El jueves, a orillas del Paraná, durante la inauguración del LXXI Salón Nacional en el Museo de Arte Contemporáneo de Rosario (Oroño y el río), una ovación recibió el anuncio de que la performance Danza de apareamiento del sábalo de río, del rosarino Wladimir Ojeda, había ganado el Premio estímulo de 60 mil pesos que otorga la Fundación Castagnino a jóvenes artistas. Ni siquiera cuando el director del Castagnino+Macro, Raúl D'Amelio, conmemoró los 80 años que el Museo Municipal de Bellas Artes celebraba ese día, fue tan intensa la respuesta. El público presente (en todos los sentidos de ambos términos) ante la intensa metamorfosis del performer en una criatura acuática que pareció nacer, reproducirse y morir entre el barro que su acción les salpicaba, elogió la gran entrega del artista. Ya no importaba la falta de aire acondicionado sino atestiguar la materia viva de un cuerpo humano mutante, iluminada por espectros de Cristos manieristas, El muchacho del Paraná y pasiones sagradas o profanas.
La obra de Ojeda hizo visible la escena local de la performance, entre cuyas figuras se cuenta Mauro Guzmán.
La obra de Ojeda hizo visible la escena local de la performance, entre cuyas figuras centrales se cuenta Mauro Guzmán, en cuyo taller Ojeda pulió su trabajo. Como advirtió el secretario de Cultura Guillermo Ríos, es un Salón joven. Sin embargo, al indagar biografías, se advierte que detrás de cada premiado de la nueva generación hay clínicas de obra, talleres, seminarios e influencias de artistas de la generación intermedia, como Daniel Joglar en Mar del Plata, Aníbal Buede en Córdoba o Alejandra Mizrahi en Tucumán. También empiezan a sentirse los efectos de emprendimientos del nuevo gobierno nacional, como Plataforma Futuro. Y parejamente a ellos, los espacios en red que sostienen (cada vez más fuerte) lógicas comunitarias no competitivas.
La escena tucumana se expresa con contundente coherencia en esta edición. De hecho fue una bomba tucumana de literal contundencia (un homenaje a Lucio Fontana con rocas del noroeste laminadas en oro y arrojadas atravesando un muro interno del tercer piso del Macro) la que se alzó con los 150 mil pesos del premio adquisición municipal. Se trata de La imagen invisible (concetto spaziale) de Bruno Juliano (San Miguel de Tucumán, 1985), cuyo recorrido atraviesa la UNT y espacios o grupos independientes locales de acción, exposición, edición y debate; uno de ellos, El bondi colectivo, presentó un objeto resultante de una de sus acciones en la vía pública, que es parte de la serie Apologías. Hubiera sido hermoso ver esas obras juntas en la misma sala con el Piedrazo de Matías Zelarayán, la instalación de pinturas al óleo en lino crudo de Valeria Maggi, y Pisapapeles I, de Sofía Noble, que obtuvo una mención: todas obras que denotan un espesor de la materia, el tiempo y el espacio. ¿Será ese el estilo de la provincia norteña?
Fue una bomba tucumana de literal contundencia la que se alzó con el premio adquisición municipal.
Por Mendoza fue elegido Rodrigo Etem, con una obra mejor que la que mostró el año pasado: un breve video documental donde le cede el lugar del artista a Wally Godoy, un veterano pibe tuerca del pueblo mendocino de Maipú, quien rescató y modificó un Citröen 3CV 1975 para volverlo más veloz. También a partir de material encontrado se compuso un video que obtuvo una mención honorífica, obra de un brasileño radicado en Buenos Aires: Rodrigo Alcon Quintanilha, que convierte al equipo japonés de nado sincronizado en las Olimpíadas de Sydney del año 2000 en una metáfora de la dialéctica entre naturaleza y cultura.
La activa escena de Córdoba estuvo representada por el premio adquisición de 75 mil pesos que el Ministerio de Innovación y Cultura de la Provincia (apostando por una relación entre arte y memoria que hoy peligra) otorgó a una obra de un consagrado: Hugo Aveta. La casa de los conejos registra fotográficamente una maqueta a escala de la casa montonera que dio ese título a una novela de Laura Alcoba. Se destaca por su materialidad, escala humana y connotaciones simbólicas una instalación en piezas de barro quemado por Pablo Curutchet. Es una obra bisagra, que marca una madurez del artista hacia tonos profundos.
El premio adquisición Fundar de 60 mil pesos fue para Saturno (2013), pirograbado y pintura sobre cuero de vaca donde Laura Codega entabla un diálogo de belleza tremenda con la tradición de visiones infernales de Gustave Doré, además de rescatar técnicas artesanales argentinas.
Junto con Lucas Fiorucci, Daniel Juárez, Carlos Cima, Ariel Cusnir, Karin Idelson, Laura Ojeda Bär, Iumi Kataoka, Alan Segal, Cristina Portela y los cineastas Ignacio Masllorens, Joaquín Aras, Ana Laura Caruso y Jorge Espinal, Codega es una de los artistas visuales de la ciudad de Buenos Aires de los 37 elegidos entre 629 proyectos. Masllorens compagina metraje encontrado para reescribir el tópico de las edades de la vida, resumiendo en 7 minutos y en orden cronológico medio siglo de Petula Clark cantando la pegadiza canción "Downtown".
También se seleccionó (una vez más) a Nicolás Martella, de Bahía Blanca. El pintor e ilustrador Oldemar Cimadoro reafirma su lugar periférico desde la isla del Tigre con una obra que alude al Facundo, de Sarmiento. La injustamente controvertida artista platense Agustina Quiles recibió una justa mención honorífica por una de sus expresivas, exquisitas e insistentes piezas colgables. De Mar del Plata se lucen Manuel Aja Espil, Daniel Basso y Luciano León Liguori, los tres en el piso 7. Desde el sur del país envía dibujos un cordobés radicado en Bariloche, Claudio Ziperovich, y una sublime foto que forma parte del libro Aguas de montaña de la excelente fotógrafa Angeles Peña. Muchos de estos artistas, aún siendo jóvenes, tienen sólidas carreras globales.
Los rosarinos podrían estar mejor representados (es inexplicable la exclusión de las dos impactantes fotos que mandó Guzmán) pero igual es posible disfrutar del humor cervecero y siglo XXI de un homenaje conjunto a Augusto Schiavoni por parte de Xil Buffone y Max Cachimba, como asimismo de la experimentación científica y poética de Luciana Paoletti, o de la multiétnica Bañista al óleo de Javier Carricajo, junto a fotografías por Cecilia Lenardón y Gabriela Muzzio y textiles de Alejandra Tavolini y Florencia Caiazza, o las futuras repeticiones de la performance de Ojeda, quien también la efectuó ante el jurado.
El de selección estuvo integrado por el crítico y curador Fernando Farina, el artista Pablo Siquier, y Analía Solomonoff, directora del Museo Provincial de Bellas Artes. El jurado de premiación estuvo formado por un miembro del Concejo Deliberante, uno de la Fundación Castagnino y el director del Castagnino+macro.
En un episodio de Sex and the City, las chicas se preguntan dónde están los hombres adultos y deducen que se los llevó la perrera. Lo mismo cabe decir sobre un Salón sin mayores de 50 y donde sobran los dedos de una mano para contar a los (y las) mayores de cuarenta.