Decía con su lúcida ironía característica de su singular personalidad el poeta francés Jacques Prevert que el ministerio de economía debería llamarse ministerio de la miseria ya que el ministerio de la guerra nuca se llama ministerio de la paz.
En efecto, si observamos las sociedades contemporáneas y las políticas que desde los Estados se llevan adelante. Los estamentos gubernamentales elaboran y ejecutan medidas que solo garantizan la persistencia de una pobreza planificada en las oficinas de las grandes corporaciones capitalistas.
El proyecto claramente es mantener la desigualdad como principio rector que mantenga la brecha entre una porción de población incluida en las pautas de consumo del sistema del capital‑mercancía y el resto son dispositivos de control social y propaganda que garanticen la contención de las protestas y disidencias y el pleno funcionamiento de los mercados.
Resulta paradójico que quienes más hablan de paz en el mundo son aquellos que con toda la parafernalia de elementos coactivos y de destrucción masiva de poblaciones solo impulsan nuevas carnicerías en las más diversas latitudes.
Las conferencias mundiales sobre desarme de las potencias globales y problemáticas como el cambio climático no son otra cosa que partidas de ajedrez que los jerarcas de los principales Estados del Planeta Tierra libran periódicamente en un tablero del que nos quieren solo como cifras estadísticas o bien como sujetos pasivos de sus maniobras.
Acaso porque como bien señaló Albert Camus nos toca vivir en siglos en los que el homicidio está legitimado por coartadas ideológicas. No hemos dejado de transitar lo que el célebre André Malraux llamó certeramente "el tiempo del desprecio".
Las imágenes que muestran la situación en Siria, Afganistán, diversos territorios de Africa y las periódicas matanzas de campesinos incluyendo el continente latinoamericano lo confirman.
También decía J. Prevert: "Cuando la verdad no es libre, la libertad no es real".
Carlos A. Solero