Los trabajadores y conocedores del sector cárnico responsabilizan por los despidos en Devesa al ministro Federico Sturzenegger porque la empresa perdió recientemente un mercado importante por falta de controles del Servicio Nacional de Sanidad Agroalimentaria (Senasa), y a la política de dólar barato que complica a los exportadores y empuja a las empresas a reducir planteles para achicar costos.

El frigorífico Devesa, que opera bajo la marca comercial Devesa Azul Natural Beef y coloca la totalidad de su producción en mercados internacionales, despidió ayer a 40 trabajadores al impedirles ingresar a la planta a cumplir con sus tareas cotidianas. Se trata de una empresa familiar de tercera generación que emplea a unos 900 trabajadores en total. La preocupación es el estado de ánimo dominante entre los que siguen, ya que no saben si la motosierra se detendrá acá o continuará. En Azul se habla de cien despidos más.

Los problemas comenzaron cuando la planta recibió una inspección proveniente de México, uno de los países a los que exporta. Los inspectores observaron irregularidades, hicieron un informe negativo y México canceló los siguientes pedidos. La primera medida, frente a la noticia adversa, fue dar de baja a 40 trabajadores tercerizados. La empresa a la que responden deberá relocalizarlos en otra planta o indemnizarlos. 

El sindicato de la carne, cuya regional está a cargo del secretario general Miguel Ángel Otero, no se pronunció todavía al respecto. Buenos Aires/12 se comunicó con Devesa para conocer la versión oficial pero no obtuvo respuesta.

El frigorífico trabaja actualmente en dos turnos y México representaba un porcentaje importante de su facturación, que las fuentes consultadas no pudieron precisar. El resto de la producción se distribuye entre Brasil, Estados Unidos y algunos países de Europa.

Pero la continuidad en esos mercados, en el contexto de la guerra comercial global desatada por Donald Trump, tampoco está garantizada ni mucho menos. Apenas dos semanas atrás, la secretaria de Agricultura de Estados Unidos, Brooke Rollins afirmó públicamente que dejarán de comprar carne argentina, en el marco de su política de America first.

"Primero, los laburantes no tienen la culpa de que se haya caído ese mercado. Se los sacan de encima porque con este dólar los márgenes son muy finitos y encima hay que restarle las retenciones. Entonces, intentan mejorar la rentabilidad echando trabajadores. El tema es que si dejamos pasar esta tanda, mañana viene otra", explicó uno de ellos. 

"Con el dólar a mil cien, la carne argentina es carísima para el mundo. Hay que ponerse el casco y prepararse para pelear, porque van a intentar descargar la crisis sobre los laburantes", dijo otro referente sindical del sector.

Los trabajadores sostienen que la inspección del cliente extranjero no hubiera sido difícil de sortear si el Senasa hubiera continuado con su cronograma habitual de inspecciones. Devesa se ufana de sus controles de calidad y de sus certificaciones. De hecho, es uno de los frigoríficos que participa en la tan deseada cuota Hilton. 

Pero, en vez de eso, desde la asunción de Sturzenegger a cargo del Ministerio de Desregulación y Transformación del Estado, comenzaron en simultáneo dos procesos, uno de derogación de regulaciones y disposiciones y otro de desguace del organismo, que mantiene a sus trabajadores en estado de alerta.

Una de las versiones que echan a rodar los propios funcionarios es que el Senasa absorbería al Instituto Nacional de Vitivinicultura (INV), con una importante reducción de personal de ambos organismos. 

En tiempos de guerra comercial, además de las barreras arancelarias, en el comercio de alimentos suelen proliferar toda clase de movidas vinculadas a la calidad o a los controles sanitarios para proteger mercados.

Región muy golpeada

Devesa es, además, uno de los empleadores más importantes en el partido de Azul, en el centro de la llanura bonaerense, donde la crisis viene golpeando fuerte. En la ciudad de la Séptima sección electoral que cuenta 75 mil habitantes de acuerdo al censo nacional de 2022, la fábrica de explosivos de Fabricaciones Militares, Fanazul, lleva prácticamente un año sin actividad por una supuesta parada técnica. 

La versión oficial contrasta con lo que dicen informalmente los directores, que aseguran que "no hay plata". Frente a esto, los trabajadores presentaron proyectos productivos de reconversión que permanecen sin respuesta.

En el distrito vecino de Olavarría, cerró recientemente FABI, una fábrica de bolsas industriales y silobolsas con 65 años de trayectoria que dejó a más de cien personas en la calle, y en las últimas horas se conocieron los cien despidos en Cerámica Cerro Negro.