“Sin libros no hay futuro posible”. El reclamo –que se materializó durante la última Feria del Libro de Buenos Aires– sigue vigente. El horizonte de recuperación es más una promesa que un dato concreto de la realidad. “La industria editorial argentina entre 2014 y 2017. De los records históricos al #LibrosLibres y la crisis del sector”, se titula el texto que analiza los problemas del sector editorial, especialmente en el último año y medio, incluido en el primer “Informe CUICA sobre la Situación de las Industrias Culturales argentinas en el período 2014/2017”, un trabajo que abarca además al sector audiovisual, las artes escénicas, el diseño y la música. La caída del consumo en el sector editorial fue “mucho más abrupta”, con cifras superiores al 25 por ciento, tanto en la producción como en las ventas. “La situación es aún más compleja en las pequeñas y medianas pymes de la industria”, se advierte en el texto del informe Cuica (Centro Universitario de las Industrias Culturales Argentinas), dirigido por Rodolfo Hamawi, que depende de la Universidad Nacional de Avellaneda (Undav). El descenso de la producción de ejemplares impresos fue del 25 por ciento: de 83,5 millones en 2015 a 62,6 millones en 2016. Más de 20 millones de ejemplares menos, según datos del ISBN (International Standard Book Number) administrado por la Cámara Argentina del Libro (CAL). Si se toma el 2014 –año del record histórico de producción de ejemplares, con más de 128,9 millones de ejemplares impresos–, el descenso es superior, más del 50 por ciento; tendencia que se acentuó durante el primer semestre de 2017. La disminución de la producción de ejemplares impresos acumula un 39 por ciento en comparación con 2015.
Las compras estatales pasaron de 1150 millones de pesos corrientes en 2015 a sólo 100 millones de pesos corrientes en 2016, un descenso del 91,3 por ciento. “La política de compras del Estado nacional había tomado impulso a partir de la sanción, en 2006, de la Ley de Educación Nacional, donde los libros tenían como destino ser material de promoción de lectura en escuelas públicas de los niveles inicial, primario y secundario. Esta política de adquisiciones fue suspendida en su totalidad y, pese al anuncio de lanzamiento de nuevas compras en 2017, estas quedaron restringidas, y en muy menor volumen, a un segmento de 10/12 sellos que se dedican a producir manuales escolares de grado, en la mayoría de los casos grandes empresas multinacionales con capacidad de lobby”, subraya Nicolás Sticotti, autor del informe del sector editorial. Una de las primeras medidas que anunció el actual gobierno nacional fue el levantamiento de algunas restricciones sobre la importación de servicios gráficos que habían regido durante la gestión anterior. El Ministerio de Cultura de la Nación celebró la decisión en las redes sociales a través del hashtag #LibrosLibres. Desde entonces las importaciones han llegado en 2016 a duplicar las de 2015, pasando de 40,3 a 78,5 millones de dólares. En el primer semestre de 2017 las importaciones alcanzaron los 51,4 millones dólares. El déficit en la balanza comercial aumentó un 387 por ciento, de un rojo de 13,1 millones de dólares a 50,7 millones.
Los únicos datos disponibles sobre trabajo formal en el sector editorial son elaborados por el Observatorio de Industrias Creativas de la Ciudad de Buenos Aires. El sector de “Edición de libros, folletos, partituras y otras publicaciones” promediaba en 2014 unos 5.963 trabajadores en blanco. En 2016 hubo una caída de alrededor de 215 puestos, es decir que pasó a 5.748 trabajadores, un desplome del 3,61 por ciento. En el sector “Impresión”, el mismo informe muestra que en 2014 se empleaban unos 20.403 trabajadores, y que para 2016 cesantearon a más de 840 trabajadores, es decir que pasó a 19.561 puestos de trabajo, un descenso de 4,12 por ciento. La situación de crisis golpea aún más a los trabajadores tercerizados o freelance. Los correctores y diseñadores freelance expresaron la situación que atraviesan en una de las entrevistas realizadas para el informe Cuica: “Hasta febrero-marzo-abril de 2016 no lo noté claramente, quizás porque las editoriales estaban armando la producción para la Feria del Libro de Buenos Aires de ese año. Pero a partir de junio de 2016 la disminución en la cantidad de títulos nuevos que me enviaban para corregir desde las editoriales se hizo patente. Durante el segundo semestre de 2016 debí reemplazar trabajos que habitualmente hacía para una sola editorial con trabajos para otras editoriales (con lo que significa tener que conseguir esos trabajos). Es decir que si antes trabajaba cinco libros por mes para una editorial X, ahora trabajaba dos libros para esa editorial X y debía reemplazar los otros tres con alguna editorial Y (o con tesis, monografías, etc., trabajos ‘personales’). Algunos meses lograba reemplazar el ingreso, otros no. En este 2017 el panorama es bastante similar. O aún peor. Hace algunos días, a fines de mayo, recibí un mail de una editorial bastante grande para la que trabajo (actualmente corrijo para tres editoriales) donde me informaban que el sello decidió reducir sensiblemente la cantidad de títulos a producir este año. De manera que creo que la situación económica general y las particularidades del universo del libro en papel ya no afecta a pequeñas o medianas editoriales sino a todas, no importa su tamaño”.
Las librerías fueron uno de los eslabones más golpeados del sector editorial durante 2016. Varias ya han cerrado. A la caída de las ventas se le han sumado otros factores que agravan aún más el panorama: el aumento de tarifas en los servicios, el alza de los costos de alquiler y el incremento de los costos de logística que afecta sobre todo a las librerías del interior. Hay retrasos en la cadena de pagos del sector: las ventas que se cobraban en 30 a 60 días han estirado los plazos a 90, 120 e incluso 180 días. “El proceso inflacionario con su correlativo incremento de costos, la disminución de las ventas producto de la caída general del consumo, y sobre todo, las decisiones políticas de apertura indiscriminada de importaciones y desaparición de las compras públicas al sector que se habían consolidado en los últimos años para el desarrollo de planes de lectura, han llevado al sector a una crisis en la que todavía no han aparecido los ‘brotes verdes’”, concluye el informe Cuica.