Más de uno menea la cabeza, pero no es (solo) por la andanada eléctrica que baja desde el escenario y mueve las paredes del Movistar Arena. Es un meneo de incredulidad, de no dar crédito a lo que está sucediendo. Chrissie Hynde está arriba, con un sencillísimo vestuario de yínes, camiseta negra con una calavera y botas hasta la rodilla. Chrissie Hynde tiene colgada la Telecaster de siempre. Chrissie Hynde está abriendo la primera tanda de bises con "Message of love", grabado por Pretenders en 1981. Chrissie Hynde tiene 73 años: mentira, repiten quienes menean la cabeza mientras reciben una voz idéntica a aquella de 44 años atrás, la misma energía contagiosa, la lija y el terciopelo a partes iguales.

Chrissie Hynde no hizo un pacto con el demonio, hizo un pacto con el rock. Cuando el show cierra con el clasicazo "Middle of the Road", y la cantante y guitarrista liquida con ese furioso fraseo de armónica y la termina tirando al cuerno en pleno gozo de la ceremonia de lava eléctrica, uno desea tener esos 73 años. Pretenders volvió a la Argentina, ya no teloneros de Phil Collins (!) como en 2018 sino como cabeza de cartel, y ofreció una prueba de que al rock de guitarras lo pueden dar por muerto cuantas veces quieran, que habrá quienes se encarguen de desmentirlo apasionadamente. Las 23 canciones, hora cuarenta de puro disfrute en el predio de Villa Crespo, fueron una prueba contundente.

Desde aquel 1979 en que el cuarteto empezó a sacudir parlantes en Inglaterra quedó claro que la artista nacida en Akron, Ohio, era la jefa. Resulta obvio por qué ya no están James Honeyman-Scott y Pete Farndon (fallecidos en 1982 y 1983), quizá el baterista original Martin Chambers se conformó con grabar Hate for Sale (2020) y volver a salir de escena. Pero lo cierto es que a este Pretenders le basta con un baterista (Rob Walbourne) y un bajista (Dave Page) correctos, con la potencia y el entendimiento necesarios para dar combustible a la máquina, y un muy buen guitarrista que esté a la altura, como James Walbourne. Lo que importa es que esté la jefa. Y la jefa está dispuesta a sostener bien alto la llama de la banda que lidera, alimenta de canciones y le da una postal legendaria cada vez que sostiene la viola en alto.

En una lista que se alimentó con cinco canciones de Learning to Crawl (y fue una agradable sorpresa), cuatro de ese Hate for Sale cuyo tema homónimo abrió el concierto, cuatro del disco debut de 1980 y perlas seleccionadas de su larga carrera, Hynde tiró un par de guiños interesantes. Precisamente porque parecen aludir a esa curiosa manera de vencer al tiempo con una guitarra en las manos: como viene haciendo en toda la gira, el grupo rescató el "Forever Young" de Bob Dylan en 1974. "Que tus manos siempre estén ocupadas / Que tus pies siempre sean rápidos / Que tus cimientos sean fuertes cuando cambien los vientos / Que tu corazón siempre esté alegre / Que tu canción siempre sea cantada / Y que seas siempre joven" cantaba Bob y canta ahora Chrissie, y todo cierra y se entiende. Sobre todo porque inmediatamente antes el rescate fue para "Time the Avenger", allí donde Hynde recuerda que "pensabas que el tiempo estaba de tu lado, pero el tiempo es el vengador / Nadie es permanente, todo aquí es un préstamo (...) y con lo que hayas dejado estarás por siempre".

Lo que vuelve vigente y presente a Chrissie, entonces, es su innegable vitalidad y estado físico, pero también y por supuesto las canciones y su poder de eternidad. El Arena explota cuando la banda vuelve sobre "Kid", y con el demoledor combo de "Talk of the Town" y "Back on the Chain Gang". No hay quien se resista a mover las patas con "Don't Get Me Wrong", que encima trae a la sesera las imágenes de ese videoclip que tributaba a John Steed y Emma Peel. Vuelven a reproducirse los meneos incrédulos de cabeza cuando la artista desempolva "Stop Your Sobbing", el tema que Ray Davies cedió a quien entonces era su esposa para una versión -con perdón de la herejía- incluso superadora de la de The Kinks. "Thumbellina" va del country & western a un desenlace a los palos, quinta a fondo y pasito del pato de Chuck Berry para el guitarrista. El añejo "Tattoed Love Boys" es punk rock desencajado y otra oportunidad de lucimiento en las seis cuerdas de James. Y que el cierre, el último bis, sea con "Precious", primera canción del lado A de aquel debut, es una apropiada manera de completar el círculo, fijar la trascendencia histórica de esta banda... para colmo en otra descarga de pura potencia y adrenalina, una última trompada sonora que desalienta cualquier intención de seguir pidiendo bises. 

Chrissie, de todos modos, no es solo esa música salvaje de pocas pulgas. Cuando baja un par de cambios para el cadencioso "Private Life" o "Turf Accountant Daddy" aparecen los matices que la hacen una de las grandes cantantes de eso que llamamos rock. Y para el final se reserva un as de espadas, el único momento en que deja el instrumento y dedica la supuesta última canción "para las chicas", y el meneo de cabeza ya es pura boca abierta de azoramiento. Hynde se zambulle en "I'll Stand by You", clásico instantáneo de Last of the Independents (1994), y la frase se repite en más de una fila de butacas: no podés cantar así, Chrissie. Emocionar así, conmover así, dejar la piel de gallina clavando todos los agudos allá en lo alto, como si la cantara por primera, por última vez. Cuando los '70 daban sus últimos estertores, una piba de Akron tratando de ganarse la vida en Londres decidió bautizar a su banda como Aspirantes. Décadas después, no cabe ninguna duda de que el trono es suyo. Y cuando se trata de música, el tiempo es una abstracción.