerpo, en estas jornadas de limpieza di todo lo que podía y ahora estoy medio intoxicada, me estoy recuperando. Hay que estar atenta para no querer abarcar más de lo que uno puede, me parece que eso es un gran aprendizaje. Pero más allá de eso, que tiene también que ver con las ganas de seguir y de hacer, estoy súper agradecida de poderlo hacer, además estoy muy acompañada por mi familia, muy apoyada, así que no se siente como un peso… es un proyecto muy grande y tiene muchas etapas, hay mucha gente involucrada.

-¿Cuándo pensás volver a Maimará y abrir nuevamente la casa de Rodolfo Kusch?

-Muy probablemente en un año, en un año voy a volver, no falta nada, se pasa volando.