Kurt Elling es poeta, teólogo, compositor. También cantante de jazz. Y no solo. A menudo se lo incluye en la categoría de “mejor cantante masculino de jazz de la actualidad”. Eso es cierto. Y justo. Y no sólo porque en él se concentran, además de una presencia cautivante, un registro de barítono que se puede extender con plasticidad hasta un falsete sugestivo, una dicción perfecta en el afecto y un swing refinado, siempre ajustado al sentido de la palabra. Sino además porque en Elling se refleja la herencia de los grandes del vocalese –la técnica jazzística de agregar una letra a una melodía instrumental– desde, Mark Murphy hasta Jon Hendricks. El martes Elling actuará por primera vez en Argentina. En el teatro Coliseo, a las 21, el cantante se presentará junto al guitarrista Charlie Hunter para mostrar SuperBlue, un proyecto que desde cierta energía funky indaga las posibilidades de la canción, sin salirse del aura creativa del jazz. Con ellos estarán Julius Rodríguez en teclados y Marcus Finnie en batería.

“Charlie Hunter y yo empezamos a desarrollar SuperBlue durante el confinamiento por la pandemia”, comenta Elling a Página/12. “Era la única posibilidad que teníamos para seguir creando y pudimos lanzar la primera edición justo cuando el mundo se volvía a abrir. Eso significó poder salir de gira y disfrutar inspirándonos mutuamente con nuevas ideas y conceptos. Somos muy afortunados de haber podido seguir componiendo, grabando y girando juntos. Todo ha encajado en el momento perfecto. La exitosa historia de nuestro trabajo conjunto lo demuestra”, se entusiasma.

Además del tema de Freddie Hubbard que da nombre al proyecto, en SuperBlue entran la versión de “Lonely Woman”, de Ornette Coleman, que con la letra de Elling se llama “Only Lonely Woman"; “Dharma Bum”, un homenaje del cantante a Jack Kerouac. “Sassy”, una canción de Manhattan Transfer; “Endless Lawns”, de Carla Bley, al que Elling le agregó textos de Judith Minty. Una relectura de “The Seed”’, tema de la banda de hip hop The Roots, y la canción de Tom Waits “Circus”, que Elling ya había versionado en su disco Real Gone

“En el escenario cada canción tiene algo distinto respecto al disco. En primer lugar porque el volumen es más alto y además porque tenemos mucha más libertad para los solos. A todos nos encanta el vivo, porque nos permite interactuar con el público”, agrega el cantante.

Una vida rica

Clase 1967, Elling nació en Chicago. Sus primeros pasos en la música fueron en el coro de la iglesia protestante, donde su padre era maestro de canto y piano. De adolescente descubrió el jazz y fue mientras cursaba en la Facultad de Teología de la Universidad de Chicago que decidió hacerse músico profesional. El sello Blue Note lazó sus primeros discos, Close Your Eyes (1995) y The Messenger (1996), con los que enseguida se afirmó como un cantante distinto dentro del universo del jazz. 

Premios Grammy y colaboraciones con músicos de la talla de Branford Marsalis, Brad Mehldau, Fred Hersch, Danilo Pérez y Yellowjackets entre otros, abonan una carrera que en los últimos tiempos, además de las canciones de SuperBlue, dio los dos volúmenes de Wildflowers, el primero con el pianista Sullivan Fortner y el segundo con el pianista Joey Calderazzo, además de una versión de “Jesus, Joy of Man” de Bach y otra de “Steppin' Out”, de Joe Jackson, con la WDR Big Band. “Sigo colaborando con músicos que me inspiran e informan, escribiendo letras y haciendo arreglos para composiciones que normalmente no se escribieron para ser cantadas”, asegura Elling. “Además leo constantemente y tengo una vida muy rica que me permite seguir mis instintos mientras intento desarrollar un buen gusto estético”.

Elling llega a Buenos aires por primera vez y sabe adónde viene. O por lo menos es capaz de suponerlo con claros fundamentos y también los beneficios de la imaginación. “¡Es la ciudad de Borges y Cortázar!”, se apura a decir. “Conozco superficialmente el tango y sus héroes, pero adoro la emoción palpitante que produce. Solo de un lugar con una cultura exuberante y extravagante pudieron salir tipos como Carlos Gardel, Jorge Calandrelli, Astor Piazzolla e incluso Lalo Shifrin, sobre quienes tengo muchas ganas de aprender. Y estoy seguro de que la gastronomía es espectacular”, arriesga Elling, que como buen norteamericano moderno gusta del fútbol y además de saber todo sobre Messi es capaz de dibujar a mano alzada el gol de Argentina a Colombia en la final de la Copa América del año pasado. “¡Bravo, Lautaro!”, enfatiza.

Playlist

Elling evita entrar en la discusión sobre por qué son más las mujeres que los hombres entre los vocalistas de jazz. “Con el tiempo y el espacio del que disponemos no llegaríamos a ninguna conclusión. ¿No sería mejor que recordemos a los grandes cantantes?, relanza y enseguida evoca a Mark Murphy. “Él destiló cosas que lo precedieron y luego las llevó hacia sus ideas nuevas y originales. Recreó clásicos y le dio un aire moderno al bop con su fraseo y un ingenio vocal único. Conocí a Kerouac y toda la conexión beat-jazz gracias a Mark”, dice. Enseguida habla de Jon Hendricks: “Jon perfeccionó el arte del vocalese y su trabajo como letrista, por su ingenio para la rima y su picardía, no tiene rival. Es uno de los mejores cantantes improvisadores de todos los tiempos”, asegura, con autoridad de melómano.

“Y nunca olvides escuchar a Big Frank –por Sinatra– y a Tony Bennett, que tenía don de abrir su corazón por completo cada noche en cada canción”, pide antes de prolongar la lista. “Al Jarreau en su mejor momento fue un cantante tan inspirador y dinámico como jamás se haya escuchado. Su versión de ‘Blue Rondo’ de Dave Brubeck es una declaración virtuosa sin igual. Joe Williams aportó un refinamiento y una masculinidad natural al canto jazz orientado al blues, pero fue Eddie Jefferson el que inventó una nueva forma de arte: el vocalese. Que Dios bendiga a Eddie y también al gran King Pleasure, por traer esta obra maestra al mundo”, agradece. “No puedo dejar de recordar a Andy Bey, un gran cantante y músico, conmovedor e inteligente, tontamente ignorado por el amplio consorcio del jazz. Cualquier disco de Andy Bey es un gran disco”, recomienda.

Hablando de voces femeninas, Elling cita a Betty Carter, “Artista total” y a Ella Fitzgerald, “que hacía que cada verso que cantaba sonara como algo natural y necesario”. “¿Has oído hablar de Nancy King?”, pregunta. “Deberías. Es una cantante de jazz maravillosa, ingeniosa y liberada que vive en el noroeste del Pacífico. Es un crimen que las grandes discográficas no le hayan ofrecido ningún contrato. Serías muy feliz si la escuchas, sobre todo en sus discos en dúo con mi amigo Glen Moore (contrabajista, fundador del grupo Oregon), Tampoco te olvides de Sheila Jordan. Sus versiones son lecciones de libertad y sabiduría”, aconseja el cantante.

“Por supuesto, nada de esto habría sido posible sin Pops, Louis Armstrong”, asegura, finalmente. “Él nos marcó el camino a todos, poniendo en el canto su consciencia de instrumentista. Fue un maestro de la música y de la improvisación en todos los niveles. Era transparente con su público. Por eso se convirtió en un amigo para el mundo”.