La poesía es siempre un escándalo. 

Es una suerte que no se perciba así. 

No resulta, por desgracia, visible hasta mucho tiempo después, cuando los acontecimientos la imitan y perturban el mundo. 

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Los escritores son siempre responsables, pero no de aquello de lo que se les acusa. Son responsables del régimen que los acusa y que, sin saberlo, es influido por ellos.

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El drama de la política es que siempre llega tarde respecto a las revoluciones poéticas. De hecho, los poetas que se involucran se sienten engañados, en un tiempo muerto en relación al tiempo en que viven. Se arriesgan a ser arrastrados a la muerte.

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Un poeta está siempre ocupado por el enemigo y resiste. 

Esta resistencia clandestina es la base de su trabajo. 

La resistencia del '44 no significó otra cosa que ser una imagen visible de esta empresa permanente.

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El heroísmo (el acto heroico) no posee mayor extensión que la que le concede el mito. 

Decir lo que se va a hacer, no significa hacerlo. 

Decir lo que se ha hecho, es no haberlo hecho.

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Llega un momento en la existencia del poeta en que la intuición reemplaza a la inteligencia. 

Toma forma de inteligencia y le hace creer inteligente. 

Esta falsa inteligencia lo desacreditará ante quienes niegan al poeta y lo protegerá contra un éxito inmediato, fuente de toda Muerte.

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No porque hable de cosas santas la poesía es santa. 

No porque hable de cosas bellas la poesía es bella. 

Y si alguien pregunta acerca de la razón de su belleza y santidad, será necesario responder como Juana de Arco cuando se la interrogó en profundidad: "No tiene importancia".

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Para leer poesía es preciso estar inspirado.

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Si la suerte nos abandona, será preciso volver a conquistar, padecer, retomar el camino. Es durante estos pasajes cuando la suerte nos deja, los que nos complacen y permiten a los poemas echar raíces en las memorias. 

Un día estos pasajes nos desagradan y la suerte aparece.  

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En Baudelaire sus contemporáneos no veían más que muecas ni admiraban más que muecas. Detrás de estas muecas la mirada viajaba lentamente hasta nosotros como la luz de las estrellas.

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La izquierda no puede tomar a la derecha. Si da la impresión que así lo hace, es porque se ha convertido en derecha y por tanto ya no es más izquierda. Nunca más volverá a ser izquierda. C'est fini.

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Si la poesía no cojeara, correría. 

Y no puede correr porque cuenta sus pasos y todas las señales de alto.

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La poesía se opone a todo lo que el hombre tiene por costumbre considerar como el mejor medio de expresar lo que piensa. Es preciso ser muy humilde para leer un poema y no combatirlo como a un enemigo.

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Nadie más humilde que un poeta. No es más que un vehículo. 

Lo que le otorga cierto aire de orgullo, es que defiende la fuerza que lo habita, como Juana de Arco defendió la causa de Dios.

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En un hermoso artículo, Paul Claudel afirma que el hombre no sólo tiene derecho a la justicia, sino también a la injusticia. 

Por pequeña que sea esa posibilidad, el poeta se verá recompensado de un largo esfuerzo.

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La masa no puede amar a un poeta más que por algún malentendido.