Cuando había acabado el primer oleaje de ese tsunami desatado por riffs filosos, doble bombos centrífugos y distorsiones desorbitadas, Rob Halford, vocalista de Judas Priest, en medio de su actuación del sábado pasado en el Masters of Rock, en Tecnópolis, de pronto quedó sólo en escena. Tras sentarse en una caja de rack negra, en uno de los costados del tablado, miró al cielo, murmuró algunas cosas y extendió su mano derecha hacia arriba, en señal de rezo o quizá de dedicatoria. Entonces tomó el micrófono y dijo que cada vez que vino a la Argentina se sintió en casa, y por eso consideraba a sus fans como parte de su familia. Lo que dio pie para referirse a la comunidad del metal, que siempre se mostró solidaria, especialmente en las situaciones más complicadas.

Sucede que previo al show de la leyenda inglesa del heavy metal, la organización del festival salió a informar que Scorpions no iba a poder tocar, a razón de que su cantante, Klaus Meine, padecía una laringitis severa. Por más que se hizo todo lo posible, el equipo de trabajo de la banda, también representado en el escenario, decidió cancelar. Pocas veces se vio una situación tan engorrosa in situ como la de ese instante, al menos en los últimos años: con la producción del evento exponiéndose a que la reacción del público apuntara a cualquier lugar, en tanto los seguidores del grupo mostraban su decepción. Mientras algunos abandonaban el predio, tras la noticia, la polaroid desgarradora la brindó un hombre mayor que descargó su impotencia silbando una versión desoladora de “Winds of Change”, mega hit de los alemanes.

Para compensar el infortunio, el Masters of Rock habló con el grupo de Birmingham, a ver si se animaba a extender su repertorio, a lo que accedió. No sólo se encargó de la clausura, sino que su intervención sobrepasó las dos horas. A sus 73 años, Halford se comportó como un titán durante su performance, en la que bendijo a sus músicos, jugó con la audiencia, mostró una voz impecable, entró en trance y lució varias camperas de tachas. El recital coincidió además con los 50 años del primer disco del grupo, Rocka Rolla, a lo que hizo alusión el frontman. Si bien no tocaron nada de ahí, rescataron su relectura de “Diamonds and Rust”, original de Joan Báez y uno de los temas que sumaron a último momento, al lado de “Metal Gods”, “Saints in Hell” y “Heading Out to the Highway”.

Sin embargo, el grupo dio rienda suelta a su repertorio dejando por sentado que no vive colgado de su glorioso pasado, por lo que arrancó con el novel y explosivo “Pannic Attack”, de su reciente disco, Invincible Shield (2024), y a continuación desenfundó el clásico “You’ve Got Another Thing Comin”, desatando la euforia. Pese a los 42 años que separan a esas canciones, Judas Priest ratificó que su identidad sonora sigue estando inmaculada, lo que no le resta a su deseo de innovar. Y eso lo patentó en “Crown of Horns”, que secundó a las guitarras en modo ataque Spitfire de “Breaking The Law”; a la velocidad aguda (al igual que la hojilla que aparece en la tapa del disco que la contiene, British Steel) de “Rapid Fire”; y al sonido malvado de “Love Bites”. Tan sólo bajaron un cambio en el hard rock “Riding on the Wind”.

Luego de que el inmenso tridente que pendía sobre ellos se irguiera hasta tomar forma de cruz, y tras tributar a la Argentina con una imagen de Messi y el Papa (como los dos argentinos más mundiales de esta época), tocaron “Sins”, que con “Victim of Changes” se transformaron en las más longevas del cancionero. Y las mecharon con su apropiación de “The Green Manalishi (With the Two Prong Crown)”, de Fleetwood Mac. Pero llegó “Painkiller”, y terminó de llevarse todo por delante. Esta encarnación del quinteto, cuyos músicos aparecieron en escena distribuidos en una escalera, tapados antes por un telón largo, nuevamente evidenció su efectividad. Aunque en el bis redoblaron ese poder, gracias a himnos inoxidables como “Electric Eye”, “Hell Bent for Leather” y el groovero “Living After Midnight”.

En la misma área del predio de Villa Martelli donde se erigieron los dos escenarios principales del Quilmes Rock, se instalaron los de esta cumbre del metal, a la que asistieron 20 mil personas. Así que una vez que terminaba una banda, empezaba la otra. En la antesala de Judas Priest, se presentó otro de los actos esperados del evento: Europe. De esto pueden dar fe los chistes sobre la balada “Carrie”, que circularon en la espera; o el puñado de mujeres que lloraron cuando irrumpió el vocalista Joey Tempest, dueño de un carisma que sumó mucho, sobre todo sus puteadas porteñas. Por más que hace años que dejó de portar esa melena ondulada rubia que lo tornó en el dios nórdico del glam metal, su semblante de estrella musical sigue intacto. Y para muestra estaba su manera de darle vuelta y tirar para arriba el pie del micrófono.

Europe, con Joey Tempest y su carisma intacto. 


Durante su hora de show, el quinteto sueco alternó hits de los 80 y 90, entre los que destacaron “Scream of Anger”, “Sign of the Times” y “On Broken Wings”. Y se animaron a clavar una canción de 2023: “Hold Your Head Up”, justo antes de invocar la ya mentada “Carrie” y su hitazo “The Final Countdown”, al que ni el metalero más bravo le tuvo alergia. Para la segunda guitarra, invitaron a un músico que se notó que creció escuchando ese clásico, el violero Fredrik Åkesson, de la banda de metal progresivo sueca Opeh, de gran actuación a mitad de tarde. De hecho, les dejaron el público servido a unos pioneros del mismo género, Queensrÿche, quienes se dedicaron a repasar su obra de la mano de joyas como “Operation: Mindcrime”, “Empire”, “I Don't Believe in Love” y la gran balada metalera “Silent Lucidity”.

Otra leyenda que gustó y se volvió a casa ovacionada fue Savatage. Tras su regreso a los escenarios, en 2014, sigue atravesando un gran momento musical. Y eso quedó reflejado en los temas “Jesus Save”, “The Wake of Magellan”, “Edge of Thorns!” y “Believe”, que se convirtió en el momento emotivo de la jornada porque tuvo a uno de los fundadores la banda estadounidense, Jon Oliva, tocando el piano en las pantallas (no pudo venir porque en 2024 le diagnosticaron esclerosis múltiple). El Masters of Rock abrió sus puertas al mediodía del sábado, y también le sirvió de vitrina a la escena metalera argentina, albergando las presentaciones de las bandas Against, Entre el Cielo y el Infierno y los veteranos Horcas. Se trató de una demostración de que los chachitos aún resisten, pese al paso del tiempo.