Desde Bariloche
Pasamontañas hecho con una remera negra de Pink Floyd. El lado oscuro de la luna. Apenas los ojos se le ven al vocero ocasional de la comunidad Lafken Winkul Mapu que, “de este lado de la tranquera”, recibe a PáginaI12. Adentro del territorio, las lamienes (mujeres) mantienen el fuego activo y conversan con abogadas de derechos humanos.
–¿Qué pasó el sábado 25?
–Me gustaría hablar de todo el proceso que hubo antes, del trabajo ancestral que estamos haciendo. Ya llevamos cuatro meses acá. Se venía trabajando con este territorio no desde hace dos años, sino desde más de 60 años, por nuestros ancestros, abuelos y bisabuelos, que fueron despojados.
Cuatro meses antes de ser noticia, la comunidad recuperó el territorio.
“Lo hicimos público a principio de noviembre”, recuerda el mapuche que no quiere dar su nombre, porque “somos una comunidad, somos uno”.
Llevaban dos rukas hechas, estaban “sembrando los wentru, los hombres, cuando el miércoles a la tarde a última hora llega una fiscal, bajan todas las lamienes con los niños a hablar con ella. Nosotros estábamos trabajando la tierra para sembrar, y estábamos por iniciar la ruka de Rafael Nahuel, porque él estaba ya hace dos semanas. Él iba a criar conejos, iba a hacer su conejera y criar gallinas”.
Habla de corrido, cuela convicciones: “No nos reconocemos como chilenos ni como argentinos, porque nuestra lengua es diferente, es milenaria. No queremos formar un Estado o ciudad mapuche, sino que queremos tener nuestro territorio y vivir como mapuches”.
Y recuerda que “el peñi Rafa ya venía desde chiquito participando con nuestras autoridades mapuches. Él vivía solo, tenía su rukita en un barrio de Bariloche, el Nahuel Hue. Hacía changas y cada tanto venía, se quedaba varios días, él ya se iba a instalar acá. Por la tradición mapuche a él le corresponde tener su casa acá”. Rafael “siempre tuvo caballo”, quería comprar uno y llevarlo al territorio, en Villa Mascardi.
El vocero relata que Rafael regresó a Bariloche a “hacer una changuita” el martes 21 de noviembre. Dos días después, las fuerzas federales realizaron el desalojo y detuvieron a cuatro mujeres y cinco niños. “Fue el jueves a las 4.30 o 5, que es cuando cortan la ruta, eran policías federales y grupo táctico, entran 30 efectivos por el hotel, 30 por la ruta y 30 por este costado”, dice, y señala el terreno de un privado lindero por el oeste. “Entran sin mostrar orden, sin mediar palabras” y llegan donde “tenemos un fogón acá, donde mateamos”. Ese primer fogón está a unos 10 metros de la tranquera que, con banderas, anuncia el ingreso al territorio recuperado. Ahora luce una foto con la cara de Rafael.
Explica que los agentes corrieron a los hombres con disparos de armas antitumultos, y precintaron a las mujeres. Después de varias horas detenidos en la sede de la Policía Federal en Bariloche, cuatro mujeres y cinco niños recuperaron la libertad. Rafael Nahuel esperó en la puerta hasta que fueron liberadas y pudo abrazar a su tía y otros familiares.
Un día después, el viernes, Rafael “y otros dos peñis” volvieron al territorio y llevaron comida. En “el monte” fueron reuniéndose con los dispersos integrantes de la comunidad. Durmieron con ellos montaña arriba. Y llegaron juntos al sábado fatal.
El vocero levanta un poco el pasamontaña para fumar, y cuenta: “Rafael estaba contento, nos abraza cuando llega. Ese día compartimos todo lo que habían traído, compartimos mate, comida, charla. El sábado, como no se escuchaba más el helicóptero ni (los pasos de) los Albatros, dije vamos a buscar agua más abajo. Eran las 4 de la tarde. Un momento antes de eso, Rafael calienta agua y empieza a compartir mate. Conversamos un ratito más y empezamos a bajar por una huella para una persona. Éramos muchos. Bajamos un par de metros y nos encontramos de frente al grupo Albatros, y dicen ‘Alto, Albatros’, y empiezan a los tiros, pam, pam, y ahí los peñis dicen corran, corran, y corrimos un poquito nomás, y unos quedamos en un lugar que está parejo el terreno, y les empezamos a gritar. No es zona de piedras, había una diez piedras contadas con la mano. Un peñi les grita que se vayan y se agacha a buscar una piedra, y ahí le apuntan y le tiran. Lo mismo a la lamien: le apuntan y le tiran. En medio de eso, otro le había pegado a Rafa. Estaban los tres tirados en el piso, y cuando ellos pensaron que habían matado a tres, salen corriendo, bajan. Y nosotros les gritamos mataron a uno”.
Rafael agonizaba, y otros dos mapuches estaban levemente heridos. “Dos peñis lo atan en dos maderas, como una camilla, lo bajan atado con sus ropas. Cuando llegan a la rutas les apuntan con los fusiles. El cuerpo queda tirado al costado de la ruta porque la Policía Federal agarra a los dos peñis y los suben a una camioneta. Y el cuerpo lo agarran dos policías y lo empiezan a arrastrar por el cordón de la ruta, por toda la piedra, ahí es cuando le rompen la cabeza, le raspan todo la parte de atrás. Lo sacan de la camilla y lo arrastran. Lo dejan bastante lejos y lo tienen desde las 5 de la tarde hasta las 12.30 de la noche. En medio de eso, a los peñis los llevan detenidos al aeropuerto”.
–¿Cuando lo dejaron ya estaba muerto?
– Sí, ya estaba muerto. Él muere antes de llegar abajo. Estaba a mil metros más o menos. No sé cuánto habrá estado respirando. Muere casi en el acto. Era un disparo a muerte, no se iba a poder salvar.
–Ustedes se quedaron con las otras dos personas que estaban heridas.
–Sí, nos quedamos acá. Antes de morir, Rafael nos dice unas palabras: que él se quería quedar acá, que nosotros nos teníamos que ir. Nos empieza a hablar en mapudungun, la lengua nuestra. El último deseo de él era quedarse acá, ‘no me lleven, no me lleven, me quiero morir acá’, decía. Él ya sabía que se estaba muriendo, se puso pálido y enseguida dijo que no se iba a salvar. Nos empezó a dar palabras de aliento. Entonces nosotros nos quedamos y dos peñis fueron los que llevaron el cuerpo hasta la ruta. Sus últimas palabras fueron muy buenas para nosotros, y la charla que tuvimos antes, igual... Siempre él tuvo ese pensamiento de cuidar a su gente, siempre fue muy buena persona.
–El Gobierno dice que ustedes estaban armados y que hubo un enfrentamiento.
–No, nosotros nunca usamos armas, lo único que por ahí usamos son piedras, para defendernos nomás. Somos mapuches, eso tiene que quedar bien claro. No somos guerrilleros, no somos terroristas como nos quieren decir, nosotros protegemos un pedazo de tierra, o recuperamos nuestro derecho justo y ancestral, que no tiene nada que ver con una guerrilla o terrorismo. El Estado usa grandes medios para la represión, porque de esa manera avalan una muerte, avalan que digan que son todos sucios los pibes de un barrio o que son delincuentes, y así consiguen el aval para matar a una persona humilde.
–¿Pueden negociar con Parques Nacionales un manejo conjunto del territorio?
–No, eso nunca va a negociarse. Hay una mesa de diálogo, pero Parques nos mandó a matar a un peñi. Cien por ciento responsabilidad de la muerte de Rafael es Parques Nacionales, (Patricia) Bullrich y (Mauricio) Macri. Ellos alimentaron esto.