Sigmund Freud escribió el ensayo "Lo ominoso" en 1919. En alemán, la palabra ominoso se traduce como unheimlich. Se compone de la palabra Heimlich, que designa a “lo familiar”, y el prefijo un, que significa, en este caso, no; o sea, umheimlich es lo “no familiar”. Y se refiere a cuando lo familiar se vuelve ominoso y siniestro. Freud habla de "lo siniestro". El padre del psicoanálisis también fue un adelantado en la interpretación de los sueños. Y justamente un sueño es un momento de plena libertad del soñante, en el que aflora el inconsciente. Y un sueño puede ser muchas veces uno de los espacios más íntimos; en términos populares, "más familiar", sobre todo cuando no es un sueño de angustia. Pero lo familiar se volvió siniestro en el mayor totalitarismo de la historia: el nazismo logró meterse hasta en los sueños. ¿Cómo?
Durante el período de consolidación del nazismo en Alemania, entre 1933 y 1939, la periodista Charlotte Beradt recopiló varios centenares de sueños relatados por ciudadanos comunes que llamaron su atención por la repetición de sus contenidos. Intuyó que el mundo onírico de los habitantes del Tercer Reich estaba funcionando como un sismógrafo de la época poniendo en escena el avance de las leyes raciales, los nuevos estigmas sociales, la vigilancia estricta, las crecientes invasiones a la intimidad y el miedo generalizado a quedar excluidos de la sociedad. El archivo onírico de Beradt se mantuvo inédito por muchos años hasta que, animada por sus colegas, decidió ordenarlo por capítulos temáticos y acompañarlo con reflexiones teóricas y referencias literarias. Este material fue publicado en alemán en 1966 y, desde entonces, fue traducido a varios idiomas. Ahora, Tinta Limón Ediciones coeditó junto con LOM Ediciones la versión en castellano de El Tercer Reich de los sueños, de Beradt, traducida y con prólogo de Soledad Nívoli y Leandro Levi, docentes e investigadores de la Facultad de Psicología de la Universidad Nacional de Rosario.
Al leer el libro, que tiene un carácter perturbador, también se piensa en cómo logró Beradt resguardar el archivo onírico en momentos de terrorismo nazi. "Se puede hablar de una gran intromisión del azar en todo este devenir, que empieza con esa recolección un poco urgente de Beradt en ese contexto, y termina muchos años después, en 1966, con la publicación del libro", comenta Nívoli en la entrevista con Página/12, de la que también participa Levi. "Se puede decir que desde esos primeros sueños recopilados por Beradt hasta la publicación del libro, una enorme cantidad de cadenas de azares y de hechos fortuitos fueron armando esto, que ni siquiera ella sabía que iba a ser un libro, al principio. Ella los recolectaba solamente para resguardar, amparar, de algún modo, estos testimonios del terror, como ya le decían", agrega.
-¿Cómo influyó en la vida de Charlotte Beradt la persecución a la prensa, incluso poco antes de que asumiera Hitler?
Soledad Nívoli: -Para ella fue algo fundamental, fue algo que coartó mucho su vida y su modo de existencia. Ella empezó a los 19 años a trabajar como periodista, como ayudante en una editorial. Había hecho viajes a París, se había especializado, además, en temáticas sociales, feministas, y cuando asumió Hitler y las restricciones a la prensa empezaron a ser cada vez más amplias, sobre todo por el "certificado de arianidad" que tenía que presentar una persona para poder ser aceptada dentro de la profesión o del oficio, ella se quedó realmente sin un medio de subsistencia y sin una parte importante de su actividad. Por eso, pasó a ejercer esa profesión, ese oficio en la clandestinidad. Además, ella era afiliada al Partido Comunista Alemán, y decidió, en parte también, como reportera, recabar estos testimonios y resguardarlos, pero para ella fue un quiebre importante. De hecho, además recuperó ese oficio muchísimo después, ya estando en Estados Unidos. Lo recuperó un poco más desde el lado de su papel como traductora y como escritora.
-¿Cómo era su rutina de recolección de sueños?
S. N.: -No sé si se puede hablar de una rutina. Era en un punto, una suerte de encuentros fortuitos con eso que ella llamaba "testimonios oníricos de primera, segunda y tercera mano". En realidad, todo empezó con un sueño que ella tuvo y que después reconoció como un sueño extraño, anómalo, dentro de los que ella, en general, tenía: un sueño donde la perseguían y la torturaban. Y ella empezó a preguntar a sus allegados si de pronto habían sobrevenido a este tipo de sueños extraños en sus noches. Y varios le empezaron a decir que sí. Entonces, ella empezó a recabar estos testimonios. Luego empezó a ampliar la recolección y a pedir que se lo mandaran por escrito, si tenían la fortuna de poder hacerlo y si se animaban a hacerlo. Y, por último, de tercera mano tenía como una suerte de compinche, de colega, un médico que preguntaba a sus pacientes también por sus sueños y luego le hacía llegar estos relatos. Es bastante extraordinario el modo en que Beradt, en el medio de esa circunstancia tan difícil, atravesada por el terror y, además, por la amenaza de la requisa -que si encontraba este tipo de material podía ser sumamente incriminatorio-, no obstante ella se las arreglaba para gestionar, gestar un tipo de método incluso, con esto de primera, segunda y tercera mano, o para pensarlo en una suerte de recorte de su muestra. Porque ella decía que se había decidido a no recolectar sueños de los simpatizantes del régimen, aquellos que avalaban el régimen, ni tampoco los que se le resistían. Ella quería recoger los sueños de los mitläufer, esta categoría que, además, nosotros en la traducción con Leandro descubrimos como una categoría sui generis, difícil de traducir, pero como aquellos que se adaptan a algo, aquellos que siguen la corriente. A ella le interesaba este tipo de sueños.
-Las narraciones de los sueños también permiten dar cuenta del horror del nazismo. ¿Creen que en ese sentido, como señala Bárbara Hahn, El Tercer Reich de los sueños es también una teoría sobre el totalitarismo?
Leandro Levi: -Sí, completamente. En ese sentido, creemos que aplasta lo que tiene que ver con la división subjetiva o un aspecto de la subjetividad, que es muy importante sostener y que no siempre está vigente porque los totalitarismos muestran que se puede borrar eso: esta cuestión de que el totalitarismo se mete de tal modo en la subjetividad que hasta en los sueños llega a introducirse. Allí , el ámbito donde la división subjetiva y un deseo que tenga que ver con algo que vaya más allá del nazismo y que uno se pueda descontar de esa realidad terrible que se estaba viviendo, se ve cómo arrasa incluso en ese aspecto. Y esta categoría mitläufer es también importante porque es como un nuevo sujeto político que se crea con el totalitarismo. Habría que rastrearlo, pero me parece que en Charlotte Beradt es muy claro cómo ella lo crea o lo nombra de esa manera, que en la lengua española podríamos decir que tiene que ver con los que se dejan llevar por la corriente, los que participan sin ninguna convicción: son personas que se adaptan y resignan en un aspecto su propio deseo para seguir viviendo.
S. N.: -Este borramiento de esa división subjetiva y de la aparición de una posible singularidad en estos sueños, que parecen estereotipados, que parecen salidos del taller del régimen totalitario, parecen tramados no por un inconsciente singular sino por una suerte de coro colectivo. Además de eso, los mismos sueños eran herramientas del terror. Esto lo marca muy claramente Reinhart Koselleck, historiador que recupera la obra de Beradt en una segunda edición en alemán. Este historiador señala muy concretamente que esos sueños eran una herramienta del terror: era también un llamado a la disciplina, al amedrentamiento, a la adecuación, a la adaptación. Entonces, es interesante cómo las herramientas de control habían trasvasado los propios ideales del nazismo al llevarse a la imaginación onírica, y cómo esto también era parte del terror.
-Hablaron de aplastamiento y borramiento de la división subjetiva, que se vio afectada por el totalitarismo. ¿Tiene que ver con esto que Bárbara Hahn señala que los sueños dicen menos sobre los soñantes en sí que sobre una experiencia política nueva y destructiva?
L. L.: -Sí, exactamente. Tiene que ver con eso. La subjetividad vive en una época. No podemos pensar la subjetividad más allá de la época. Entonces, en ese sentido, al estar la subjetividad y el sujeto inmersos en una sociedad, cuando esa sociedad es totalitaria, eso tiene efectos. No se puede pensar que no tiene efectos. Y ese aplastamiento subjetivo, ese borramiento de la división subjetiva, lo muestra tanto el libro de Beradt como también, , el libro de Víctor Klemperer, La lengua del Tercer Reich: cómo en el Tercer Reich se habló de otro modo también. El modo de hablar cambió también porque tiene que ver con esta cuestión del aplastamiento subjetivo. Las cosas resuenan de otro modo cuando el terror habita en cada uno de nosotros. Uno no puede hacer chistes, por ejemplo, no puede soñar con otra cosa que no sea el nazismo. Todo se vuelve una reiteración del mismo terror.
S. N.: -Como bien citabas lo de Hahn, nosotros veíamos que la misma función de los sueños se veía alterada porque si, en general, uno desde la perspectiva psicoanalítica puede ver que el sueño es algo así como una articulación con un deseo o la posibilidad de poder pensar la singularidad, cierta novela familiar anudada, cierta cuestión también que tiene que ver con un común familiar o algo así, en el caso de los sueños del Tercer Reich, lo que vemos es alterada esta función singular o subjetiva de los sueños para transformarse realmente cada uno de los soñantes del Tercer Reich en un eco o en una resonancia de ese coro social, o de ese modo en que el régimen invadía días y noches de esos habitantes.
-Los sueños suelen ser espacios inconscientes de libertad absoluta. Sin embargo, ustedes señalan que la gran maquinaria de control había llegado hasta los soñantes. ¿Por eso ustedes entienden que la dominación era total?
S. N.: -Es un poco lo que señalamos también en torno a la referencia más fuerte de Beradt en su libro, que es la referencia teórica de Hannah Arendt: Los orígenes del totalitarismo. Charlotte Beradt era muy amiga de Arendt y, además, conocía muy bien su obra. Y la referencia teórico-política es esa y la tesis fundamental de Arendt en Los orígenes del totalitarismo es que es una dominación total y una suerte de invasión en la esfera privada de este régimen compartido y de este régimen total. Incluso en el primer capítulo de El Tercer Reich..., Beradt cita a un jerarca nazi, Robert Ley, que decía que "el único hombre libre en Alemania es aquel que duerme". Ella cita esto para decir, en contra de las mismas suposiciones de los jerarcas, que el nazismo se ha superado a sí mismo y ha llegado a invadir también a los hombres que duermen. Y allí lo que se sueña es que hay una destrucción de los espacios de libertad. Por ejemplo, alguien que sueña que las paredes se derrumban, una vida sin paredes. Y que cada uno de los rincones de la casa está invadido por el control total. Hoy en día, eso a nosotros nos resulta bastante natural. Uno habla de una cosa y al rato el celular te está dando ofertas de colchones o de viajes de los que hablaste. Pero en la época en la que Charlotte Beradt recogió los sueños no era común que hubiera pequeños órganos de control en la vida o en la cotidianidad de las personas.
L. L.: -Yo lo pongo un poco en perspectiva con un fenómeno moderno. El totalitarismo no es algo que haya ocurrido en la Edad Media. Ocurre en la Modernidad. ¿Y por qué ocurre en la Modernidad? Porque el sujeto es moderno. El totalitarismo se cuela en la subjetividad. Necesita del sujeto moderno para que también cada uno se sienta perseguido por sí solo por medio de la propaganda. Esto en todo caso en la Edad Media era de otro modo. Iba un ejército y arrasaba con todo. Si bien el ejército alemán arrasó con todo también, cada uno se delataba a sí mismo y delataba a los demás. Eso penetró adentro de cada uno, en los sueños de cada uno. Y eso me parece que es la gran diferencia con cualquier otro fenómeno cruel o terrible que pueda haber ocurrido. En la Modernidad eso opera solo en cada uno porque eso se mete adentro.
-¿Se puede señalar que el libro es una suerte de selección de historias laberínticas, al modo kafkiano, donde gente común, no pública, se enfrenta a situaciones absurdas que no puede comprender?
L. L.: -Tiene algo de eso. Hay mucho de Kafka.
S. N.: -Sí. Si bien el universo teórico de Beradt es Arendt, el universo literario está ahí bien mostrado por Kafka. Está bien presente eso. Y, en un punto, lo que existe, por lo menos en todos los testimonios de los soñantes, es cierta perplejidad frente a soñar con la esfera pública, con fenómenos públicos y con personajes públicos o políticos, cuando muchos decían "Yo no soy un ser político, a mí esto no me interesa", "No me importa, no sé por qué sueño esto". La idea de ser soñado por un afuera, por un discurso de altoparlante al que se le ha subido el volumen, es un poco lo que impregna el libro de Beradt. Y algo, además, súper inquietante que es poder estar en presencia de materiales de la alteración de la imaginación que lo que muestra de manera bastante ajustada es una alteración en un espacio de experiencia, que todavía no había mostrado su cara más cruel. Cierta idea de anticipación porque ella recoge estos relatos de 1933 a 1938, 1939, cuando se tiene que exiliar. Lo más prototípico del régimen, lo que conocemos, vino un poco después. Y los sueños, de algún modo, ya lo estaban anticipando. Es esta idea de sismógrafo onírico, como ella llama a este coro de sueños. Para ella, los sueños son el sismógrafo de una época. Y si las categorías de la vida despierta no llegan a estar a la altura de lo que está pasando, porque lo que está pasando es demasiado intenso y sobrepasa la capacidad de comprensión, dice ella que los que velan, o los que están despiertos, o los que pueden resentir ese cambio que está ocurriendo, son los sueños. Ellos son los que velan en el punto en que reverberan con un afuera. Sus antenas se orientan hacia ese mundo que se ha convertido en un gran aparato de propaganda.