En un anuncio que sacudió a la comunidad musical argentina, los Premios Gardel 2025, organizados por la Cámara Argentina de Productores de Fonogramas y Videogramas (CAPIF), eliminaron la categoría de Mejor Álbum de Chamamé, dejando fuera a un género declarado Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la UNESCO en 2020.

Esta decisión, que ha generado indignación entre artistas, productores y seguidores, ha sido calificada como "una falta de respeto" a la rica historia musical del litoral argentino y una barrera para los jóvenes talentos que buscan visibilidad en la industria. Santiago Torres es uno de esos músicos jóvenes que se vio afectado por la decisión. Artista de música popular argentina y bonaerense, se siente afín al género desde pequeño. Hoy es uno de los acordeonistas más renombrados del país.

Música infantil

Vivió toda su vida en el conurbano, entre Moreno, Ituzaingó y Morón. Desde pequeño, la música fue una constante. A los cinco años ya jugaba con instrumentos de juguete, imitando los sonidos de un acordeón con una caja de zapatos. “Siempre había música en mi casa. Había músicos, amigos de mi padre, de mi madre, que venían. Había un hombre, Pedro Gott, jardinero en Ituzaingó, descendiente de alemanes, que tocaba la verdulera, el acordeón más chiquito y en mi casa había una verdulera qué él venía a tocar y yo lo escuchaba fascinado”, relata.

Sus padres, oriundos de provincias con una rica tradición folclórica, Santiago del Estero y San Luis, trajeron consigo un bagaje cultural que moldeó la sensibilidad musical de Torres. “Mi mamá es de Santiago del Estero, con la chacarera, las vidalas. Mi papá, de San Luis, con las tonadas, las cuecas. Son dos culturas muy diferentes musicalmente, y aquí en Buenos Aires se encontraron en el conurbano, con las bailantas de música litoraleña”. Estas bailantas eran espacios de encuentro para provincianos que buscaban mantener viva su identidad en la gran ciudad y fueron el escenario donde Torres empezó a entrenar la oreja.

“Me vestía de gaucho y tocaba el acordeón, imitando los movimientos de los acordeonistas. El público empezó a pedir que le pusieran micrófonos a ese acordeón que claramente no sonaba”, recuerda con una sonrisa. A los seis años, tomó clases formales en Ituzaingó, y a los siete ya sacaba música de oído, componiendo sus primeras piezas. “Desde entonces, sigo trabajando con la música popular argentina, siendo autodidacta”, asegura este joven de veinticinco años.

En su camino, figuras como Antonio Tarragó Ros, Chango Spasiuk y Peteco Carabajal han sido faros que lo han guiado. “Siempre aparecen esos pilares y referentes que acompañan el camino de uno, que es difícil expresar lo que uno siente a través de una música que a veces está en un rincón”, reflexiona.

El chamamé, en particular, llegó a su vida a través de discos que su abuelo paterno tenía en las sierras de San Luis. “En esa época, cuando mis padres eran niños, ya escuchaban esta música que hoy llevo como bandera”, cuenta. Así, el chamamé no solo es un género musical para Torres, sino parte de su historia familiar y su memoria afectiva.

Alejados de la identidad

Torres se indignó con la exclusión del chamamé de los Premiso Gardel. Para él, no es solo una afrenta a los artistas del género, sino un desconocimiento de la historia de la industria discográfica argentina.

El chamamé, que en los años 40 y 50 fue uno de los géneros más vendidos en el país, con figuras como Tarragó Ros y Mario Millán Medina, ayudó a forjar la industria musical argentina. Sin embargo, hoy los artistas del género se ven relegados. “No queremos un premio solo para los chamameceros, queremos un premio de la música, porque nosotros también aportamos a esa industria. Componemos, tocamos, grabamos. Pagamos técnicos, estudios, prensa, instrumentos. Somos parte de la industria. Merecemos estar en ese espacio”, reclama.

Para él, además, los premios Gardel no son sólo un reconocimiento, sino un motor de incentivo para los jóvenes y un espacio de visibilidad. “Tenía la esperanza de que lo próximo que grabe pudiera estar postulado para los premios. Igual vamos a seguir produciendo música con más fuerza. Pero es un atentado contra el patrimonio”, dice Torres que lee la decisión en el marco de un contexto macro de crisis cultural.

“Más allá de lo económico, que es importante, el área de la cultura está devastada, arrinconada”, afirma y agrega: “Cada vez nos alejan más de nuestra identidad cultural, nacional y popular. Los símbolos que presentan nos alejan de nosotros mismos, de la cultura del encuentro, de saber quién es nuestro vecino. Hay una fragmentación intencionada”, sostiene. En contraste, su música busca lo opuesto: el encuentro, la conexión, la comunidad. “Desde la música, yo busco tocar y estar con gente que nos escucha, que vuelve a su lugar, que se encuentra consigo misma, que baila una chacarera o un chamamé en una peña, que conoce a su vecino. Pero estas gestiones reprimen esas posibilidades”.

A pesar de los obstáculos, Torres sigue adelante con su propuesta artística. Como solista, acompañado por Timoteo Páez y Facundo Cano, presenta Raíz Litoral, un álbum que rescata la tradición del acordeón verdulera.

También Torres impulsa el proyecto audiovisual Bienes Culturales, donde registra historias de artistas anónimos del conurbano, como luthiers y músicos que crean desde la intimidad de sus hogares. “Allí ellos cuentan qué bienes culturales tienen consigo. En el último episodio lo entreviste a Pápalo Zárate. Un hombre que vino hace mucho tiempo desde Paraguay. Él desarrolló una carpintería en su casa y trabajó como luthier haciendo arpas, instrumento que él toca. Son unas arpas maravillosas. Me interesa capturar esas historias que no se ven. Son bienes intangibles, pero que le dan sabor a la música. Son artistas que aman la música con locura, pero que siempre han estado ocultos”, relata. Las entrevistas se pueden disfrutar de forma libre y gratuita en Youtube.

Su agenda está repleta de presentaciones: el 16 de mayo se presentará en Casa Sonora (Ituzaingó) junto a Cecilia Pal, el 17 en Neuquén con Spasiuk, el 24 en el Teatro Margarita Xirgu en CABA , el 31 en el Festival Burí en Moreno. El 14 de junio en el Centro Cultural Munro, donde promete un concierto con música nueva y sorpresas. “Es un lugar amplio en Vicente López donde podremos desarrollar un espectáculo artístico importante”, anticipa con entusiasmo.