“La última vez que estuvimos en el Gran Rex fue en Nineteen ninety-nine”, recordó Andrés Calamaro, antes de dar paso a los bises. Entre aquel diciembre, en el que estrenó su disco Honestidad brutal, y éste, donde volvió a la calle Corrientes para presentar un show acústico basado en su anteúltimo álbum, Romaphonics Sessions, el cantautor argentino no se detuvo en su afán de consolidarse como un artista de música popular. Aunque en la noche del sábado, el otrora Abuelos de la Nada y Los Rodríguez dejó en evidencia, con temperamento, pulso y carisma, que ya alcanzó su objetivo. Sólo es cuestión de tiempo para que la historia lo reconozca y ubique al lado de Carlos Gardel, Mercedes Sosa y Atahualpa Yupanqui. Si bien en la pasada edición del Personal Fest, en la que fue el acto central de la primera fecha, no quedó ninguna duda de que sigue siendo ciento por ciento rock, El Salmón, a partir de la redención del Evangelio según Bob Dylan, figura más allá de las etiquetas. Y es que se transformó en todo un alquimista de la canción hispanohablante. 

Pese a que minutos luego de las 21 hs irrumpió en el escenario del teatro dejando a su paso la estela del crooner, la propuesta de Calamaro en su flamante gira, Licencia para cantar (tras los recitales del sábado y de ayer, sumó dos funciones más, el próximo viernes y sábado), repasa algunas de de sus canciones fundamentales en clave de bolero, jazz, tango y folklore. Al tiempo que invita a imbuirse en su universo a clásicos de la música popular local como “Algo contigo”, de Chico Navarro, al que acudió luego de abrir el recital con “La libertad” y “Bohemio”. “Buenas noches, Buenos Aires”, saludó el artista, acto seguido, en una de sus pocas alocuciones de la noche, para continuar con “Ok, perdón / Soy tuyo”. 

Una vez que quedaron atrás “7 minutos” de Los Rodríguez, la adaptación bolerística de “El día que me quieras” y la versión jazzera de “Ansia en Plaza Francia”, Calamaro estableció un punto de quiebre en el concepto del recital al flirtear con el rock en “¿Quién asó la manteca?” Pero fue sólo un cimbronazo, pues el repertorio avanzó con “Garúa”, de Aníbal Troilo, y “Cacho de Buenos Aires”, de Cacho Castaña (a la salida, algunos fans de El Salmón mostraron su indignación por la reivindicación al olavarriense). Hasta ese entonces, el multiinstrumentista se abocó a cumplir los deberes de un buen cantante. Por lo que no se colgó la guitarra, ni se sentó al piano, salvo en una increíble reinvención de “Para no olvidar” de Los Rodríguez, en la que compartió el instrumento a cuatro manos con el gran pianista Germán Wiedemer, sino que recurrió a la pandereta, la armónica y la melódica. Y, por supuesto, a arengar a una audiencia que se entregó, amén de la magia de los temas, a través del arengue gestual y de la complicidad que brotó durante las casi dos horas de espectáculo. 

Más que una demostración de la supervivencia con el paso del tiempo, “Copa rota” fue un ejemplo notorio de que las canciones y versiones de Calamaro ya nacen maduras. Y es que, con apenas un poco de rouge, se adaptaba a la perfección a este concepto popular. Lo mismo que “Himno de mi corazón”, de Los Abuelos de la Nada. Pero si “Tuyo siempre” lo remojó en bolero, “Carnaval de Brasil” fue lo más cercano al pop de la lista de temas. El clímax lo abrazó con “Estadio Azteca”, y no paró de apretujarlo con fuerza en “Flaca” y “Paloma”. Al volver al escenario con su banda, que completaba el contrabajista Antonio Miguel, el artista –quien recientemente lanzó el disco Volumen 11– remató con “Mi enfermedad”, “Media Verónica” y “Crímenes perfectos”, que provocaron la ovación infinita y el corolario de una de las mejores noches en la historia musical del Salmón. Por lo que para despedirse, y no podía ser de otra forma, invocó un pasodoble, y, sobre la base de la tradición de la tauromaquia, apeló por el paseíllo de los toreros. También le dicen el Matador, y nació en Once. 

10 - LICENCIA PARA CANTAR

Músicos: Andrés Calamaro (pandereta, armónica y melódica), Germán Wiedemer (piano), Antonio Miguel (contrabajo), Martín Bruhn (percusión) y Juan De Benedicits y Mariano Domínguez (coros). 

Duración: 120 minutos 

Público: 3200 personas 

Teatro Gran Rex, sábado 10 de diciembre.