Desde Brasilia
Ensayo y error del golpismo. Los índices de popularidad de Luiz Inácio Lula da Silva encendieron las alarmas del Palacio del Planalto y el mercado. El rostro cada día más demacrado del presidente Michel Temer tal vez retrate esa preocupación ante la “amenaza” del retorno de Lula, la cual también influyó en la tendencia negativa mostrada por la Bolsa de Valores de San Pablo en los últimos días.
Igualmente preocupado está el brazo más partidizado del Poder Judicial, vinculado a la causa Lava Jato, que condenó al líder del Partido de los Trabajadores (PT), en primera instancia, a nueve años y medio de prisión. Al parecer el juez Sergio Moro y su “Grupo de Tareas de Curitiba” (así se los llama a los fiscales y policías) entendieron que ese fallo sería lapidario para el prestigio del imputado y acabaría con su carrera política.
Error: luego del muy mediatizado anuncio de la condena el precandidato del PT siguió mejorando en los sondeos con vistas a las presidenciales del 7 de octubre de 2018. Y ya hay algunas encuestas que lo dan como eventual vencedor en primera vuelta. Lula cuestionó ayer, durante un encuentro petista en Brasilia, la falta de pruebas en su contra en un proceso al que criticó por su motivación “más política que jurídica”. “Lean la sentencia”, propuso. “Defiendo mi inocencia, si hay algo de lo que abro mano es de mi honra, ni ante Moro, ni ante” otros magistrados. Son los jueces los que tienen que demostrar la culpa que hasta ahora no se ha probado, “quiero ser declarado inocente para poder ser presidente”.
Una vez comprobada la ineficacia de Moro para mitigar la popularidad del condenado en primera instancia e influir en las elecciones entró en la cancha el Tribunal Regional Federal No. 4 (TRF-4).
Esa cámara de apelaciones anunció esta semana que el 24 de enero presentará su fallo sobre la causa tramitada originalmente en el juzgado federal de Curitiba. Lo sorprendente fue la celeridad del TRF-4. En general los dictámenes de ese tribunal de alzada de Porto Alegre demoraron más de un año.
Con el expediente de Lula, en cambio, todo fue “mucho más rápido para poder proscribirlo, está claro que los responsables del golpe están asustados” afirmó ayer el jefe del bloque de senadores petistas Lindbergh Farias.
El senador y el diputado Paulo Pimenta presentaron un resumen de la estrategia judicial en curso: al anticipar el anuncio de su veredicto en enero, cuando todavía está de feria el Supremo Tribunal Federal, el TRF-4 pretende que Lula sea alcanzado por la Ley de la Ficha Limpia, por la cual nadie puede ser candidato si hay una sentencia firme en su contra.
Con la aceleración de los tiempos se buscaría que Lula, a pesar de las eventuales apelaciones, no pueda presentar su candidatura en agosto del año que viene.
De campera clara el líder petista aprobó con un gesto la denuncia de los parlamentarios Farias y Pimenta durante el evento en Brasilia.
Con la misma campera participó por la noche en un acto organizado en el sindicato de los bancarios tras visitar una organización de mujeres recicladoras de residuos.
Se lo notaba algo cansado y con el rostro bronceado después de su reciente caravana por ciudades de Río de Janeiro, donde habló ante miles de seguidores. La comunicación directa con la población le ha permitido contrarrestar la metralla de noticias que buscan descalificarlo y sacralizar a los magistrados.
Al derrocar a Dilma Rousseff en mayo de 2016 los responsables del golpe híbrido (parlamentario-mediático-judicial) partieron de la hipótesis de que el régimen generaría una candidatura propia capaz de vencer en 2018 y erradicar definitivamente al “lulopetismo”. Con el correr de los meses esa hipótesis se demostró equivocada. Porque a pesar del biombo desinformativo los casos de corrupción de Temer tomaron estado público igual que la indulgencia con que algunos magistrados trataron esos ilícitos. Una condescendencia judicial que se repite con otros imputados como el gobernador de San Pablo, Geraldo Alckmin, eventual candidato presidencial por el Partido de la Socialdemocracia Brasileña.
Sucede que el conservador Alckmin cuenta con el 7 por ciento de apoyo, una medición baja, muy alejada del 34 por ciento de Lula.
Ante esa orfandad de candidatos convencionales se hicieron ensayos con una serie de outsiders, como el empresario y alcalde de San Pablo Joao Doria, y el animador televisivo Luciano Hulck, que tampoco se mostraron competitivos.
Estos intentos fallidos por derrotar al ex presidente mediante experimentos electorales u obstruir su retorno con artilugios legales no harán desistir al gobierno de Temer ni a sus socios mediáticos y judiciales. Todo indica que se avecinan tiempos de guerra política ante la cual la opción a ser seguida es la “resistencia” dijo ayer Lula. Sabe que sea o no sea candidato, de todos modos será un actor determinante en octubre del año que viene.