PáginaI12 En Estados Unidos

Desde Nueva York

Donald Trump todavía no asumió la presidencia de los Estados Unidos pero ya sacudió varias veces el mapa geopolítico; volverá a suceder si se confirma el nombramiento de Rex Tillerson como secretario de Estado. Con el CEO de Exxon Mobil, la petrolera norteamericana que más negocios ha hecho en Rusia durante los últimos años, a cargo de las relaciones exteriores, el vínculo entre Washington y Moscú puede cambiar en los próximos meses como nunca desde la caída del bloque soviético hace un cuarto de siglo: Tillerson no solamente tiene una línea directa abierta con el Kremlin sino que además es amigo personal del mandatario Vladimir Putin. 

La noticia se filtró a la prensa menos de 24 horas después de que la CIA denunciara públicamente la intervención de hackers rusos durante la campaña electoral norteamericana, que actuaron para beneficiar al candidato republicano. En ese sentido, de oficializarse, la designación del ejecutivo petrolero en el cargo diplomático más importante de la administración puede leerse como un prólogo a una batalla silenciosa entre Trump y el establishment militar norteamericano que puede comenzar a desenvolverse a partir de su asunción el mes que viene. 

Por otra parte, según los mismos reportes periodísticos que anticiparon el nombramiento del ejecutivo petrolero, su número dos sería el ex embajador ante la ONU John Bolton, una figura muy vinculada con el Partido Republicano durante décadas y alineado con los halcones neoconservadores que durante las últimas dos décadas fueron los principales lobbistas a favor de iniciar una guerra contra Irán. Hace menos de un mes, en una entrevista, Bolton aseguró que “la única solución a largo plazo” al riesgo de que Teherán adquiera armas nucleares “es un cambio de régimen”.

El presidente se hizo eco de los títulos periodísticos aunque no confirmó ni desmintió la noticia: “Lo elija o no para ‘Estado’, Rex Tillerson, jefe y CEO de Exxon Mobil, es un jugador de clase mundial y un hacedor de acuerdos. Estén atentos”, tuiteó ayer por la mañana. En el entorno del ejecutivo informaron a los diarios locales que, sin haber confirmado su destino, él ya está preparando su sucesión en la empresa de la que estuvo a cargo la última década, la quinta más grande del mundo. Este año, según la lista de confeccionada por la revista Forbes, T-Rex es uno de los 25 hombres más poderosos del mundo. Si se confirma su nombramiento, seguramente escalará varias posiciones en ese ranking.

Con Tillerson y Bolton, Trump repetiría en la Secretaría de Estado el mismo esquema que aplicó en el diseño de su gabinete: un contrapunto entre conservadores republicanos cercanos al establishment y figuras provenientes de la actividad privada, en los que tiene más confianza. El nombramiento de dos hombres con posturas públicas muy fuertes (respecto de Rusia y respecto de Irán), que resultan contrarias a la línea actual de la diplomacia de Washington, ratificaría también la voluntad del presidente electo de tomar sus propias decisiones desde el día uno, aun cuando impliquen romper consensos bipartidarios instalados largamente.

Por eso la filtración del nombramiento de Tillerson, la primera de esta magnitud en la era Trump, debe leerse también como una respuesta del mandatario al establishment militar y de inteligencia, un día después de que la CIA anunciara en un reporte que encontró evidencias de que él fue beneficiado por la intervención de espías rusos durante la campaña electoral. Según se dio a conocer el viernes, la central de inteligencia demostró que los mismos hackers que irrumpieron desde Moscú en el sistema de comunicaciones del Partido Demócrata y filtraron emails del equipo de Hillary Clinton también lograron ingresar a los servidores republicanos pero no difundieron ninguno de los documentos que encontraron allí.

Trump salió rápidamente al cruce de las denuncias de la agencia: “La elección terminó hace rato con una de las victorias en el Colegio Electoral más grandes de la historia”, exageró en un comunicado en el que descarta las especulaciones y ataca a la CIA, “los mismos que decían que Saddam Hussein tenía armas de destrucción masiva”. Encauzar las rispideces entre el presidente electo y el complejo militar y de inteligencia será una de las tareas más difíciles que tendrá por delante el futuro secretario de Defensa, el general James “Perro Loco” Mattis. La relación comenzó con el pie izquierdo.

Todavía queda por responder la incógnita central de cuál va a ser el espíritu de la política exterior para el próximo período. Con estos nombres es sencillo predecir que no va a haber continuidad con la línea que desarrolló George W. Bush luego de los atentados de septiembre de 2001 y luego siguió, con matices, durante los ocho años de Barack Obama. Resta saber hacia dónde será el cambio. Durante la campaña, el mensaje de Trump tenía reminiscencias aislacionistas: “América Primero” fue uno de sus principales eslóganes. 

Es válido preguntarse hasta qué punto es posible practicar el aislamiento en el mundo hiperconectado del siglo XXI. Más posible resulta que Washington no se retire del juego geopolítico pero sí reordene de forma drástica sus prioridades, alianzas y estrategias. También es razonable temer que en este nuevo esquema y bajo las órdenes del Commander-in-Chief Trump, los Estados Unidos puedan abjurar, progresivamente o de golpe, del multilateralismo, la búsqueda de consensos en el marco de la ONU y el derecho internacional, las únicas redes de contención que, desde el final de la Segunda Guerra Mundial hasta hoy, evitaron que las potencias ingresaran en una conflagración de alcance global.