La Biblioteca Álvarez aun sigue siendo un refugio donde el Mal no entra y allí todo es contundente y vaporoso a la vez. Mi única droga: la lectura. Párrafos perdidos, imágenes paganas y otras ocurrencias que solicito a la chica que otorga los libros. Está bella con la claridad del día que entra por un vitral. No distingo siquiera su cara. Me tocan el hombro. Una sonrisa con un destello en su diente.
-¿Qué hace acá? Mire que no se pueden robar libros- saludo al Señor Malandro.
Lleva una camisa floreada, pantalón blanco, polera sobre los hombros y un bronceado horroroso. Le da un besito leve a la chica y me lleva del hombro hacia afuera. Me enerva su estilo de seducción y de acción directa. Su olor a inframundo -una mezcla de violetas rancias y vainilla- me encrespa.
-¿Qué perfume usa?
-Ah, lo saco directamente de vertientes subterráneas. Hay una catarata vigilada por ninfas en tetas que me prodigan en un frasco azul con vaporizador. Por eso huelo rico.
-Aroma a tumba -contesto.
-No, venga, venga huela mi cuello -y me toma de una oreja para que me acerque.
-Déjese de boludeces que hay gente.
-¿Ah el señor tiene miedo que lo juzguen marica? Pero hombre usted es heterosexual hasta la médula. Argentino, campeón mundial y con una conciencia del Horror que lo constituye en un escritor lúgubre. Y sin éxito. Venga, venga que lo contagio - y me fuerza a un abrazo del que me aparto.
-Sentémonos en este banco, ofrece. Soy su sicólogo del Más Allá. Tengo una banda de receptores en mi nariz. ¿Quiere contarme algo de su malestar o empiezo yo solito y narro lo que le pasa?
-Empiece, a ver.
Carraspea, enciende esos cigarritos que fuma con delectación como si fuera opio.
-Bueno, en primer lugar está maltrecho por el clima ciudadano. No tiene dinero, se alarma cuando le falta pero lagrimea cuando piensa en los que no tienen ni esperanza. Los domingos lo deprimen. Usa un auto que tose con usted a la mañana, se sienta en un bar y contempla el río. “Tendría que haberme ido a Suecia cuando joven. Ahora ya es tarde” se dice. Y se concentra en cómo enfrentar a los Malos que lo gobiernan. Las mujeres lo han tornado invisible pero se reserva un gol sobre la hora que nunca llega. Sus ex compañeras de escuela son señoras grandes, muchos compañeros están finados; sobra en las fiestas y falta en los encuentros imaginarios donde uno crece y aprende, como en liturgia. Espera jubilarse. Imagina un mundo mejor, pero está tan lejos que se dedica a escribirlo. Las chicas lo miran como a un dinosaurio y alguna hasta le dice “señor” y alguna otra en bicicleta por su senda engreída le ha gritado “¡Correte viejo boludo!”.
-Está describiendo a un jovato.
Larga una risotada juvenil y odiosa. Lo voy a trompear. Le amago y una barrera me detiene.
Continúa.
-Ahora viene lo mejor. Es un poco largo pero atiéndame. No arme su vida en pos de ideales, ni sueñe con cosas que no hay. El rencor produce llagas y deja huellas. Sáqueselo corriendo, tirando tiros en un polígono, pescando bagres de este río sucio. Respire hondo y siempre busque árboles como el tilo para caminar en su sombra: le alarga la vida y garantiza sus erecciones. Hágase un chequeo cada seis meses y enamórese de la secretaria del galeno así tendrá un buen motivo para volver. No extrañe al pasado: piense que existen bucles del tiempo y capaz que se liga uno. Los extraterrestres no van a venir a salvar al mundo y si tiene dólares guárdelos. No compre cripto monedas porque están malditas y huelen a podrido por lo que usted sabe. Va a haber tornados, lluvias eternas, tsunamis pero usted siéntese a esperarlos con las ganas de viajar sobre las olas. Turismo espiritual: poco y nada seguro. Está lleno de boludos y señoritas que no saben ni limpiarse el culo. Desconfíe de los progres con señales de superación, de los pobres con carnets de gorilas, de los comunicadores por televisión, de los réferis del fútbol y de familia entera, si le queda. Váyase solo a su montaña de libros o ideas y planee una revolución imaginaria. Hace bien, créame.
Se toma un respiro; larga el humo en mi costado.
-Hay gente que levanta la caca de sus perros, es capaz de caminar tres cuadras para tirar una cáscara de banana en un conteiner, colabora con los comedores, ponen en el trasero del auto el Rosario y la Virgen, son amables y gentiles pero después son capaces de permitir torturar por una idea cualquiera y votan a criminales.
Suspiro. Ya escuché esta cantinela y al provenir del Sr. Malandro me aburre más aún.
-Uy, qué filosofía genial que ha descubierto -me burlo.
Me mira intensamente.
-Voy a perforar sus pupilas de clase media y le voy a entrar al cerebro con una puntada de luz: usted está agobiado, perdido en el desierto de afiches y gente horrible; está deprimido y no cree más en nada. Pero oiga: esto es el comienzo. No se junte con derrotados falsamente intelectuales como los de su clase. No sé de por resignado, no tenga miedo pero los quieren matar a todos. Hay una lista negra. Nunca subestime al Sr. Malandro. Tiene receptores muy sensibles. Esto es la antesala de la guerra. Vienen por todos ustedes. No mire más fútbol, relea los libros perfectos, ármese de valor, coja más y acuda a un maestro budista: practique tiro, defensa personal. Medite, salga de su depresión post masacre de Ezeiza. Luego de un mes búsqueme que le voy a ayudar. Con gente débil no se hace nada. Y con gente idiota que se pelea entre si tampoco. Quieren cancelar al Pibe de Ojos Azules y se han vuelto ciegos. ¿O quizás sea una estrategia genial?
Me levanto de un salto y le amago un empujón cuando advierto que está a dos metros sentado en el banco de enfrente.
Enciende un join.
-Tengo radio receptores de campos eléctricos que captan los impulsos del corazón con ira. Nunca ataque al Sr. Malandro. Venga, venga que le invito una copa con algo adentro que lo va a levantar por los aires. Hasta que aclare recuerde que Juan Domingo no vuelve más. Piense en el Príncipe de la Provincia más unitaria y apueste ahí. Échele un rezo a Francisco, el Papa “comunista” que le cerró algunas puertitas a los garcas laicos y purpurados.
Y recuerde que El Fin del Mundo ya empezó.